Finalmente no fue posible lograr un acuerdo. En efecto, en Lisboa, el
20 de octubre, el Mercosur y la Unión Europea debieron constatar
que no podían concluir, como estaba originalmente previsto, el
acuerdo de asociación bi-regional. Se suponía que debía
firmarse antes del 31 de octubre (ver este Newsletter, septiembre 2004).
En su comunicado final (ver la nota de prensa nº 487 del 20 de octubre
de la Cancillería del Brasil, país que ejerce la Presidencia
Pro-Tempore del Mercosur, en www.mre.gov.br),
ambas partes reiteraron la prioridad de su relación estratégica
y, en ese contexto, la de la negociación de un acuerdo de asociación
inter-regional. Reconocieron que aún será necesario hacer
mucho más a fin de alcanzar un acuerdo con un nivel de ambición
que refleje tal importancia estratégica.
Acordaron realizar una reunión de coordinadores antes de fin de
año a fin de preparar una nueva reunión ministerial a realizarse
en el primer trimestre de 2005. No fijaron fecha para la conclusión
del acuerdo.
La posición oficial es que no hubo un fracaso. En tal sentido,
en París, dos días después de la reunión de
Lisboa, Celso Amorim, el Canciller del Brasil - interpretó de la
siguiente forma sus resultados: "Não houve fracasso na reunião
de Lisboa. O fracasso está na cabeça das pessoas e não
corresponde à realidade. (...) Esta negociação é
muito complexa. O Brasil nunca teve uma negociação deste
tipo. Nunca chegamos ao ponto a que nós chegamos agora com a União
Européia. Nós estamos em pleno acordo sobre o arcabouço
conceitual que deve continuar prevalecendo nas negociações.
Ninguém pôs em dúvida esse arcabouço - ao contrário,
de certa maneira, do que aconteceu na ALCA, em que se achou que havia
um arcabouço definido em Miami e depois surgiram dúvidas.
Sem pôr culpa em quem quer que seja, mas surgiram dúvidas
sobre a interpretação de Miami. Neste caso, não.
Nós sabemos o que estamos negociando, sabemos como se poderá
chegar a um acordo, mas há diferenças sobre números,
sobre o que fazer em relação a cada setor específico,
o que é normal numa negociação. (...) Se você
considerar que esta negociação só começou
para valer em novembro do ano passado, acho que esta negociação
avançou muito, até em termos de conhecimento interno, ao
testar setor por setor, para saber até que ponto se pode ir, em
especial quando há algum sacrifício. Isto é verdade
para eles também. Acho que não houve fracasso; houve avanço
importante, foi uma reunião muito produtiva. (...) Quanto aos prazos,
eles são apenas metas indicativas. (...) Continuo com o mesmo otimismo;
e também com confiança, que é mais do que otimismo"
(ver la nota de prensa nº 491 del 22 de octubre de la Cancillería
del Brasil, en www.mre.gov.br).
Sin embargo, en general la prensa, especialmente la del Brasil, calificó
el resultado como un fracaso (ver en particular, la cobertura el 21 de
octubre, en los diarios Valor Económico, O Estado de S.Paulo y
Folha de S.Paulo).
Es la opinión que ha predominado en muchos de los analistas e,
incluso, de los medios empresarios.
Dada la voluntad política de continuar negociando y casi diez
años después de firmado el Acuerdo marco de Madrid (1995)
entre la Unión Europea y el Mercosur -punto inicial que condujo
al proceso negociador a partir de 1998- es posible plantear algunas preguntas
en torno a la experiencia acumulada en el camino ya recorrido, a fin de
llegar al ambicioso objetivo de concretar una asociación estratégica
bi-regional con contenido político y económico relevante.
Cabe tener presente que ambas regiones han reconocido desde el comienzo
el valor político y estratégico -y no exclusivamente económico
y comercial- de la asociación bi-regional, así como lo difícil
que resultaría lograr que las negociaciones culminaran con éxito
en los plazos establecidos.
Las negociaciones han sido efectivamente largas, complejas y, sobre todo,
arrítmicas. Por momentos han entrado en prolongadas mesetas sin
acciones relevantes. Hasta la etapa final han predominado dificultades
e incertidumbres. Sin embargo, si se siguió insistiendo casi hasta
el último momento en el plazo del 31 de octubre, es probablemente
porque los negociadores estimaron que iban a poder concluir al menos un
primer acuerdo, que luego requeriría negociaciones adicionales
a la luz de los resultados de las de la Rueda Doha en la OMC. Es quizás
en esa perspectiva que se explica la calificación de fracaso del
esfuerzo negociador.
A veces se ha generado la sensación, quizás incorrecta,
que ninguna de las partes podía reconocer que no estaba en condiciones
de llegar a un acuerdo, al menos efectuando las concesiones mínimas
que la otra parte podía considerar como aceptable. La ausencia
de un suficiente stock de concesiones mínimas puede explicar la
referencia que el comunicado de prensa de Lisboa efectúa sobre
el nivel de ambición que no se pudo alcanzar.
Incluso, el seguimiento de las negociaciones por los medios de comunicación
-muchas veces la única fuente accesible para quienes no fueran
negociadores- dejaba la impresión -quizás también
incorrecta- de que la principal preocupación de cada parte era
hacer recaer sobre la otra la responsabilidad de un eventual fracaso.
Y en última instancia, ambas partes parecían coincidir,
por distintos motivos, en evitar que se instalare la idea de que el no
cumplimiento del plazo proclamado pudiera ser visualizado como un fracaso.
Las principales dificultades enfrentadas en estas negociaciones han tenido
que ver, entre otros factores con:
- el grado de ambición en los objetivos perseguidos -un acuerdo
de asociación estratégica, asentado sobre tres pilares,
uno político, el otro de cooperación económica
y el tercero, de libre comercio entre dos uniones aduaneras con distintos
grado de avances reales en su evolución-;
- las pronunciadas asimetrías entre ambas partes -definidas en
términos de dimensión económica de los respectivos
espacios regionales y de grado de desarrollo relativo de sus miembros-;
- las también fuertes diferencias en el valor relativo y el grado
de prescindibilidad, de cada región con respecto a la otra, en
particular en términos de seguridad, de comercio, de inversiones
y de progreso técnico;
- las diferencias institucionales -existencia, en el caso de la Unión
Europea, de un órgano común que negocia en nombre del
bloque económico bajo un mandato establecido por los países
miembros y, en el otro, el del Mercosur, la coordinación rotativa
de las negociaciones a cargo de un país miembro en ejercicio
de la presidencia semestral y sin intervención de un órgano
técnico que asegure la continuidad y que exprese la visión
de conjunto de los socios-, y
- la simultaneidad de las negociaciones con las desarrolladas -sobre
agendas similares- en el ámbito de la Organización Mundial
del Comercio y en el del ALCA, esto es con los Estados Unidos, país
con especial gravitación política y económica tanto
en el Mercosur como en la Unión Europea.
Sin perjuicio de muchas otras, algunas de las preguntas más relevantes
a responder a la luz de los resultados alcanzados, parecerían ser
las siguientes:
- ¿es que los métodos de trabajo y de articulación
de intereses que se han empleado en el desarrollo de las negociaciones,
han estado adaptados a las complejidades y ambición de los objetivos
procurados?;
- ¿se ha logrado reflejar a través de los mecanismos de
negociación empleados, la visión política y estratégica
que ambas partes han proclamado formalmente como orientadora de la construcción
de la asociación bi-regional?;
- ¿han estado suficientemente vinculadas entre sí, las
negociaciones desarrolladas en torno a los tres principales pilares
de la asociación bi-regional, esto es, el político, el
de la cooperación, y el del espacio de libre comercio en el marco
de la normativa de la OMC?;
- ¿ha habido una razonable continuidad en los equipos negociadores
y, además, en el caso concreto del Mercosur, un grado adecuado
de coordinación tanto en la definición de los objetivos
a alcanzar, como en la de los contenidos concretos de las negociaciones?;
- ¿es el de las Cumbres periódicas entre el Mercosur y
la Unión Europea -desarrolladas en el marco de la Cumbre más
amplia y, por lo tanto, heterogénea entre la Unión Europea
y América Latina- un mecanismo idóneo para asegurar un
suficiente y real impulso político a la construcción de
una asociación bi-regional con las características antes
mencionadas -al menos con las modalidades concretas con las cuales ellas
se han desarrollado?;
- ¿la participación de la sociedad civil y de sus representantes
-especialmente, los parlamentos y las instituciones empresarias y sindicales-,
ha sido la adecuada para reflejar los intereses de todos los potenciales
ganadores y perdedores de ambas regiones, y para lograr construir un
consenso que aspire a contar con una legitimidad social sustentable?;
- ¿se ha asegurado un grado elevado de transparencia sobre las
negociaciones, a fin de permitir su seguimiento y decodificación
por las respectivas sociedades civiles, sectores interesados y medios
académicos, diseminando a través de Internet y en forma
oportuna, los proyectos de textos -como ocurriera en el caso del ALCA-
y las respectivas ofertas negociadoras -como es frecuente en la actualidad
en diferentes países?;
- ¿qué impacto han tenido en el desarrollo de las negociaciones
bi-regionales, tanto las dificultades para avanzar en el cumplimiento
de la agenda acordada en Doha para las negociaciones comerciales multilaterales
-con la consiguiente postergación de los plazos-, como el estancamiento
producido en los últimos meses en las negociaciones hemisféricas
con los Estados Unidos en el ámbito del ALCA?;
- ¿se han extraído suficientes consecuencias prácticas
-tanto en el plano de las negociaciones gubernamentales, como en los
de las diplomacias empresaria y académica- de la dimensión
triangular de la relación que en materia política y estratégica,
y en el plano de la competencia económica, del comercio y de
las inversiones, existe -y en realidad ha existido siempre- entre los
países miembros del Mercosur, los de la Unión Europea
y los Estados Unidos?
- ¿se han explorado todas las opciones que permite el marco establecido
por las reglas de juego de la OMC, como por ejemplo, para concluir un
primer acuerdo conteniendo un "stock preferencial" inicial
suficiente a fin de cumplir con el artículo XXIV del GATT-1994
y abrir luego un proceso negociador pautado -agenda negociadora y cronograma-destinado
a profundizar dicho "stock preferencial" a la luz de los resultados
de la Rueda Doha -esto es, un "stock preferencial Doha-plus"?;
- ¿se han explicitado en forma suficiente a las respectivas opiniones
públicas -incluyendo sus legítimos representantes en los
Parlamentos- los criterios utilizados para apreciar el valor de los
resultados que se aspira alcanzar con las negociaciones bi-regionales,
en particular, en términos de inversiones que faciliten la transformación
productiva y la integración económica entre los países
miembros del Mercosur?, y
- ¿ha existido una correlación entre el interés
formalmente atribuido por ambas partes a la construcción de la
asociación bi-regional y la energía política de
alto nivel realmente empleada para lograr tan ambicioso objetivo?
Las respuestas a estas preguntas y a otras que puedan surgir del necesario
debate público sobre la experiencia acumulada por las dos regiones
en estos últimos años -tras decenas de reuniones, incluyendo
las del más alto nivel político, con cientos de horas de
negociaciones y fuertes expectativas generadas-, permitirán enriquecer
la nueva etapa de las relaciones entre la Unión Europea y el Mercosur,
abierta como consecuencia de la reunión de Lisboa.
Sin pretender responder aún tales preguntas, pueden identificarse
por lo menos tres causas sustantivas y tres metodológicas para
explicar los resultados obtenidos -además de las conocidas diferencias
en relación al comercio agrícola, que en buena medida debían
ser resueltas en las negociaciones multilaterales en el marco de la OMC-.
Las causas sustantivas podrían tener que ver, en primer lugar,
con la baja importancia relativa del Mercosur para la UE en comparación,
por cierto, a otras prioridades de mayor valor estratégico y económico,
como las resultantes de la ampliación -incluso, los incentivos
para negociar podrían haber disminuido al estancarse las negociaciones
del ALCA- En segundo lugar, con el impacto en las negociaciones de las
ya mencionadas profundas asimetrías de dimensión económica
y grado de desarrollo entre una región y otra. Y en tercer lugar,
con la percepción europea de un Mercosur poco creíble y
que en ciertos temas habría puesto de manifiesto dificultades de
articulación en torno a la agenda negociadora -como por lo demás
también ocurriera en algunas cuestiones en la propia UE-.
En cuanto a las causas metodológicas, las principales podrían
relacionarse con, en primer lugar, las asincronías en los avances
en los otros dos frentes negociadores importantes para la UE y el Mercosur,
esto es, la OMC y el ALCA. Recordemos que en los tres casos se había
previsto concluir al final de este año. En segundo lugar, con discontinuidades
y fragmentaciones en la conducción de las negociaciones, especialmente
del lado del Mercosur, como consecuencia de su perfil institucional. Y
en tercer lugar, con una cierta desconexión operativa entre la
visión política y estratégica de alto nivel -en particular
en el caso de la UE, tal como se reflejara en las Cumbres recientes- y
lo que ocurría en las negociaciones. Ha flotado la sensación
de un insuficiente oxígeno político para las negociaciones
por la parte con más responsabilidades políticas debido
a su mayor dimensión y grado de desarrollo relativo.
Lo recomendable ahora es que, al continuar negociando, ambas regiones
evalúen y capitalicen la experiencia acumulada en los años
recientes. El sector empresario debería tener un papel significativo
en esta evaluación y en la formulación de cursos de acción
que permitan lograr un acuerdo, a la vez equilibrado y razonablemente
ambicioso. El interés por así hacerlo, al menos del lado
del empresariado del Mercosur, debería estar vinculado con el hecho
que otras regiones y países -como es el caso concreto de Chile-
ya han logrado un acceso preferencial para sus bienes y servicios en el
mercado de la Unión Europea.
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