EL "DÍA DESPUÉS"
DE UNA NEGOCIACIÓN COMERCIAL COMPLEJA:
Reflexiones con motivo de las negociaciones entre el Mercosur y la Unión
Europea |
por Félix Peña
Junio 2010
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Negociar con otros países y a la vez prepararse
para aprovechar las oportunidades que resulten de los acuerdos que se
concreten, son dos elementos indisociables de una estrategia comercial
externa eficaz. Uno condiciona al otro, ya que los resultados de una negociación
comercial internacional no pueden dejar de tomar en cuenta el estado de
preparación que razonablemente puedan alcanzar un país y
sus sectores productivos. Ello es más complejo aún cuando
una negociación involucra a países con diversos grados de
desarrollo.
Asumiendo que las negociaciones entre el Mercosur y la UE fueron relanzadas
con la idea de concluirlas en un plazo relativamente corto, prepararse
para el "día después" parecería ser hoy
una prioridad para nuestro país. Ello requiere el trazado de una
estrategia de inserción comercial externa que tome en cuenta la
posibilidad de concluir con éxito la actual negociación
bi-regional. E implica una agenda de trabajo conjunto entre los socios
del Mercosur, referida tanto al proceso negociador como al desarrollo
de capacidades para aprovechar las oportunidades que se supone deban resultar
del acuerdo que se celebre.
Una visión pesimista sobre las posibilidades abiertas por estas
negociaciones, traducida en una actitud pasiva especialmente por parte
de los sectores empresarios, que se refleje en una falta de preparación
para navegar con éxito el "día después",
podría significar perder luego oportunidades de negocios que normalmente
requieren tiempo para ser plenamente aprovechadas.
Tres frentes de acción adquieren relevancia en el trazado de
una estrategia de inserción comercial externa en el nuevo escenario
mundial por parte de la Argentina - o de cualquiera de sus socios sudamericanos
- y que implique prepararse para el "día después"
de las negociaciones con la UE. Ellos son, el de las diferentes modalidades
e intensidades de encadenamientos productivos a escala transnacional;
el de la calidad de la conectividad entre los distintos espacios nacionales,
y el de la producción de reglas de juego que inciden en la competencia
económica global o regional.
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La conclusión exitosa de las negociaciones del Mercosur con la
Unión Europea (UE) - de lograrse - abriría un horizonte
sumamente atractivo, tanto para la renovación y diversificación
de la estrategia de inserción comercial externa de la Argentina,
como para la necesaria adaptación del Mercosur - en sus instrumentos
y métodos de trabajo - a realidades muy diferentes a aquellas que
le dieron origen hace ya casi veinte años (ver al respecto este
Newsletter
del mes de noviembre 2009, Grietas estructurales en el Mercosur: ¿Es
posible adaptar algunas de sus reglas de juego a las realidades actuales?).
Asumiendo que si las negociaciones fueron relanzadas es para concluirlas
en un plazo relativamente corto (ver este Newsletter
del mes de mayo 2010, ¿Un noviazgo demasiado prolongado?: Está
abierta una ventana de oportunidad para concluir un acuerdo Mercosur-UE),
prepararse para el "día después" parecería
ser hoy una prioridad para nuestro país. Pero también lo
es para los demás socios del Mercosur, incluyendo en muchos aspectos
a Chile, dado el grado de integración económica que ya existe
especialmente con Brasil y Argentina, y el hecho que también ha
celebrado un acuerdo de asociación con la UE.
De allí que sea mucho lo que los países socios tendrán
que explorar en términos de aprovechamiento conjunto de sus empresas
del nuevo espacio económico que se abriría en el caso de
concluirse el acuerdo entre el Mercosur y la UE. Diferencias en la intensidad
y calidad de los respectivos procesos preparatorios para aprovechar las
oportunidades resultantes del eventual acuerdo bi-regional, podrían
contribuir a acentuar las asimetrías que ya existen en el tamaño
y en el grado de desarrollo de los países involucrados en ambos
lados del Atlántico - tanto dentro del Mercosur como con la UE
-.
Puede considerarse que se ha abierto entonces una nueva agenda de trabajo
conjunto entre los países socios y asociados en el Mercosur, que
involucra a los respectivos gobiernos como a sus sectores empresarios,
sociales y académicos. Es una agenda que se relaciona tanto con
el proceso de negociación bi-regional que ya ha sido relanzado,
como con la preparación que requerirá el pleno aprovechamiento
del eventual acuerdo, caso que tal proceso negociador sea concluido en
forma exitosa.
Una visión pesimista sobre las posibilidades abiertas por estas
negociaciones, traducida en una actitud pasiva especialmente por parte
de los sectores empresarios, que se refleje en una falta de suficiente
preparación para navegar con éxito el "día después",
podría significar perder luego oportunidades de negocios que normalmente
requieren tiempo para ser plenamente aprovechadas. Tal preparación
implica decisiones de inversión productiva y de incorporación
de progreso técnico, que requerirán una apreciación
positiva sobre las posibilidades de concluir el acuerdo en plazos razonables
y sobre la densidad y solidez de los compromisos que se asuman. En esa
perspectiva un exceso de pesimismo o escepticismo puede ser el equivalente
a una profecía auto-cumplida. O sea que lo que se percibe como
negativo puede terminar siendo efectivamente negativo. Muchos países
exitosos en la competencia económica global lo han sido por desarrollar
una visión optimista de lo que pueden lograr, tanto negociando
como llevando adelante estrategias ofensivas de penetración de
los mercados de otros países. El de Irlanda es un ejemplo al respecto,
incluso en la forma en que ha encarado su reciente crisis financiera.
En todo caso, el sólo hecho que las negociaciones bi-regionales
hayan sido relanzadas constituye un factor adicional para reflexionar
sobre algunos requerimientos que se pueden plantear en la elaboración
y desarrollo de una estrategia de inserción comercial externa de
la Argentina en el nuevo escenario mundial.
En tal reflexión cabe tener en cuenta que el actual es un mundo
con múltiples protagonistas con mercados atractivos - si bien diferenciados
en su dimensión y en su grado de complejidad y desarrollo - y que
poseen suficiente capacidad para incidir tanto en la competencia económica
global como en la producción de reglas de juego resultantes de
las negociaciones comerciales internacionales. Por cierto que no son sólo
los denominados BRIC's. Ello genera una amplia gama de opciones para la
inserción comercial externa de cualquier país con voluntad
y potencial para aprovecharlas, incluyendo por cierto tanto a la Argentina
como a los demás socios y asociados del Mercosur.
La amplitud de la gama de opciones tiene una marcada incidencia en los
alcances y metodologías de las coaliciones y asociaciones económicas
- las que siempre tendrán una determinada dosis de contenido estratégico
y político, sea explícito o implícito - que puedan
tejerse entre pares y grupos de países. La tendencia a la proliferación
de alianzas cruzadas y de geometría variable, incidirá en
las demandas de flexibilidad de instrumentos y mecanismos operativos que
se observarán crecientemente en las negociaciones de nuevos acuerdos
comerciales preferenciales. No existe un modelo único al respecto
y son muchas las variantes que pueden ser compatibles, en su elemento
de comercio preferencial, con las reglas de la Organización Mundial
del Comercio (OMC). Cada vez será más evidente que por más
importante que sea su asociación con un país o con un grupo
de países, todo país que así pueda hacerlo procurará
preservar un margen de maniobra, incluso amplio, para enhebrar su propia
red de alianzas simultáneas con el mayor número de países
posibles. En tal sentido, los países asociados en el Mercosur no
serán excepción, cualquiera que sea su dimensión
económica relativa. Es esa una tendencia, por lo demás,
que acrecentará las demandas para lograr, a la vez, un fortalecimiento
y una renovación de la OMC como espacio para el desarrollo de disciplinas
colectivas que sean efectivas y eficaces. La relativa parálisis
de la actual Rueda Doha puede ser incluso un incentivo para abrir ya un
debate de fondo sobre el futuro del sistema global multilateral del comercio
mundial.
Por lo menos tres frentes de acción adquieren relevancia en el
trazado de una estrategia de inserción comercial externa en el
nuevo escenario mundial por parte de la Argentina o de cualquiera de sus
socios sudamericanos, que además implique prepararse para el "día
después" de las negociaciones con la UE, así como para
otras de importancia similar que pudieran encararse en el futuro con otros
protagonistas relevantes de la competencia económica global.
Los tres frentes están vinculados entre sí y no podrían
disociarse al encararse el trazado y desarrollo de una estrategia-país
de inserción comercial externa que aspire a ser eficaz. Ellos son,
el de las diferentes modalidades e intensidades de encadenamientos productivos
a escala transnacional; el de la calidad de la conectividad entre los
distintos espacios nacionales, y el de la producción de reglas
de juego que inciden en la competencia económica global o regional.
Las sinergias públicas-privadas resultantes de la interacción
entre políticas públicas y estrategias de inversión
productiva, son las que más incidencia pueden tener en las modalidades
e intensidades de los encadenamientos productivos transnacionales en los
que puedan participar - o que puedan impulsar - quienes producen bienes
o prestan servicios en un país. En la actual competencia económica
global - y ello se acentuará en el futuro -, la fragmentación
de cadenas de valor en múltiples países a escala global
o regional, constituye una de las innovaciones más profundas que
se observan en las últimas décadas. Ha sido impulsada, entre
otros factores, por el impacto de múltiples cambios tecnológicos
y el consiguiente colapso de las distancias físicas y culturales
entre los distintos espacios económicos. Ha dado lugar a múltiples
modalidades de articulación trans-fronteriza en el plano de la
producción y de la distribución de bienes, y en el de la
prestación de servicios.
Dada la dotación de recursos naturales y humanos de la Argentina,
es posible considerar que la inyección de valor intelectual (conocimiento,
innovación y progreso técnico) a los procesos productivos
y de comercialización externa, así como la inserción
en redes productivas transnacionales, serán factores fundamentales
a la hora de intentar capitalizar las ventajas competitivas que el país
puede desarrollar en el nuevo escenario de la competencia económica
global.
El fenómeno de creciente urbanización, de expansión
de la clase media, de sensibilidad a la calidad de bienes y servicios,
de conciencia "verde" e, incluso, de incremento en muchos países
de la población de "adultos mayores", son otros tantos
factores a tener en cuenta en el trazado de una estrategia-país
que permita potenciar lo que el país puede ofrecer en bienes y
servicios, en talento y en actividades recreativas.
Ello es evidente, por ejemplo, en las cadenas de valor agro-alimentarias
donde la estrategia de un país como la Argentina - al igual que
la de sus socios sudamericanos -, debería tender a centrarse en
productos "verdes" e "inteligentes" destinados a las
góndolas de todo el mundo y en servicios especializados que incorporen
tecnologías de punta para el desarrollo agrícola.
Las sinergias público-privadas también incidirán
en la calidad de la conectividad con otros espacios económicos
y culturales. Tiene que ver con las conexiones físicas, pero también
con la capacidad que el país desarrolle - y junto con sus socios
del Mercosur está especialmente bien dotado al efecto por el mestizaje
cultural que caracteriza a su población - para captar y entender
en todas sus dimensiones las diversidades culturales que impactan en gustos
y preferencias de los consumidores en distintas latitudes del mundo.
En cuanto a la producción de reglas de juego que inciden en la
competencia económica global, es la resultante de procesos de creación
normativa en los que participa el país - o, a veces, de aquellos
en los que no participa, pero en los que sí participan otras naciones
relevantes cuyas empresas y productores puedan ser sus competidores -.
Tales procesos de creación normativa pueden ser globales multilaterales,
como es el caso de las reglas que se originan en la OMC o regionales,
tal el caso de las del Mercosur y la de su red de acuerdos comerciales
preferenciales con otros países o bloques económicos. Este
último sería el caso de concretarse un acuerdo de asociación
con la UE. Pero también son procesos de creación normativa
nacionales, sean los del propio país o los de aquellos a los cuáles
se proyecta la capacidad que el país tiene o desarrolle en el futuro,
para producir bienes y de prestar servicios que sean competitivos.
Cabe tener en cuenta al respecto que las negociaciones comerciales internacionales
- tales como las del Mercosur con la UE - se traducen en reglas de juego
que quedan plasmadas en instrumentos jurídicos internacionales.
Generan derechos y obligaciones que son exigibles. De su calidad depende
que sean eficaces en inducir inversiones productivas en función
de los mercados ampliados. Suele ser la razón de ser más
profunda del respectivo acuerdo. Pero además pueden generar mecanismos
de creación normativa que permiten desarrollar a través
del tiempo los objetivos de la alianza que se establece. Permiten, además,
adaptar la alianza y sus instrumentos y mecanismos operativos, a nuevas
realidades que vayan resultando de la fuerte dinámica de cambios
que se observa en el comercio internacional y en la competencia económica
global (a través, por ejemplo, de cláusulas evolutivas),
como también sortear dificultades imprevistas derivadas de los
comportamientos de los respectivos mercados (a través, por ejemplo,
de válvulas de escape).
Negociar con otros países y a la vez prepararse para aprovechar
las oportunidades que resulten de los acuerdos que se concreten, son dos
elementos indisociables de la estrategia comercial externa de la Argentina.
Uno condiciona al otro, ya que los resultados de una negociación
comercial internacional no pueden dejar de tomar en cuenta el estado de
preparación que razonablemente puedan alcanzar el país y
sus sectores productivos. La experiencia acumulada por países que
ya han negociado con la UE - tales los casos del propio Chile y de México,
Perú, Colombia y Centroamérica, dentro de la región
- o que están negociando en la actualidad - tales los casos, por
ejemplo, de la India, Indonesia y Singapur, entre otros - son de suma
utilidad para la Argentina y sus socios del Mercosur. En este plano el
sector académico puede cumplir una valiosa función, a través
del análisis de las experiencias acumuladas por esos países,
especialmente en la interacción entre las negociaciones y la preparación
del respectivo país y de sus empresas para aprovechar las oportunidades
que se pueden generar con la ampliación de los mercados.
Cabe considerar, sin embargo, que todo ello resulta más complejo
y difícil aún cuando una negociación comercial internacional
involucra a países con diversos grados de desarrollo. Es el caso
de la negociación del Mercosur - por las propias asimetrías
que existen entre sus socios - con una UE que más allá de
su actual crisis, presenta un grado de organización y de desarrollo
económico que es notoriamente superior. La experiencia de muchos
países indica, sin embargo, que aquello que es complejo y difícil,
no necesariamente es imposible de lograr.
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Lecturas recomendadas:
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Latina y los Bicentenarios: una agenda de futuro", Fundación
Carolina - Siglo XXI, Madrid 2010.
- Arenal, Celestino del; Sanahuja, José Antonio, "La Cumbre
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Madrid 24 de mayo de 2010, en http://www.fundacioncarolina.es/
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CARI-CEI, Siglo XXI, Buenos Aires 2010.
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Geneva 26 April 2010, en http://www.wto.org.
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Félix Peña es Director
del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director
de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la
Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité
Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar
trayectoria.
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