Han transcurrido sesenta años desde que el 1º de enero de 1948 se puso en vigencia provisional el Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles Aduaneros (GATT). Con modificaciones, sigue siendo en la actualidad uno de los pilares que sustentan la estructura institucional de la Organización Mundial del Comercio (OMC), creada en 1994 en Marrakech como resultado de la Rueda Uruguay.
Mucho ha cambiado en el mundo y en el comercio internacional en estas seis décadas. Todo indica que mucho seguirá cambiando en el futuro y que los cambios, incluso, adquirirán mayor profundidad y velocidad. El acortamiento de las distancias físicas y económicas, el crecimiento del número de protagonistas-países, y el aumento y diversificación de los protagonistas-redes empresarias, son sólo algunos de los cambios más notorios. Son cambios que se han acentuado especialmente a partir de comienzos de la pasada década, con el colapso de la Unión Soviética y el re-surgimiento de China como actor relevante en el plano global.
El fenómeno que comienza a vivirse de un retorno de la inflación en muchos países – impulsada en parte por el aumento del precio de los alimentos y de los hidrocarburos -, puede ser sólo uno de los indicadores recientes de los efectos de la inserción de millones de nuevos consumidores a la competencia económica global. Su impacto también se está haciendo notar en el plano de las políticas comerciales externas, a través de reducciones arancelarias para la importación de alimentos y de restricciones que distintos países están comenzando a aplicar a su exportación (sobre la reciente reducción de aranceles a la importación de alimentos en China, ver el artículo titulado “China corta tarifas de importaçâo para conter a inflaçâo”, en el diario Valor Econômico, de Sâo Paulo, del 27 de diciembre 2007; ver también el artículo titulado “Import tariff slashed as food inflation bites”, en el diario Financial Times, del 17 de diciembre de 2007).
Es un impacto que es fundamental tomar en cuenta en el análisis de las negociaciones comerciales internacionales, especialmente en el marco de la Rueda Doha. Países productores y exportadores de productos agrícolas están poniendo en evidencia bajos incentivos para pagar en otros sectores – especialmente en los de los productos no agrícolas – lo necesario para obtener la apertura de mercados en un contexto donde la demanda puede ser ilimitada.
También ha cambiado en estos años el sistema GATT-OMC. En 1948, fueron 23 las Partes Contratantes signatarias de un acuerdo cuya vigencia “provisional” venía a cubrir lo que sería el fracaso de la denominada Organización Internacional del Comercio (OIC) – una de las tres instituciones previstas para la post-guerra en los Acuerdos de Bretton Woods. Ese año, tales países representaban un 60% del comercio mundial de mercancías.
Sesenta años después la OMC ya tiene 151 países miembros – y el número seguirá creciendo -, con una participación del 95% del intercambio global. Cabe tener presente, sin embargo, que un grupo de 30 países representa un 90% de tal participación.
La Argentina recién se incorporó al GATT en 1967. La pérdida de relevancia relativa del país en el comercio mundial, se refleja en el hecho que en 1948 su participación en las exportaciones e importaciones mundiales era del 2.8 y del 2.5% respectivamente. Ahora es del 0.4 y del 0.3%. Menos que en 1900, cuando la participación era del 1.5 y del 1%.
En su origen, el GATT fue un marco contractual para ruedas negociadoras orientadas a desmantelar el proteccionismo industrial acumulado en los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial, como así también a desarrollar disciplinas comerciales colectivas.
Tras sesenta años de evolución de la cooperación multilateral en el plano del comercio mundial, la OMC es hoy, además, un complejo sistema institucional que regula el intercambio de bienes y de servicios y, crecientemente, las políticas públicas que inciden en la competencia económica global.
La OMC es, sobre todo, un esfuerzo colectivo de alcance global que aspira a una mayor apertura de los mercados de sus países miembros, así como también a evitar retrocesos proteccionistas y prácticas discriminatorias, incluyendo las que pudieran resultar de la proliferación de acuerdos preferenciales. Es el objetivo que nutre la agenda de la Rueda Doha, cuya suerte incierta sigue marcada, especialmente, por las dificultades para lograr consolidar una inclusión más amplia de los productos agrícolas en sus disciplinas colectivas (sobre el estado de situación de la Rueda Doha, al finalizar el 2008, ver entre otros análisis el titulado “WTO Closes Year on Hopeful Note”, incluido en la revista mensual BRIDGES, Year 11, nº 7, November-December 2007, del ICTSD, en www.ictsd.org).
Más que un momento de celebración mediática, este sexagésimo aniversario del GATT/OMC es una oportunidad para la evaluación y la reflexión.
Evaluación orientada a capitalizar lo que se puede aprender de las seis décadas de evolución – en muchos momentos errática y, por momentos, frustrante – de la cooperación multilateral en el comercio mundial. Aprendizaje que necesariamente debe tomar en cuenta las lecciones del período precedente, en el que el proteccionismo de los mercados fue uno de los factores que nutrieron el camino que condujo a la última guerra mundial.
Y, a su vez, reflexión sobre los desafíos que enfrenta la OMC hoy y hacia el futuro, especialmente en la perspectiva de la gobernabilidad global y, más concretamente en nuestro caso, en la de la estrategia de inserción argentina en la economía mundial (al respecto ver el artículo de Alieto Guadagni, titulado “No perdamos la oportunidad”, en el Suplemento Rural del diario Clarín, de Buenos Aires, del 12 de enero de 2008).
Evaluación y reflexión que cuenta ahora con un documento denso, de calidad técnica y de lectura indispensable. Brinda elementos valiosos, tanto para quienes actúan en el plano académico, como para quienes operan como protagonistas con las realidades del comercio internacional, sea en los gobiernos como en las empresas. Es el “Informe sobre el Comercio Mundial – 2007”, que la Secretaría de la OMC publicó en diciembre pasado, con un prefacio de su Pascal Lamy, su Director General, y que tiene como título: “Seis decenios de cooperación comercial multilateral: ¿Qué hemos aprendido?”. Son 426 páginas que se pueden bajar de la página: www.wto.org.
La evaluación es positiva, por contraste y por los aportes resultantes de la experiencia acumulada en estas seis décadas. Por contraste con lo que ocurriera en el período anterior a la creación del GATT, en el que la ausencia de liderazgo y de capacidad para plasmar respuestas colectivas al fuerte proteccionismo que siguió el fin de la primera guerra mundial y, en particular, a la gran depresión de 1930, contribuyó a la tragedia humana de la segunda guerra mundial. Y también es positiva, especialmente por los aportes resultantes en términos de institucionalización progresiva de un sistema multilateral de cooperación de alcance global, que ha contribuido a la expansión del comercio y de la economía mundial.
La reflexión es necesaria, ya que el sistema de la OMC esta lejos de ser perfecto y tiene por delante fuertes desafíos. Es una imperfección natural, pues no sería realista aspirar a algo diferente en un contexto global marcado por la distribución desigual del poder relativo entre naciones y otros protagonistas del comercio mundial; por grados de desarrollo muy dispares entre sus 151 países miembros; por una dinámica de profundos cambios estructurales en la competencia económica global y, en especial, por marcadas y crecientes incertidumbres y turbulencias, especialmente en el plano de la seguridad internacional, con los consiguientes impactos en el económico.
En particular, la Rueda Doha está demostrando lo difícil que resulta la articulación de consensos entre 151 países desiguales. Y este último es sólo uno de los problemas a enfrentar, difícil de resolver en la práctica, tal como lo señala acertadamente el mencionado informe de la OMC.
Mientras tanto, lo concreto es que la Rueda Doha sigue con dificultades e incluso existen fuertes dudas sobre que pueda ser concluida este año. Todo indica que habrá que esperar que culmine el complejo proceso electoral en los Estados Unidos. Los pronósticos que conducen a imaginar que, en el mejor de los escenarios, la Rueda Doha recién pudiera producir sus efectos a partir del 2010, parecen ser hoy los más realistas Ver un reciente análisis del periodista Assis Moreira, titulado “Sem acordo, a Doha aguarda desfecho de campanha presidencial nos EUA”, en el diario Valor Econômico, de Sâo Paulo, del 28 de diciembre de 2007; sobre la evolución que se observa en el comportamiento del Congreso americano en relación a las negociaciones comerciales y que se hizo evidente en el tratamiento del TLC entre los EEUU y el Perú, ver el artículo de Juan C. Epsteyn, titulado “Ratificaçâo do acordo comercial EUA-Perú”, en el diario Valor Econômico, de Sâo Paulo, del 28 de diciembre de 2007).
Sin perjuicio que conviene redoblar los esfuerzos para cerrar la Rueda Doha, al menos con resultados y en plazos relativamente razonables, la atención deberá concentrarse simultáneamente en los desafíos a encarar si se quiere consolidar la OMC o, al menos, evitar un deterioro que alimente tendencias alarmantes que se observan en la política mundial.
Como señala el mencionado Informe de la OMC, algunos de los principales desafíos están relacionados con procesos (de creación de reglas, de asegurar su cumplimiento, de negociaciones comerciales, de resolver controversias), con agendas (qué se negocia en el plano global y cómo se articula con los acuerdos preferenciales, negociados y en proceso de negociación) y con las modalidades que permitan expresar los intereses nacionales de todos los países miembros.
Es en esos tres planos, que cabe debatir lo que conviene a la Argentina y sobre cómo lograrlo junto con países con intereses similares. |