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  Félix Peña

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LA RUEDA DOHA AÚN RESPIRA:
¿Pero los resultados de Hong Kong serán suficientes para concluirla en 2006?


por Félix Peña
Diciembre 2005


Al evaluarse a quienes ejercen funciones públicas de responsabilidad política - por ejemplo, un Ministro de Economía -, suele tenerse en cuenta no sólo lo que lograron hacer pero, también, lo que lograron evitar.

Esto parece ser cierto también con respecto a reuniones internacionales como la que viene de concluir este 18 de diciembre en Hong Kong. En efecto, el principal resultado positivo de la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC), puede haber sido precisamente el haber evitado un fracaso abierto, como los que ocurrieran en Seattle en 1999 y en Cancún en 2003.

Un fracaso en Hong Kong - por ejemplo, el hecho que no se pudiera lograr siquiera el consenso para aprobar una Declaración Final de la Conferencia -, quizás no sólo habría significado el fin de la actual ronda multilateral de negociaciones comerciales - cuyo inicio fuera acordado en 2001 en Doha y que debería haber concluido, según lo originalmente previsto en 2005 -, pero también habría colocado al propio sistema multilateral global de comercio de la OMC en una peligrosa pendiente de deterioro y, eventualmente, de derrumbe.

Para un país como la Argentina, que se caracteriza por una marcada diversificación de sus flujos de comercio exterior y de inversiones directa, en un número significativo de países pertenecientes a casi todas las regiones del mundo (rasgos propios de un país que es un "global trader"), pero que a la vez tiene una baja incidencia en tales flujos (el país representa apenas un 0,4% del intercambio mundial de bienes y es más un tomador que un formador de reglas de juego, esto es, no es un "global player"), un debilitamiento o un colapso de la OMC no sería de su interés nacional.

Como se suele señalar, la competencia económica global sin reglas que efectivamente se cumplan, sería una selva más difícil para vivir en ella que la actual, especialmente para aquellos países con menos recursos de poder relativo. En el mejor de los casos, daría lugar a un mundo en el que predominarían acuerdos comerciales preferenciales - por ende discriminatorios - en torno a los principales protagonistas del comercio mundial, incluyendo entre ellos, por cierto, a los Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y China. Y ese sería, por lo tanto, un mundo en el cual habría muchas más dificultades que las actuales, para avanzar los intereses negociadores agrícolas y agro-industriales de países como la Argentina y el Brasil.

De ahí que a la Argentina le conviene contribuir activamente a lograr un resultado de las actuales negociaciones que sea, por cierto, conveniente a sus necesidades pero que, en última instancia, evite tal debilitamiento o fracaso de la OMC.

En esa perspectiva, el principal resultado logrado en Hong Kong es el de mantener la pelota en movimiento. La Declaración Ministerial incluye progresos mínimos (para su texto completo en español, consultar www.wto.org). Pero como lo señalara el domingo 18 Pascal Lamy - el experimentado y hábil negociador que es hoy el Director General de la OMC -, son progresos que permiten seguir negociando durante el año próximo y, eventualmente, concluir con la actual Rueda Doha antes de fin de 2006, con el tiempo necesario para que el gobierno de los Estados Unidos pueda someter el acuerdo que se logre a la aprobación de su Congreso, antes que venza el plazo de junio de 2007 previsto en la actual legislación americana - el Trade Promotion Authority -. Incluso, como hemos señalado en el último Newsletter (noviembre 2005), si durante los primeros meses de 2006 hubiera avances significativos en las actuales negociaciones, no cabría descartar que el gobierno del Presidente Bush pudiera lograr una prórroga limitada del citado plazo, al menos suficiente para concluir las negociaciones en los primeros meses de 2007.

Hacia fines de abril habrá una nueva reunión Ministerial, esta vez en Ginebra. De aquí a entonces, los gobiernos deberán trabajar duro para lograr acuerdos en torno a las modalidades de la negociación y sólo en tal caso podrán aspirar a concluir con la Rueda antes de fin de 2006. Si bien los miembros de la OMC son hoy 149 países, los protagonistas con capacidad para influenciar en los resultados no superan los 25 - contando los miembros de la Unión Europea (UE) como una unidad -. En la cuestión agrícola nuestro país negocia junto con los integrantes del G.20, en el cual tienen un protagonismo central Brasil, China e India.

Además del plazo del próximo 30 de abril para concluir con la negociación de las modalidades, los países se han comprometido a concluir antes del 31 de julio próximo los borradores de los compromisos concretos a asumir. A la luz de las dificultades experimentadas hasta el presente, se trata de un plazo realmente ambicioso.

En la perspectiva de los intereses comerciales de la Argentina, el principal progreso logrado en Hong Kong ha sido el establecer el 2013 como el año en el que debe culminar el desmantelamiento gradual de los subsidios a las exportaciones agrícolas. No se pudo lograr el objetivo de fijar tal plazo en el año 2010, debido a la firme resistencia de la UE. Incluso el compromiso logrado dependerá de que se complete el resto de las modalidades de la negociación - esto es, números específicos, plazos y fórmulas para la reducción de aranceles de productos agrícolas e industriales, y de subsidios agrícolas -. Pero se logró establecer que lo sustancial de la eliminación de subsidios a las exportaciones agrícolas deberá efectuarse en la primera parte del antes mencionado plazo. Sin embargo falta aún negociar disciplinas vinculadas con la ayuda alimentaria, con los programas de crédito a las exportaciones y con las prácticas de empresas estatales de exportación.

También se logró incorporar el compromiso de vincular el nivel de ambición de los resultados en la cuestión agrícola con los del acceso a mercados de productos industriales (NAMA), pero señalando que ello debe lograrse en una forma balanceada y proporcional, consistente con el principio de tratamiento diferencial y especial. Esto es, contemplando la situación de los países en desarrollo, punto central en los planteamientos en los que participó nuestro país. Al respecto el texto acordado en Hong Kong dice lo siguiente:

Equilibrio entre la agricultura y el AMNA 1. Reconocemos que es importante adelantar los objetivos de desarrollo de esta Ronda mediante mayor acceso a los mercados para los países en desarrollo tanto en la agricultura como en el AMNA (NAMA en su sigla en inglés). Con ese fin, encomendamos a nuestros negociadores que aseguren que haya un nivel de ambición en el acceso a los mercados para la agricultura y el AMNA comparablemente elevado. Esta ambición ha de alcanzarse de una manera equilibrada y proporcionada, compatible con el principio de trato especial y diferenciado.

Entre otros compromisos adoptados en Hong Kong, están los que se refieren a la situación de países de menor desarrollo relativo y, en particular, la de los productores de algodón. La cuestión de los subsidios a la producción del algodón, fue precisamente la que produjo en 2003 el fracaso de la Conferencia Ministerial de Cancún, como consecuencia de las diferencias de intereses entre un grupo de países africanos y, especialmente, los Estados Unidos.

Los primeros meses del año próximo serán entonces decisivos para los resultados que finalmente puedan lograrse en la Rueda Doha. Si los esfuerzos requeridos no tuvieran éxito, es probable que o las negociaciones fracasen o se pospongan por algunos años más, dependiendo de la posibilidad de lograr una renovación del mandato negociador que el Congreso otorga al Presidente de los Estados Unidos.

También en los próximos meses, el ajuste de empresas a las nuevas condiciones de competencia que resultan de negociaciones comerciales internacionales, será una cuestión que requerirá especial atención.

Lo pone de manifiesto la experiencia de los Estados Unidos y de la Unión Europea, al intentar contrarrestar los efectos que algunas de sus empresas confrontan al tener que adaptarse a la competencia de productos -especialmente textiles- provenientes, en particular, de China (sobre lo que significa este país como fuente de desafíos y oportunidades para la Argentina, ver el libro recién publicado con el título "China: Cómo puede la Argentina aprovechar la gran oportunidad", de Carlos Tramutola (h), Lucio Castro y Pablo Monat, y con prólogo de Gustavo Grobocopatel, Edhasa, Buenos Aires 2005).

Se ha señalado que el problema es que, en muchos casos, las medidas que pueden adoptarse para ayudar a empresas en su transición a nuevas condiciones de competencia, no son conciliables con las reglas vigentes de la OMC. De allí que, recientemente, un experto haya propuesto reformas en materia de salvaguardias y de ayudas estatales a la reconversión industrial, poniendo en ambos casos límites a la amplitud y duración de las medidas, y asegurando que ellas den lugar a un efectivo plan de reconversión por parte de las empresas que se consideran afectadas (ver Richard Cunningham, en "Easing the pain of trade liberalization", Center for European Reform Bulletin, December 2005/January 2006, www.cer.org.uk).

La lección del caso textil, es que torna necesaria prever la cuestión de las sensibilidades de sectores productivos a las aperturas de mercados resultantes de acuerdos internacionales. No debería ser una reacción tardía, tal como ocurriera precisamente en el sector textil, donde en muchos países no se aprovechó el período de diez años que transcurrió desde que se acordó en 1995 el fin del régimen de cuotas del Acuerdo de Textiles y Vestimentas. El proceso de adaptación debería ser, en cambio, regulado al momento de acordarse nuevas reglas de juego o cuando las vigentes demuestran su ineficacia, como ocurre hoy en la OMC y en el Mercosur.

Las actuales negociaciones de la Rueda Doha, como las del propio Mercosur y las de éste con la Unión Europea, ponen de manifiesto que la cuestión de sectores y productos sensibles - sean ellos industriales o agrícolas - es de las más difíciles que tienen los negociadores en sus respectivas agendas. El abordar en forma explícita tal cuestión, previendo mecanismos de adaptación y válvulas de escape que sean aceptables, es por lo tanto una cuestión sensible de alta prioridad, de la cual puede depender, incluso, el éxito de una negociación o de la apertura comercial.

En relación al Mercosur, puede sostenerse que tras la reciente Cumbre de Montevideo, se ha iniciado una nueva etapa. La simple lectura de lo acordado (ver los textos completos de lo acordado, en www.mercosur.org.uy), permiten identificar tres razones que justifican la idea de una nueva etapa.

La primera es que se han dado significativos pasos para consolidar la unión aduanera (Decisión CMC 37/05, que reglamenta, entre otros aspectos, la eliminación del doble cobro del arancel externo común), sin perjuicio de mantener su flexibilidad (Decisiones CMC 33/05, regímenes especiales de importación; 39/05, bienes de informática y telecomunicaciones, y 40/05, bienes de capital), y para centrar la construcción del espacio económico común, en instrumentos de transformación productiva conjunta y de tratamiento de asimetrías estructurales (Decisión CMC 24/05, que reglamenta el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur). Son pasos en la buena dirección. Se requiere completar su efectiva vigencia y continuar con otros pasos pendientes, como es el tratamiento de sectores que enfrentan dificultades transitorias o estructurales de ajuste al pleno funcionamiento de la unión aduanera.

La segunda razón es que se inició el camino de un necesario perfeccionamiento institucional del proceso de integración. Al respecto, cabe destacar la firma del Protocolo que crea el Parlamento del Mercosur - como su Preámbulo destaca, implica reafirmar la voluntad política de fortalecer y profundizar el proyecto estratégico -; la aprobación de las Reglas de Procedimiento del Tribunal Permanente de Revisión (Decisión CMC 30/05), órgano principal del Protocolo de Olivos sobre solución de controversias, y la creación de un grupo de alto nivel para elaborar una propuesta integral de reforma institucional del Mercosur (Decisión CMC 21/05).

Y la tercera razón es que se ha abordado la compleja tarea - prevista en el momento fundacional - de incorporar nuevos países miembros. Las complejidades son nítidas tanto en el plano político, como en el económico-comercial y en el técnico. En cada caso concreto requerirá a la vez tiempo y prudencia, ya que son muchos los intereses en juego a preservar. Al respecto se aprobó la reglamentación del artículo 20 del Tratado de Asunción - que es el que prevé la adhesión de nuevos miembros - (Decisión CMC 28/05), estableciendo pasos a desarrollar y requerimientos a cumplir para concretar la respectiva adhesión, proceso que debe culminar con la firma de un Protocolo a ser aprobado, luego, por los respectivos Congresos. Se inició, además, el camino para incorporar a Venezuela, país que tendrá un status transitorio especial que le permitirá participar de los órganos con voz pero sin voto (Decisión CMC 29/05 y firma de un "acuerdo marco").

Como es natural, la nueva etapa estará caracterizada por progresos graduales y por dificultades significativas. Requerirá de una creciente eficiencia de los órganos existentes, incluyendo la Secretaría Técnica y la Presidencia del Comité de Representantes Permanentes, ambos con nuevos titulares. Pero sobre todo, demandará un afinamiento del liderazgo compartido de la Argentina y del Brasil - que han renovado en su reciente Cumbre bilateral el compromiso de impulsar juntos el proceso de integración - (sobre las perspectivas y posibilidades futuras de la relación entre la Argentina y el Brasil, ver el reciente informe "Argentina y Brasil 2015: Construyendo una visión compartida", coordinado por Félix Peña y José Botafogo Gonçalves, estudio del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, Centro Brasileiro de Relaçôes Internacionais y Fundación Konrad Adenauer, Buenos Aires 2005, cuyo texto puede consultarse en www.cari1.org.ar). En lo inmediato, cabe a la Argentina una responsabilidad principal, por el hecho que ejercerá en el primer semestre de 2006, la Presidencial Pro-Tempore del Mercosur.

Al desarrollo de los pasos comprometidos en la Cumbre de Montevideo, se suman otros dos fuertes desafíos inmediatos que tendrá que encarar el Mercosur.

El primero es adaptarse a las nuevas realidades políticas de la región, reflejadas entre otros hechos significativos, en la victoria de Evo Morales en las elecciones presidenciales de Bolivia. Tales realidades se reflejarán, además, en el futuro desarrollo de la idea de una Comunidad Sudamericana, para lo cual los países que la integran acordaron constituir en ocasión de un encuentro en Montevideo - en ocasión de la Cumbre del Mercosur - una comisión de reflexión estratégica coordinada por Venezuela y Uruguay, e integrada por representantes personales de los Presidentes de los doce países miembros.

El segundo desafío relevante, será el cumplir con la promesa expresada por varios de los Presidentes en sus discursos en la pasada Cumbre, de lo que en la expresión del Presidente Tabaré Vázquez significará "llenar al Mercosur de ciudadanía", idea reflejada en su iniciativa de "Somos Mercosur". El Presidente Lula en su discurso en Montevideo, puso énfasis en la necesidad de relacionar al Mercosur con la vida cotidiana de los ciudadanos de sus países.

El logro de tal objetivo, implicará abandonar prácticas de baja transparencia en las negociaciones, reflejadas en el hecho que documentos relevantes de interés público, siguen siendo calificados como "reservados". Entran en tal categoría no sólo los informes semestrales que prepara la Secretaría Técnica, en los que se analizan progresos en relación a cuestiones importantes de la evolución del Mercosur, pero también - y aunque parezca una paradoja - aquellos referidos a cómo asegurar una mayor transparencia y participación ciudadana, como ocurriera precisamente en la Cumbre de Montevideo con un proyecto de decisión presentado por el Uruguay. No sólo no fue aprobado, sino que fue clasificado como reservado, a pesar que el gobierno uruguayo solicitara expresamente que se hiciera público.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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