Difícil pero aún posible. Ese es la síntesis del
diagnóstico que se puede efectuar sobre si finalmente se concluirá
el acuerdo de asociación bi-regional entre el Mercosur y la Unión
Europea, antes del 31 de octubre próximo. Como se sabe esa es la
fecha en que termina el período de la actual Comisión Europea.
La nueva Comisión, bajo la presidencia del portugués José
Manuel Barroso asume el 1º de noviembre. El francés Pascal
Lamy, actual Comisario a cargo de las negociaciones comerciales internacionales
de la Unión Europea, será sustituido por el inglés
Peter Mandelson, quien ha sido Ministro de Comercio del Reino Unido.
Las negociaciones llevan ya seis años -o nueve si se considera
como punto de partida el acuerdo-marco celebrado en 1995 en Madrid- y
no tienen precedente a escala internacional. En efecto, su objetivo es
establecer una zona de libre comercio -con una modalidad compatible con
lo previsto al respecto en la Organización Mundial del Comercio,
concretamente por el artículo XXIV del GATT-1994- que incluye 29
países organizados en dos grandes bloques económicos y que
tendría, a valores actuales, un PBI de diez trillones de dólares
y 677 millones de habitantes.
Las dificultades inherentes al logro de un objetivo tan ambicioso, se
amplifican como resultado de las profundas asimetrías de dimensión
económica y grado de desarrollo entre ambas regiones, así
como por las diferencias significativas que existen en la relevancia relativa
que cada región tiene para la otra, y de la que un acuerdo de asociación
tendría para cada una de ellas.
El hecho que el Mercosur no haya podido avanzar significativamente en
sus objetivos iniciales de constituir una unión aduanera como paso
previo a un mercado común, también ha contribuido a generar
complicaciones en el proceso negociador. Además, los incentivos
a negociar de cada una de las regiones son diferentes y tienen distinta
intensidad.
Incluso, existen signos visibles de que en ambos lados se ha ido perdiendo
el entusiasmo inicial por concluir las negociaciones bi-regionales. Se
ha observado en los últimos tiempos, tanto entre los negociadores,
los gobiernos y los sectores empresarios, una cierta "fatiga negociadora",
la sensación de que si no se concluyen las negociaciones, los efectos
no serían significativos. O que, en todo caso, sea preferible postergar
la fecha de conclusión, antes que cerrar un acuerdo poco atractivo
para unos y otros, el que, incluso, podría comprometer los intereses
recíprocos en las negociaciones multilaterales en la OMC.
Es difícil entonces que se pueda concluir el acuerdo bi-regional
en los plazos originalmente previstos, pues el tiempo que queda es corto
y subsisten las dudas -e incluso resistencias- en ambos lados con respecto
a lo que se conoce sería el contenido preferencial del acuerdo
que se logre. Son dudas referidas a las equivalencias de las concesiones
recíprocas -por ejemplo, entre el valor de las aperturas que los
países del Mercosur logren en la Unión Europea para sus
productos agrícolas, y el de las aperturas que otorguen en materia
de compras gubernamentales y de servicios-, a la extensión de las
cuotas arancelarias y, sobre todo, a sus modalidades y condicionalidades.
Pero si bien difícil, es sin embargo aún posible que el
acuerdo se concluya antes del 31 de octubre, pues la reciente visita de
Pascal Lamy a Brasilia -estuvo allí el domingo 12 de septiembre-
puso de manifiesto su interés en agotar los esfuerzos para concluir
un acuerdo antes de terminar su actual mandato. Lamy ha comprometido mucho
de su tiempo y de su prestigio como negociador en el logro de este acuerdo
bi-regional. Es por lo demás, una personalidad relevante que le
interesa cuidar su futuro en Francia. En el lenguaje directo que le gusta
utilizar para precisar las opciones en los momentos culminantes de cualquier
negociación comercial internacional, señaló que había
hecho el largo viaje desde las islas Fiji, en el Pacífico, para
estar sólo nueve horas en Brasilia, a fin de saber si debía
decirle al Canciller Amorim un "adiós" o un "hasta
luego", y que partía habiéndole dicho "hasta luego".
Ha sido, quizás, la señal más fuerte en la dirección
de la posibilidad de concluir un acuerdo en octubre.
Y también es posible, pues el acuerdo que se logre no necesariamente
agotará el proceso negociador entre ambas regiones, ya que habrá
mucho espacio para ampliar el stock preferencial inicial, especialmente
a la luz de los resultados de las actuales negociaciones comerciales multilaterales
en el ámbito de la OMC, previstos ahora para finales de 2005 o
para el 2006. La clave ahora será poder avanzar en los próximos
días y semanas -dado el eslabonamiento del cronograma previsto-
hacia un punto de equilibrio entre los intereses de ambas partes -y dentro
de la Unión Europea como del Mercosur- a fin de poder presentar
un acuerdo -firmado o quizás inicialado- que a la vez sea relevante
y compatible con la figura de zona de libre comercio en la OMC -figura
que como en el caso de la de la unión aduanera, deja mucho espacio
para construcciones híbridas, pero que, sin embargo, supone el
cumplimiento de ciertos requisitos mínimos, por ejemplo, en términos
de la liberación de los sustancial del intercambio de bienes, dentro
de un período de tiempo, normalmente estimado en diez años-.
Por cierto que si no se logra concluir el acuerdo a finales de octubre
próximo, ello no implicaría necesariamente el fin del actual
proceso negociador. Incluso es posible que los negociadores hagan todo
lo necesario para evitar la palabra fracaso -y sobre todo su imagen-.
Pero subsisten fuertes incertidumbres sobre el impacto que tendrá
el cambio de la Comisión Europea y, en particular, la incidencia
que en el futuro tendrán los intereses de los nuevos países
miembros, algunos de ellos con marcados intereses agrícolas, como
es el caso de Hungría y Polonia. Puede incluso haber dificultades
en la aprobación de un nuevo mandato negociador -si es que ello
fuera considerado necesario- y, en todo caso, ello puede traducirse en
demoras significativas en las negociaciones.
Al respecto, cabe tener en cuenta que en materia de negociaciones comerciales
internacionales -en las que juegan mucho el conocimiento y la confianza
recíproca que sepan construir los respectivos negociadores- la
discontinuidad de los interlocutores pueden siempre generar complicaciones
y, como mínimo, dilaciones en el tiempo. Es por ello que, en general,
los países tratan de que sus negociadores comerciales cambien lo
menos posible. E incluso en algunos casos, ponen al frente de sus relaciones
internacionales, especialistas con fuerte experiencia en el campo de las
negociaciones comerciales internacionales, como ha sido el caso de los
cuatro últimos Cancilleres que el Brasil ha tenido desde 1992.
En el caso europeo, el nuevo Comisario Peter Mandelson, es sin lugar a
dudas, un experimentado negociador. Sin embargo ¿si no se logra
la meta de octubre, se podrán mantener la visión política
y el espíritu que son necesarios para que este tipo de negociaciones
tengan éxito? Probablemente será preciso renovarlos. Y es
prematuro anticipar qué ocurrirá al respecto con el período
que se inicia en la Unión Europea con la instalación de
la Comisión Barroso.
En su visita a Brasilia, Pascal Lamy acordó con Celso Amorim
-el Canciller del Brasil que coordina las negociaciones por el Mercosur,
por ejercer su país durante este semestre la Presidencia Pro-Tempore-,
el procedimiento que eventualmente debería permitir concluir las
negociaciones en el plazo originalmente previsto.
El punto central de lo acordado se refiere precisamente a cambiar una
metodología cuestionada por el Mercosur y que había conducido,
en la práctica, al fracaso de las más recientes reuniones
del Comité de Negociaciones Bi-regionales. La metodología
que en los hechos aplicaron los negociadores europeos, consistió
en ir presentando informalmente ofrecimientos parciales: la técnica
del salame en rodajas. El argumento europeo era que tampoco el Mercosur
hacía una oferta global y completa. Como resultante de la reunión
de Brasilia, se fijó una fecha -el 24 de septiembre- para que ambas
partes intercambien sus ofertas globales y completas en todas las cuestiones
de la agenda negociadora.
En ambos casos, además, se han comprometido a mejorar sus respectivas
ofertas -tanto en bienes, como servicios, inversiones y compras estatales-
además de presentarlas por escrito y completas.
Si la evaluación de las presentaciones fuere positiva, se prevé
realizar una reunión del Comité de Negociaciones Bi-regionales
en la primera semana de octubre. Y si también allí se avanzara,
el proceso negociador podría culminar en una reunión ministerial
en los últimos días de octubre -sería entre el 20
y el 24 de octubre-.
Como ha señalado la Cancillería argentina en una nota informativa
distribuida a los miembros de su Consejo de Comercio Internacional, el
cronograma fijado en Brasilia tiene un carácter provisional y hay
un encadenamiento entre cada paso que depende del grado de satisfacción
que se produzca en ambas partes. Cabe destacar que la Secretaría
de Relaciones Comerciales Internacionales, a cargo del Embajador Martín
Redrado, ha brindado una información amplia y detallada sobre esta
fase eventualmente final de las negociaciones, a través, en particular,
de su Consejo de Comercio Internacional. No existe, en cambio, suficiente
información en las páginas Web oficiales.
En la perspectiva europea, por el lado del Mercosur tal mejoramiento
debería implicar llegar al 90% en la oferta de bienes -frente a
la última oferta que alcanzó el 88%-. Se considera ello
posible. Sin embargo, el Mercosur probablemente insistirá en que
su cronograma de apertura comercial sea más lento que el europeo.
Es decir, que se aplique el criterio de tratamiento especial y diferenciado,
dadas las asimetrías de desarrollo económico existente entre
ambas regiones. También falta lograr acuerdos en cuestiones sensibles
como son las reglas de origen, las salvaguardias y la admisión
temporaria.
El Mercosur debería además -siempre en la perspectiva europea-
ampliar su oferta en compras gubernamentales y servicios. En compras gubernamentales,
de acuerdo a lo trascendido, el Mercosur podría ir más allá
de una oferta de transparencia. Al concluirse esta nota, no estaba claro
aún el alcance de la eventual oferta, ni si había consenso
al respecto entre los socios del Mercosur. Ella podría incluir
un margen de preferencia del 3% a favor de empresas europeas en el acceso
a determinadas compras públicas y mediante un procedimiento especial
de consultas. Se trataría, en todo caso, de una preferencia aplicable
a compras de los gobiernos centrales -no incluyendo por tanto las provincias,
ni los municipios ni las empresas públicas, siendo esto último
importante en el caso del Brasil.
En materia de servicios, la expectativa de la Unión Europea -también
especialmente en el caso del Brasil- se refiere prioritariamente a los
de telecomunicaciones, financieros, marítimos y medio-ambientales.
El Mercosur considera que ha anticipado ofertas que son GAT's-plus. Según
evolucione la negociación global, tal oferta podría eventualmente
mejorarse en servicios de seguros, bancarios y de telecomunicaciones.
En la perspectiva del Mercosur, el mejoramiento de la oferta europea
debería ser notorio en el caso de los productos agrícolas
y en los agroindustriales. Se trata no sólo de la amplitud de las
cuotas arancelarias, pero también de sus condicionalidades y de
cómo ellas serán administradas. La Unión Europea
ha dejado trascender su disposición a aumentar cuotas de carnes
vacunas, de pollos, de bananas, de etanol.
En materia de servicios, la expectativa del Mercosur es en torno a una
mejora en materia de movimiento temporal de personas físicas, especialmente
en cuanto a las profesiones y actividades incluidas.
Las empresas con intereses actuales o potenciales en la competencia económica
que se desarrolla en el espacio conformado por el Mercosur y por la Unión
Europea, deberían seguir con fuerte atención la evolución
de esta etapa eventualmente final de las negociaciones del acuerdo de
libre comercio. Si bien los resultados son inciertos, es posible -no necesariamente
probable- que el acuerdo finalmente se concluya a fines de octubre. Y,
en tal caso, mucho de sus contenidos, de sus modalidades y ritmos de aplicación,
de su potencial de generar ganadores y perdedores, será determinado
en esta última fase negociadora.
La experiencia de otras negociaciones comerciales internacionales, indica
que la final es la etapa que requiere de una mayor alerta y atención
por parte de las empresas a fin de lograr que sus intereses -sean ellos
ofensivos o defensivos- estén debidamente contemplados en los resultados
que se logren.
|