Al evaluarse a quienes ejercen funciones públicas de responsabilidad
política - por ejemplo, un Ministro de Economía -, suele
tenerse en cuenta no sólo lo que lograron hacer pero, también,
lo que lograron evitar.
Esto parece ser cierto también con respecto a reuniones internacionales
como la que viene de concluir este 18 de diciembre en Hong Kong. En efecto,
el principal resultado positivo de la Conferencia Ministerial de la Organización
Mundial del Comercio (OMC), puede haber sido precisamente el haber evitado
un fracaso abierto, como los que ocurrieran en Seattle en 1999 y en Cancún
en 2003.
Un fracaso en Hong Kong - por ejemplo, el hecho que no se pudiera lograr
siquiera el consenso para aprobar una Declaración Final de la Conferencia
-, quizás no sólo habría significado el fin de la
actual ronda multilateral de negociaciones comerciales - cuyo inicio fuera
acordado en 2001 en Doha y que debería haber concluido, según
lo originalmente previsto en 2005 -, pero también habría
colocado al propio sistema multilateral global de comercio de la OMC en
una peligrosa pendiente de deterioro y, eventualmente, de derrumbe.
Para un país como la Argentina, que se caracteriza por una marcada
diversificación de sus flujos de comercio exterior y de inversiones
directa, en un número significativo de países pertenecientes
a casi todas las regiones del mundo (rasgos propios de un país
que es un "global trader"), pero que a la vez tiene una baja
incidencia en tales flujos (el país representa apenas un 0,4% del
intercambio mundial de bienes y es más un tomador que un formador
de reglas de juego, esto es, no es un "global player"), un debilitamiento
o un colapso de la OMC no sería de su interés nacional.
Como se suele señalar, la competencia económica global
sin reglas que efectivamente se cumplan, sería una selva más
difícil para vivir en ella que la actual, especialmente para aquellos
países con menos recursos de poder relativo. En el mejor de los
casos, daría lugar a un mundo en el que predominarían acuerdos
comerciales preferenciales - por ende discriminatorios - en torno a los
principales protagonistas del comercio mundial, incluyendo entre ellos,
por cierto, a los Estados Unidos, la Unión Europea, Japón
y China. Y ese sería, por lo tanto, un mundo en el cual habría
muchas más dificultades que las actuales, para avanzar los intereses
negociadores agrícolas y agro-industriales de países como
la Argentina y el Brasil.
De ahí que a la Argentina le conviene contribuir activamente a
lograr un resultado de las actuales negociaciones que sea, por cierto,
conveniente a sus necesidades pero que, en última instancia, evite
tal debilitamiento o fracaso de la OMC.
En esa perspectiva, el principal resultado logrado en Hong Kong es el
de mantener la pelota en movimiento. La Declaración Ministerial
incluye progresos mínimos (para su texto completo en español,
consultar www.wto.org).
Pero como lo señalara el domingo 18 Pascal Lamy - el experimentado
y hábil negociador que es hoy el Director General de la OMC -,
son progresos que permiten seguir negociando durante el año próximo
y, eventualmente, concluir con la actual Rueda Doha antes de fin de 2006,
con el tiempo necesario para que el gobierno de los Estados Unidos pueda
someter el acuerdo que se logre a la aprobación de su Congreso,
antes que venza el plazo de junio de 2007 previsto en la actual legislación
americana - el Trade Promotion Authority -. Incluso, como hemos señalado
en el último Newsletter (noviembre 2005), si durante los primeros
meses de 2006 hubiera avances significativos en las actuales negociaciones,
no cabría descartar que el gobierno del Presidente Bush pudiera
lograr una prórroga limitada del citado plazo, al menos suficiente
para concluir las negociaciones en los primeros meses de 2007.
Hacia fines de abril habrá una nueva reunión Ministerial,
esta vez en Ginebra. De aquí a entonces, los gobiernos deberán
trabajar duro para lograr acuerdos en torno a las modalidades de la negociación
y sólo en tal caso podrán aspirar a concluir con la Rueda
antes de fin de 2006. Si bien los miembros de la OMC son hoy 149 países,
los protagonistas con capacidad para influenciar en los resultados no
superan los 25 - contando los miembros de la Unión Europea (UE)
como una unidad -. En la cuestión agrícola nuestro país
negocia junto con los integrantes del G.20, en el cual tienen un protagonismo
central Brasil, China e India.
Además del plazo del próximo 30 de abril para concluir
con la negociación de las modalidades, los países se han
comprometido a concluir antes del 31 de julio próximo los borradores
de los compromisos concretos a asumir. A la luz de las dificultades experimentadas
hasta el presente, se trata de un plazo realmente ambicioso.
En la perspectiva de los intereses comerciales de la Argentina, el principal
progreso logrado en Hong Kong ha sido el establecer el 2013 como el año
en el que debe culminar el desmantelamiento gradual de los subsidios a
las exportaciones agrícolas. No se pudo lograr el objetivo de fijar
tal plazo en el año 2010, debido a la firme resistencia de la UE.
Incluso el compromiso logrado dependerá de que se complete el resto
de las modalidades de la negociación - esto es, números
específicos, plazos y fórmulas para la reducción
de aranceles de productos agrícolas e industriales, y de subsidios
agrícolas -. Pero se logró establecer que lo sustancial
de la eliminación de subsidios a las exportaciones agrícolas
deberá efectuarse en la primera parte del antes mencionado plazo.
Sin embargo falta aún negociar disciplinas vinculadas con la ayuda
alimentaria, con los programas de crédito a las exportaciones y
con las prácticas de empresas estatales de exportación.
También se logró incorporar el compromiso de vincular
el nivel de ambición de los resultados en la cuestión agrícola
con los del acceso a mercados de productos industriales (NAMA), pero señalando
que ello debe lograrse en una forma balanceada y proporcional, consistente
con el principio de tratamiento diferencial y especial. Esto es, contemplando
la situación de los países en desarrollo, punto central
en los planteamientos en los que participó nuestro país.
Al respecto el texto acordado en Hong Kong dice lo siguiente:
Equilibrio entre la agricultura y el AMNA 1. Reconocemos que es importante
adelantar los objetivos de desarrollo de esta Ronda mediante mayor acceso
a los mercados para los países en desarrollo tanto en la agricultura
como en el AMNA (NAMA en su sigla en inglés). Con ese fin, encomendamos
a nuestros negociadores que aseguren que haya un nivel de ambición
en el acceso a los mercados para la agricultura y el AMNA comparablemente
elevado. Esta ambición ha de alcanzarse de una manera equilibrada
y proporcionada, compatible con el principio de trato especial y diferenciado.
Entre otros compromisos adoptados en Hong Kong, están los que
se refieren a la situación de países de menor desarrollo
relativo y, en particular, la de los productores de algodón. La
cuestión de los subsidios a la producción del algodón,
fue precisamente la que produjo en 2003 el fracaso de la Conferencia Ministerial
de Cancún, como consecuencia de las diferencias de intereses entre
un grupo de países africanos y, especialmente, los Estados Unidos.
Los primeros meses del año próximo serán entonces
decisivos para los resultados que finalmente puedan lograrse en la Rueda
Doha. Si los esfuerzos requeridos no tuvieran éxito, es probable
que o las negociaciones fracasen o se pospongan por algunos años
más, dependiendo de la posibilidad de lograr una renovación
del mandato negociador que el Congreso otorga al Presidente de los Estados
Unidos.
También en los próximos meses, el ajuste de empresas a
las nuevas condiciones de competencia que resultan de negociaciones comerciales
internacionales, será una cuestión que requerirá
especial atención.
Lo pone de manifiesto la experiencia de los Estados Unidos y de la Unión
Europea, al intentar contrarrestar los efectos que algunas de sus empresas
confrontan al tener que adaptarse a la competencia de productos -especialmente
textiles- provenientes, en particular, de China (sobre lo que significa
este país como fuente de desafíos y oportunidades para la
Argentina, ver el libro recién publicado con el título "China:
Cómo puede la Argentina aprovechar la gran oportunidad", de
Carlos Tramutola (h), Lucio Castro y Pablo Monat, y con prólogo
de Gustavo Grobocopatel, Edhasa, Buenos Aires 2005).
Se ha señalado que el problema es que, en muchos casos, las medidas
que pueden adoptarse para ayudar a empresas en su transición a
nuevas condiciones de competencia, no son conciliables con las reglas
vigentes de la OMC. De allí que, recientemente, un experto haya
propuesto reformas en materia de salvaguardias y de ayudas estatales a
la reconversión industrial, poniendo en ambos casos límites
a la amplitud y duración de las medidas, y asegurando que ellas
den lugar a un efectivo plan de reconversión por parte de las empresas
que se consideran afectadas (ver Richard Cunningham, en "Easing the
pain of trade liberalization", Center for European Reform Bulletin,
December 2005/January 2006, www.cer.org.uk).
La lección del caso textil, es que torna necesaria prever la
cuestión de las sensibilidades de sectores productivos a las aperturas
de mercados resultantes de acuerdos internacionales. No debería
ser una reacción tardía, tal como ocurriera precisamente
en el sector textil, donde en muchos países no se aprovechó
el período de diez años que transcurrió desde que
se acordó en 1995 el fin del régimen de cuotas del Acuerdo
de Textiles y Vestimentas. El proceso de adaptación debería
ser, en cambio, regulado al momento de acordarse nuevas reglas de juego
o cuando las vigentes demuestran su ineficacia, como ocurre hoy en la
OMC y en el Mercosur.
Las actuales negociaciones de la Rueda Doha, como las del propio Mercosur
y las de éste con la Unión Europea, ponen de manifiesto
que la cuestión de sectores y productos sensibles - sean ellos
industriales o agrícolas - es de las más difíciles
que tienen los negociadores en sus respectivas agendas. El abordar en
forma explícita tal cuestión, previendo mecanismos de adaptación
y válvulas de escape que sean aceptables, es por lo tanto una cuestión
sensible de alta prioridad, de la cual puede depender, incluso, el éxito
de una negociación o de la apertura comercial.
En relación al Mercosur, puede sostenerse que tras la reciente
Cumbre de Montevideo, se ha iniciado una nueva etapa. La simple lectura
de lo acordado (ver los textos completos de lo acordado, en www.mercosur.org.uy),
permiten identificar tres razones que justifican la idea de una nueva
etapa.
La primera es que se han dado significativos pasos para consolidar la
unión aduanera (Decisión CMC 37/05, que reglamenta, entre
otros aspectos, la eliminación del doble cobro del arancel externo
común), sin perjuicio de mantener su flexibilidad (Decisiones CMC
33/05, regímenes especiales de importación; 39/05, bienes
de informática y telecomunicaciones, y 40/05, bienes de capital),
y para centrar la construcción del espacio económico común,
en instrumentos de transformación productiva conjunta y de tratamiento
de asimetrías estructurales (Decisión CMC 24/05, que reglamenta
el Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur). Son pasos en
la buena dirección. Se requiere completar su efectiva vigencia
y continuar con otros pasos pendientes, como es el tratamiento de sectores
que enfrentan dificultades transitorias o estructurales de ajuste al pleno
funcionamiento de la unión aduanera.
La segunda razón es que se inició el camino de un necesario
perfeccionamiento institucional del proceso de integración. Al
respecto, cabe destacar la firma del Protocolo que crea el Parlamento
del Mercosur - como su Preámbulo destaca, implica reafirmar la
voluntad política de fortalecer y profundizar el proyecto estratégico
-; la aprobación de las Reglas de Procedimiento del Tribunal Permanente
de Revisión (Decisión CMC 30/05), órgano principal
del Protocolo de Olivos sobre solución de controversias, y la creación
de un grupo de alto nivel para elaborar una propuesta integral de reforma
institucional del Mercosur (Decisión CMC 21/05).
Y la tercera razón es que se ha abordado la compleja tarea -
prevista en el momento fundacional - de incorporar nuevos países
miembros. Las complejidades son nítidas tanto en el plano político,
como en el económico-comercial y en el técnico. En cada
caso concreto requerirá a la vez tiempo y prudencia, ya que son
muchos los intereses en juego a preservar. Al respecto se aprobó
la reglamentación del artículo 20 del Tratado de Asunción
- que es el que prevé la adhesión de nuevos miembros - (Decisión
CMC 28/05), estableciendo pasos a desarrollar y requerimientos a cumplir
para concretar la respectiva adhesión, proceso que debe culminar
con la firma de un Protocolo a ser aprobado, luego, por los respectivos
Congresos. Se inició, además, el camino para incorporar
a Venezuela, país que tendrá un status transitorio especial
que le permitirá participar de los órganos con voz pero
sin voto (Decisión CMC 29/05 y firma de un "acuerdo marco").
Como es natural, la nueva etapa estará caracterizada por progresos
graduales y por dificultades significativas. Requerirá de una creciente
eficiencia de los órganos existentes, incluyendo la Secretaría
Técnica y la Presidencia del Comité de Representantes Permanentes,
ambos con nuevos titulares. Pero sobre todo, demandará un afinamiento
del liderazgo compartido de la Argentina y del Brasil - que han renovado
en su reciente Cumbre bilateral el compromiso de impulsar juntos el proceso
de integración - (sobre las perspectivas y posibilidades futuras
de la relación entre la Argentina y el Brasil, ver el reciente
informe "Argentina y Brasil 2015: Construyendo una visión
compartida", coordinado por Félix Peña y José
Botafogo Gonçalves, estudio del Consejo Argentino para las Relaciones
Internacionales, Centro Brasileiro de Relaçôes Internacionais
y Fundación Konrad Adenauer, Buenos Aires 2005, cuyo texto puede
consultarse en www.cari1.org.ar).
En lo inmediato, cabe a la Argentina una responsabilidad principal, por
el hecho que ejercerá en el primer semestre de 2006, la Presidencial
Pro-Tempore del Mercosur.
Al desarrollo de los pasos comprometidos en la Cumbre de Montevideo,
se suman otros dos fuertes desafíos inmediatos que tendrá
que encarar el Mercosur.
El primero es adaptarse a las nuevas realidades políticas de la
región, reflejadas entre otros hechos significativos, en la victoria
de Evo Morales en las elecciones presidenciales de Bolivia. Tales realidades
se reflejarán, además, en el futuro desarrollo de la idea
de una Comunidad Sudamericana, para lo cual los países que la integran
acordaron constituir en ocasión de un encuentro en Montevideo -
en ocasión de la Cumbre del Mercosur - una comisión de reflexión
estratégica coordinada por Venezuela y Uruguay, e integrada por
representantes personales de los Presidentes de los doce países
miembros.
El segundo desafío relevante, será el cumplir con la promesa
expresada por varios de los Presidentes en sus discursos en la pasada
Cumbre, de lo que en la expresión del Presidente Tabaré
Vázquez significará "llenar al Mercosur de ciudadanía",
idea reflejada en su iniciativa de "Somos Mercosur". El Presidente
Lula en su discurso en Montevideo, puso énfasis en la necesidad
de relacionar al Mercosur con la vida cotidiana de los ciudadanos de sus
países.
El logro de tal objetivo, implicará abandonar prácticas
de baja transparencia en las negociaciones, reflejadas en el hecho que
documentos relevantes de interés público, siguen siendo
calificados como "reservados". Entran en tal categoría
no sólo los informes semestrales que prepara la Secretaría
Técnica, en los que se analizan progresos en relación a
cuestiones importantes de la evolución del Mercosur, pero también
- y aunque parezca una paradoja - aquellos referidos a cómo asegurar
una mayor transparencia y participación ciudadana, como ocurriera
precisamente en la Cumbre de Montevideo con un proyecto de decisión
presentado por el Uruguay. No sólo no fue aprobado, sino que fue
clasificado como reservado, a pesar que el gobierno uruguayo solicitara
expresamente que se hiciera público.
|