La cuestión de las salvaguardias reclamadas por la Argentina
dominó la escena en ocasión de la última Cumbre del
Mercosur y en las semanas que la precedieron.
La Cumbre se realizó en Ouro Preto el 17 de diciembre. Previamente,
los días 15 y 16 de diciembre el Consejo del Mercosur se reunió
en Belo Horizonte (ver el acta de la XXVII Reunión del Consejo
del Mercado Común en www.mre.gov.br).
En Ouro Preto no hubo el festejo que se había anticipado. Ni tampoco
hubo, como también se pronosticaba, un colapso que equivaldría
a reconocer el fin del Mercosur.
Pero no se pudo avanzar en la solución de las cuestiones principales
que afectan, desde hace unos años, su eficacia y su imagen. Entre
otras, cabe mencionar tres: la de la calidad institucional; la de la integración
productiva y, la de los mecanismos para contemplar problemas originados
en distintos tipos de asimetrías y de desnivelación del
campo de juego. Esta última ha sido la que se ha conocido en la
prensa y en los debates públicos como la cuestión de las
salvaguardias.
Otra cuestión relevante, es la de la articulación de los
intereses de los países socios en sus negociaciones comerciales
internacionales, la que puede considerarse como una resultante de los
problemas antes mencionados.
El festejo anticipado se relacionaba con los diez años de la anterior
Cumbre de Ouro Preto. En aquella ocasión, se aprobaron decisiones
relevantes para la construcción del Mercosur, entre otras, las
que se refieren al arancel externo común -elemento distintivo de
la unión aduanera creada en el Tratado de Asunción de 1991-,
al régimen automotriz y a la estructura institucional. Esta última
se reflejó en el denominado Protocolo de Ouro Preto. Cabe destacar
que este Protocolo sólo se refiere a la estructura institucional;
a los mecanismos de decisión; a los efectos de las normas aprobadas,
y a la personería jurídica internacional del Mercosur. Es
muy frecuente que se le atribuya al Protocolo la creación de la
unión aduanera. No es así: ninguna de sus disposiciones
se refieren ni al arancel externo común, ni a ningún otro
aspecto que no fueran los exclusivamente institucionales.
Uno de los escenarios posibles era precisamente el que la reciente Cumbre
diera lugar a lo que ya se denominaba como el Protocolo de Ouro Preto
II, sea en una variante poco ambiciosa -que implicara sólo incorporar
los órganos que se habían creado después de 1994,
tales como la Secretaría Técnica y la Presidencia del Comité
de Representantes Permanentes- o en una más ambiciosa -que además
encarara otras insuficiencias instrumentales e institucionales del proceso
de integración- (ver este Newsletter, noviembre 2004). No ha sido
así. Se dio algo más próximo al tercer escenario
anticipado, esto es, apenas referencias marginales a la cuestión
institucional en el comunicado conjunto de los Presidentes (ver Comunicado
Final de los Presidentes de los Estados Partes del Mercosur, en www.mre.gov.br)
y la aprobación de una Decisión del Consejo que impulsa
el proceso de creación del Parlamento del Mercosur, con procedimientos
y calendario precisos para su ejecución (las Decisiones del Consejo
serán publicadas en www.mercosur.org.uy
).
Predominó al respecto, la tesis argentina que había sido
anticipada por el Ministro de Economía, Roberto Lavagna, en su
discurso en el Coloquio Anual de IDEA (ver este Newsletter, noviembre
2004). En efecto, la posición argentina fue que no había
espacio ni para festejos ni para avanzar en la cuestión institucional
-aún en su versión de mínima-, si no se abordaban
al mismo tiempo las cuestiones sustantivas que afectan el funcionamiento
del Mercosur.
En tal sentido, en su discurso en la Cumbre de Ouro Preto, el Presidente
Kirchner puso énfasis en la necesidad de dotar de más eficiencia
a los métodos de trabajo del Mercosur; a la necesidad de rescatar
en toda su plenitud el Tratado de Asunción y a que los beneficios
que se generan con el bloque regional se extiendan a todos los países
socios y a todos los sectores internos (ver
el texto completo del discurso aquí).
En los días que precedieron a la Cumbre, el debate en torno a
las cuestiones sustantivas dio lugar a varios pronósticos sobre
la muerte del Mercosur. Esta vez, ellos fueron frecuentes en editoriales
y artículos de opinión de la prensa brasilera. En ciertos
casos provenían de algunos sectores empresarios del Brasil.
En una de las versiones más extremas y difundidas, se planteaba
la necesidad de retrotraer el Mercosur a una zona de libre comercio, aparentemente
con el fin de lograr de tal forma, la libertad necesaria para que el Brasil
pudiera avanzar por su cuenta en las negociaciones comerciales internacionales,
tanto con la Unión Europea como con los Estados Unidos. En particular,
tales posiciones suponían atribuir a la alianza con la Argentina
el fracaso reciente en las negociaciones con la Unión Europea.
En cierta forma, la posición crítica sobre el Mercosur
aparecía incentivada por lo que se percibía como una actitud
de frialdad excesiva de la Argentina en relación a un objetivo
estratégico valorado por el Brasil, que era el de promover un proyecto
más ambicioso de integración sudamericana. La ausencia del
Presidente Kirchner en la Cumbre Sudamericana del Cuzco y Ayacucho, el
pasado 9 de diciembre (ver el artículo de Félix Peña,
"El alcance de la institucionalización del espacio sudamericano",
en El Cronista, lunes 6 de diciembre, 2004), contribuyó a generar
en la prensa un ambiente de animosidad entre el Brasil y la Argentina,
que por momentos parecía retrotraer la calidad de la relación
bilateral al período anterior al camino de integración iniciado
en 1986 con el lanzamiento del Programa de Integración impulsado
por los Presidentes Alfonsín y Sarney. Cuestiones como la de la
silla permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas -objetivo
procurado intensamente por Itamaraty- podrían haber contribuido
a ese clima enrarecido que se observó, especialmente en los medios
de comunicación, en vísperas de la Cumbre de Ouro Preto.
Finalmente, predominó la cordura y la visión estratégica.
Una vez más en Ouro Preto, se puso de manifiesto una constante
en la corta historia de la construcción del Mercosur. A la hora
de adoptar definiciones y más allá de los conflictos comerciales
y de otras diferencias, los Presidentes optan por continuar impulsando
el proceso de integración. Es posible que ello se deba a la falta
de opciones estratégicas razonables alternativas a la de la construcción
del Mercosur -y ello parece ser válido incluso en el caso del Brasil-,
como también al hecho que se reconocen los costos políticos
internos e internacionales que implicaría reconocer abiertamente
el fracaso de una iniciativa que, a la vez, ha sido valorada por las respectivas
opiniones públicas y ha llegado a tener incluso imagen positiva
en el frente internacional.
La insistencia de la Unión Europea en negociar sólo con
el Mercosur y no con cada país individualmente -al menos teniendo
en cuenta los términos del actual mandato negociador otorgado a
la Comisión Europea, cuya eventual modificación llevaría
probablemente más tiempo que el que se estima razonable para concluir
con las actuales negociaciones birregionales-, podría haber tenido,
en tal sentido, un efecto positivo en la decisión presidencial
de continuar impulsando el Mercosur.
Al respecto, la posición del gobierno del Brasil ha sido muy nítida
a favor del Mercosur. Se refleja tanto en pronunciamientos del propio
Presidente Lula como del Canciller Amorim (ver los textos de los pronunciamientos
del Presidente Lula en Ouro Preto y de diversas declaraciones del Canciller
Amorim, en www.mre.gov.br)
y de otros funcionarios de alto nivel, como es el caso en particular,
del asesor presidencial para asuntos internacionales, el profesor Marco
Aurelio García.
Lo cierto es que, luego de Ouro Preto, las cuestiones principales de
la agenda del Mercosur siguen pendientes. Entre otras, está la
de las salvaguardias reclamadas por la Argentina.
La cuestión de las salvaguardias en el Mercosur tiene ya una historia
larga. Se origina en el hecho que las previstas por el Tratado de Asunción,
caducaron al concluir en diciembre de 1994 el denominado período
de transición.
Es una cuestión, por lo demás, que ha originado siempre
dificultades en la aplicación de las reglas de juego en el comercio
internacional (para un análisis reciente y exhaustivo sobre las
salvaguardias en el comercio internacional, ver Y.S.Lee, "Safeguard
Measures in World Trade", Kluwer Law Internacional, 2003). Un caso
reciente que involucra a la Argentina, es el de la reglamentación
de las salvaguardias que podrán aplicarse a productos originados
en China en virtud de lo previsto en el Protocolo de Adhesión de
ese país a la OMC (ver
Decretos 1859 y 1860 del 17 de diciembre de 2004 aquí).
En particular en el ámbito de la OMC el abordaje de la cuestión
de las salvaguardias -concebidas como mecanismos de escape que autorizan
la no aplicación transitoria de compromisos jurídicos asumidos
en el comercio internacional-, requiere ser colocada en la perspectiva
más amplia de un sistema crecientemente orientado por reglas que,
a su vez, son tuteladas por un eficaz mecanismo de solución de
controversias (sobre el mecanismo de solución de controversias
y sus implicancias prácticas para la Argentina, ver José
Luis Pérez Gabilondo, "Manual sobre Solución de Controversias
en la Organización Mundial del Comercio", Buenos Aires, EDUNTREF,
2004).
La Argentina consideró en distintas oportunidades que ellas debían
ser restablecidas en el Mercosur. Tal fue el caso en la Cumbre de Fortaleza
en 1996. La argumentación principal era que si bien el período
de transición previsto en el Tratado de Asunción había
concluido, la prórroga del plazo para la plena vigencia de la liberación
total del comercio recíproco -por el régimen de adecuación
establecido en 1994 y por la prórroga de la liberación comercial
en la industria automotriz, y también por el plazo establecido
para completar el arancel externo común que fuera aprobado incluyendo
listas transitorias de excepciones- hacía que de hecho el objetivo
procurado de una unión aduanera requeriría aún de
más tiempo.
Luego, tras la devaluación del Real a principios de 1999, la cuestión
no sólo se actualizó sino que adquirió una relevancia
política significativa. Al igual que en las oportunidades anteriores,
en esta oportunidad el Brasil rechazó las propuestas argentinas.
Se prefirió una solución casuística de los problemas
planteados en algunos sectores -como, entre otros, el papel y el calzado-
a través de acuerdos de restricción voluntaria de exportaciones
celebrados por los respectivos sectores empresarios. En febrero de 1999,
una comisión de monitoreo fue establecida a nivel bilateral entre
la Argentina y el Brasil, a fin de detectar a tiempo los problemas que
pudieran originarse como consecuencia de la disparidad cambiaria resultante
de la mezcla de la devaluación del Real y del régimen de
convertibilidad existente en la Argentina. Una vez más en el 2001
la cuestión alcanzó fuerte notoriedad política. Y
tampoco entonces fue posible lograr el necesario consenso en torno a un
mecanismo de escape aceptable para todos los socios. Más recientemente
la cuestión ha sido nuevamente instalada en el centro de la agenda
de las relaciones comerciales entre la Argentina y el Brasil, así
como también en la del Mercosur.
La cuestión de las salvaguardias es la expresión en el
plano instrumental, de diferencias de interpretación entre la Argentina
y el Brasil sobre el fondo del problema.
Para el Brasil -se observa al respecto una marcada coincidencia entre
la posición gubernamental y la empresaria-, el fondo del problema
se relaciona con insuficiencias estructurales de competitividad de algunos
sectores industriales de la Argentina. Argumenta que las salvaguardias
serían contrarias al espíritu y a la letra del Tratado de
Asunción. Concretamente, considera que ellas fueron prohibidas
para el período posterior al 31 de diciembre de 1994. Estaría
dispuesto a aceptar acuerdos voluntarios entre empresarios de los sectores
afectados, en la medida que ellos no sean vulnerables en la perspectiva
de su régimen de defensa de la competencia. Incluso ofrece modalidades
de financiamiento del BNDS, a fin de facilitar la competitividad de empresas
argentinas en el mercado brasilero.
Para la Argentina en cambio, sin perjuicio de reconocer problemas estructurales
de competitividad de algunos de sus sectores industriales, las dificultades
principales se originan en el hecho que los supuestos bajo los cuales
se concluyó el Tratado de Asunción no pudieron cumplirse
plenamente. En particular, se refiere a la coordinación macroeconómica
y a la articulación de sectores productivos, específicamente
previstos en el pacto original como parte integral del proceso que debía
conducir primero a la unión aduanera y luego al mercado común.
De allí que el argumento que el Tratado de Asunción no está
plenamente vigente, esté presente en diversas declaraciones del
Ministro Lavagna y también en el antes mencionado discurso del
Presidente Kirchner, en Ouro Preto.
Lo concreto ahora es que, tras la Cumbre de Ouro Preto, habrá
que seguir negociando una fórmula que contemple todos los intereses.
La reafirmación de la validez estratégica del Mercosur y
de su orientación como instrumento de transformación productiva
de todos los países socios, debería facilitar el logro del
necesario consenso. Para ello se requiere algo de imaginación técnica.
Un análisis interesante, en tal sentido, es el que efectúa
el ex Ministro de Hacienda del Brasil y actual profesor en la Fundación
Getulio Vargas, Luiz Carlos Bresser-Pereira, con el sugestivo título
"A Argentina pode ter razao", en Folha de Sao Paulo, del 20
de diciembre 2004. Precisamente, parte de la base que la unión
aduanera prevista en el Tratado de Asunción, aún no existe.
Algunos elementos para encontrar una solución al problema podrían
ser los siguientes:
Colocar la cuestión en el ámbito más amplio de la
integración productiva en los principales sectores con mayores
sensibilidades, en el plano del comercio y de las inversiones entre los
socios del Mercosur.
Reconocer que nada impide dentro del actual marco legal del Mercosur,
prever mecanismos de escape para los cuáles existe, en la experiencia
del comercio internacional e incluso en otros acuerdos de integración
regional, una amplia gama de opciones. El Tratado de Asunción efectivamente
estableció un plazo para la aplicación de las cláusulas
de salvaguardias originalmente establecidas. Pero en ninguna de sus disposiciones,
prohíbe su utilización en el caso que así lo decidan
los países miembros por medio de una Decisión del Consejo,
que requeriría del consenso. Y no hay en la materia una fórmula
única.
Establecer un mecanismo de escape, que necesariamente debería
ser transitorio y para cuya aprobación en casos concretos, podrían
requerirse procedimientos especiales que aseguren que su uso no fuera
discrecional y arbitrario -por ejemplo, previendo en todos los casos,
una opinión técnica fundada de la actual Secretaría-.
Incluso podría preverse que el mecanismo de escape no podría
afectar más de un determinado porcentaje de las importaciones originarias
del Mercosur, por ejemplo, un 5%. Si se superara tal umbral, los procedimientos
deberían ser más rigurosos e incluir el consenso de todos
los socios.
Vincular tal mecanismo de escape, con la celebración de distintas
modalidades de acuerdos sectoriales de integración productiva,
que podrían contar a la vez, con facilidades financieras para aquellas
empresas que presenten sus propuestas de reconversión a fin de
participar plenamente del respectivo acuerdo sectorial.
Relacionar los acuerdos sectoriales -que deberían ser gubernamentales
pero celebrados con la activa participación de los empresarios
interesados- con el actual planteo de desarrollo de foros de competitividad
que promuevan la integración de cadenas de valor orientadas a la
exportación.
Avanzar en el desarrollo de reglas de juego, que contemplen los impactos
negativos de asimetrías de dimensión económica y
diferencias en las competitividades relativas de los socios. En particular,
cobran importancia las que se refieren a los incentivos fiscales a la
inversión, como así también a la neutralización
de los efectos de políticas sectoriales que contribuyan a desnivelar
el campo de juego en la competencia económica entre las empresas
que operan en los distintos países miembros del Mercosur.
En el primer semestre de 2005 será preciso avanzar en algunas
de las iniciativas acordadas en Ouro Preto, pero que requerirán
de mayor elaboración a fin de adquirir su plena vigencia práctica
-como son las que se refieren al fondo de convergencia estructural, a
la creación del Parlamento del Mercosur y al doble cobro del arancel
externo. Otras necesitarán una mayor difusión, a fin de
que los empresarios puedan apreciar sus verdaderos alcances -como es el
caso del Protocolo de Compras Gubernamentales, cuyo texto no figura en
la página Web oficial del Mercosur (www.mercosur.org.uy)-.
Pero será sin dudas, la denominada cuestión de las salvaguardias
-con todo lo que ella implica conforme se analizó más arriba-
la que mayor atención demandará de los respectivos gobiernos,
de los sectores empresarios y de los expertos.
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