La pregunta sobre si el Mercosur tiene futuro, dominó la agenda
de un seminario sobre las perspectivas de la integración productiva
entre la Argentina y el Brasil, realizado el pasado 10 de junio en Buenos
Aires. Fue organizado por el Centro de Estudios Bonaerenses y participaron
altos funcionarios gubernamentales, expertos y empresarios de ambos países.
Roberto Teixeira da Costa, uno de los representantes más prestigiosos
del empresariado brasilero, marcó la tónica que predominó
en los debates. Esto es, la del alto costo que en la credibilidad internacional
de ambos países, tendría el que el proyecto de integración
iniciado en 1990 fuera de alguna forma discontinuado. Los participantes
gubernamentales -entre los cuales estuvo como expositor principal Marco
Aurelio García, asesor para asuntos internacionales del Presidente
Lula- reafirmaron la voluntad de política no sólo de continuar
con el Mercosur, pero también de profundizarlo.
Daría la impresión que existe consenso en cuánto
a que la discontinuidad del Mercosur afectaría no sólo la
imagen externa de la Argentina y del Brasil, pero que también introduciría
un factor conducente a un eventual deterioro en la calidad de la relación
bilateral. Como señaló uno de los expositores, sería
éste un hecho "que dejaría un sabor amargo", difícil
de superar en el corto plazo. Por el contrario, el fortalecimiento del
Mercosur como un instrumento privilegiado -aunque no exclusivo- de esa
relación bilateral, podría tener un efecto positivo en la
evolución política y económica de América
del Sur, región que confronta crecientes problemas como lo pone
de manifiesto, entre otras, la situación de Bolivia.
Si la respuesta sobre si el Mercosur tiene futuro es positiva, cabe preguntarse
entonces qué tipo de proceso de integración es más
viable y más conveniente a los intereses nacionales de la Argentina
y del Brasil, así como a los de sus socios y asociados. La pregunta
es pertinente pues existen riesgos de que, efectivamente, el Mercosur
tenga futuro pero que se transforme en un proceso de integración
de creciente irrelevancia. Así ocurrió en el pasado con
muchos esfuerzos de integración económica de América
Latina, como lo pone de manifiesto la trayectoria de la ALALC, de la ALADI
y del Grupo Andino -hoy Comunidad Andina de Naciones-.
Precisamente un reciente editorial del Estado de Sao Paulo (publicado
el 20 de junio, con el título "Mercosul à moda de Buenos
Aires") plantea el riesgo de que el Mercosur se transforme en irrelevante.
Funda su opinión en la reacción que puede producir en el
Brasil, la demanda de sectores industriales argentinos para que se adopten
medidas restrictivas al comercio recíproco. Hace referencia concreta
a los sectores textil y del calzado. También menciona los planteamientos
efectuados con respecto a la próxima finalización del actual
acuerdo automotriz. No señala, sin embargo, que tales medidas restrictivas
también son reclamadas -y aplicadas- en el Brasil y en los otros
socios.
La irrelevancia de un proceso de integración puede ser siempre
un riesgo cierto. Se pone en evidencia cuando las empresas no creen que
las reglas de juego pactadas por los socios -en este caso las del Mercosur-
aseguren efectivamente el acceso a los respectivos mercados. O que tampoco
creen que ellas puedan ser eficaces para "nivelar el campo de juego",
entre las empresas que compiten operando desde el mercado de cualquiera
de los países socios. En tal caso, las empresas -especialmente
las de menor dimensión relativa y menor experiencia internacional-
dejan entonces de invertir en función del mercado ampliado prometido.
Y si lo hacen no es en función de las reglas de juego pactadas.
Al no hacerlo puede disminuir, a veces sustancialmente, el efecto creación
de empleo de la integración económica. Como consecuencia
de ello, se limita el impacto social que aspira tener un proceso como
el del Mercosur. Se puede deteriorar su legitimidad social -se observa
ello hoy, especialmente, en los socios de menor dimensión y grado
de desarrollo relativo, como son el Paraguay y el Uruguay- y su credibilidad
internacional -terceros países e inversores internacionales, dejan
de considerarlo como un marco atractivo para sus decisiones estratégicas,
sea en el plano de las negociaciones comerciales o de las inversiones
productivas-. Tales decisiones, eventualmente, se adoptarían prioritariamente
entonces en función de la dimensión económica relativa
de cada socio. Normalmente ello podría beneficiar más al
país de mayor dimensión económica dentro de una región
con contigüidad geográfica, en este caso, el Brasil.
En el debate que tuvo lugar en el antes mencionado Seminario, fue detectada
como una razón de la eventual propensión hacia la irrelevancia,
la de la baja calidad de las reglas de juego del Mercosur. Muchas ni siquiera
han completado su ciclo de perfeccionamiento legal. Se considera que más
del cincuenta por ciento de las normas aprobadas, han quedado en el papel.
Otras -como las que rigen el sector automotriz- son de dudosa validez
legal. Por ejemplo, en el caso de la Argentina ni siquiera han sido publicadas
en el Boletín Oficial. Se sigue usando para incorporarlas al derecho
interno el cuestionable procedimiento de la "protocolización
en la ALADI". Esto es, el considerar que con su solo registro en
la ALADI, es suficiente para que entren en vigencia en el derecho interno
de nuestro país. Es un procedimiento que a partir de la reforma
de 1994, no parece ajustarse a lo dispuesto por la Constitución
Nacional en materia de aprobación de los tratados internacionales.
Tampoco encontraría sustento legal sólido -como a veces
se invoca- en el Tratado de Montevideo de 1980, que creó la ALADI.
En este Tratado se estableció la figura de los denominados "acuerdos
de alcance parcial" -esto es, acuerdos en los que no participan todos
los países miembros- y que exceptúa sus tratamientos preferenciales,
de la aplicación de la cláusula de la nación más
favorecida incluida en su artículo 44. Lo cierto es que, el mencionado
Tratado nada dice con respecto a la entrada en vigencia en los respectivos
derechos internos de los acuerdos concluidos con tal modalidad. Una situación
similar a la de varios de los instrumentos jurídicos del Mercosur
-que por su naturaleza y alcance requerirían de aprobación
parlamentaria- se observa también en la aplicación de tal
procedimiento de "protocolización", en otros casos relevantes
como lo es, por ejemplo, el del marco regulador del gas en el Acuerdo
de Complementación Económica entre la Argentina y Chile.
Otro factor que incide en la tendencia a la irrelevancia, podría
ser la falta de adaptación de las reglas pactadas a las realidades
actuales del Mercosur. Muchas de las reglas de juego originadas en el
Tratado de Asunción de 1990 -en un contexto internacional, regional
y nacional distinto al actual- pueden no estar adaptadas a las nuevas
realidades. O los supuestos bajo las cuales fueron negociadas y aprobadas
no se pudieron cumplir plenamente. Un ejemplo, es el hecho que no se prevean
"válvulas de escape" ante desequilibrios comerciales
coyunturales que afectan a sectores sensibles de las respectivas economías.
La carencia de mecanismos de "flexibilidad pautada", que puedan
ser aplicados en casos excepcionales y en forma temporaria, se basa en
dos supuestos aún no cumplidos: el de la coordinación macroeconómica
y el del logro de una unión aduanera completa, como paso previo
a un mercado común, en el que se liberara la circulación
de bienes, pero también la de los servicios y el acceso a las compras
gubernamentales. Siguen siendo éstas asignaturas pendientes del
Mercosur. Ello puede explicar los recurrentes planteamientos originados
en sectores sensibles que se consideran afectados, con respecto a los
métodos de trabajo, a las reglas de juego y, en última instancia,
a la legitimidad del Mercosur. Tampoco se ha podido avanzar en los acuerdos
sectoriales o en la integración de cadenas de valor orientadas
hacia la competitividad global. Deberían ser ellos, marcos idóneos
para encarar algunos de los más notorios problemas de competitividad
estructural que se observan en el ámbito del Mercosur y que se
potencian, sea por asimetrías de políticas macroeconómicas
y sectoriales, o por las de dimensión económica y grado
de desarrollo relativo entre los socios.
Se impone por lo tanto, profundizar el diagnóstico de las causas
del riesgo de la irrelevancia. Se supone que la voluntad política
de los gobiernos es que el Mercosur sea relevante. Así lo han reiterado
los gobiernos actuales, especialmente de la Argentina y del Brasil. Y
como lo señalara Fernando Henrique Cardoso, al disertar en Buenos
Aires, el 11 de junio en un seminario de la Universidad Nacional de Tres
de Febrero, esa ha sido la postura de todos los gobiernos a partir de
los acuerdos fundacionales de 1986 y de 1990. Es decir, se trabaja bajo
el supuesto que el Mercosur debe ser un instrumento eficaz de transformación
productiva y social conjunta de los cuatro socios.
La mayor parte de los analistas, así como los sectores empresarios,
entienden entonces que es ahora conveniente que los gobiernos envíen
señales claras sobre que no aceptan un escenario de un Mercosur
irrelevante.
Una oportunidad para ello, será la próxima Cumbre a realizarse
a principios de julio en Iguazú, como culminación de la
Presidencia Pro Tempore que ha ejercido este primer semestre del año
la Argentina. Una forma de hacerlo sería con medidas concretas
orientadas al fortalecimiento de los mecanismos de creación normativa
-la fabricación de reglas de juego- y al funcionamiento efectivo
del Protocolo de Olivos, esto es, el nuevo mecanismo de solución
de controversias entre los países miembros del Mercosur.
Al igual que la OMC, el Mercosur sólo trascenderá el plano
de lo simbólico, si demuestra "tener dientes". O sea
que pueda morder en casos de incumplimiento de lo pactado por cualquiera
de los socios. Esto es lo que ha dado fuerza práctica al sistema
comercial global multilateral de la OMC. Recientemente se ha puesto de
manifiesto con el resultado del panel sobre los subsidios a la producción
del algodón, en el que el Brasil logró -en una primera instancia-
un pronunciamiento favorable frente a los Estados Unidos. El informe del
panel fue conocido el 19 de junio. Su publicación -unas 300 páginas-
se efectuará en poco tiempo más en la página Web
de la OMC (www.wto.org).
Como se señalara en este Newsletter (mayo 2004), cada vez resulta
más notorio que una de las innovaciones profundas que introduce
la creación de la OMC en las relaciones comerciales internacionales,
es la de su mecanismo de solución de controversias. En este plano,
como en muchos otros -por ejemplo, el fin de la "cláusula
de paz" y próximamente del Acuerdo sobre los Textiles y el
Vestido (ATV)- los plenos efectos de una negociación comercial
internacional como fuera la Rueda Uruguay, sólo aparecen en toda
su dimensión varios años después.
En un libro reciente, Pablo Zapatero ("Derecho del Comercio Global",
Madrid 2003) señala que más que un "tema de moda",
el sistema de solución de controversias de la OMC "constituye
un fenómeno jurídico que, a caballo del proceso de internacionalización
de la economía, tendrá cada vez más implicaciones
para nuestras sociedades". Recuerda lo que otros autores han resaltado:
ahora la OMC "tiene dientes"
Un poco más de 300 controversias se han planteado desde que se
creó la OMC en 1994. En toda la etapa del GATT -1947 a 1994- se
habían resuelto sólo 200 casos. La tendencia al respecto
es clara. Cada vez más los países recurrirán al mecanismo
de solución de controversias, cuando consideran que otro país
miembro de la OMC, no ha cumplido con los compromisos asumidos. El problema
es que ganar un caso, requiere buenos argumentos y experiencia en la utilización
de un sistema legal y de un mecanismo jurisdiccional que son sofisticados.
Eso es caro. En el antes mencionado caso del algodón, el gobierno
del Brasil contó con un fuerte apoyo del sector privado interesado.
Existe hoy un organismo especializado en brindar asesoramiento legal
a los países en desarrollo que necesitan recurrir al sistema de
solución de controversias de la OMC (www.acwl.ch).
El desarrollar un servicio similar -por ejemplo, en el ámbito de
la ALADI - permitiría aprovechar mejor la experiencia que existe
en la materia en varios países latinoamericanos. Esa idea fue examinada
en un reciente seminario realizado en Montevideo con el auspicio del BID,
sobre los métodos de solución de controversias, sea en la
OMC o en los acuerdos comerciales preferenciales. En el caso argentino,
la Cancillería cuenta con un pequeño equipo especializado
de excelente calidad a cargo del Ministro José Luis Perez Gabilondo.
Es un capital intelectual valioso que requiere constante fortalecimiento
y estímulo.
La cuestión de la relevancia del Mercosur, es también central
para la negociación que se está desarrollando con la Unión
Europea, con la finalidad de concluir un acuerdo bi-regional de asociación,
con el formato de zona de libre comercio.
Tras la Cumbre entre los países de América Latina y el
Caribe -incluyendo por lo tanto al Mercosur- y la Unión Europea,
realizada en Guadalajara, México, a fines de mayo, se reiteró
la voluntad política de concluir el acuerdo bi-regional en octubre
próximo.
Sin embargo subsisten muchas incertidumbres. Las últimas reuniones
negociadoras -formales e informales- realizadas en junio, primero en Buenos
Aires y luego en Sao Paulo, en ocasión de la reunión de
la UNCTAD, han permitido lograr algunos avances. Pero se está lejos
aún de obtener un punto de equilibrio entre las expectativas y
demandas de ambas partes, tanto en materia de comercio de bienes, especialmente
agrícolas -las cuestiones de la magnitud de las cuotas agrícolas
y de las condicionalidades para la liberación del intercambio de
bienes, siguen aún sin ser plenamente resueltas-, como en materia
de servicios y compras gubernamentales. Está abierto el dilema
entre un acuerdo "light" y un acuerdo "ambicioso".
Un reciente informe de un grupo de expertos de la Cátedra Mercosur
de Sciences-Po Paris, presenta el cuadro de situación, especialmente
en relación a los productos agrícolas, a los demás
bienes y a los servicios ("Concluding the EU-Mercosur Agreement:
Feasible Scenarios", Edited by Alfredo Valladâo, Félix
Peña, Patrick Messerlin, Paris 2004: www.chairemercosur.sciences_po.fr).
Concluye señalando que lo más probable es un escenario en
que los resultados de la negociación se desdoblen en dos etapas.
La primera sería la que concluiría con la firma de un acuerdo
ambicioso, pero que contenga una agenda y un cronograma para continuar
profundizando -en una segunda etapa- los resultados logrados, una vez
que concluyan las negociaciones multilaterales en curso en el marco de
la OMC.
La Unión Europea ha reafirmado su expectativa, de que el acuerdo
bi-regional permita a las empresas europeas beneficiarse del acceso a
la unión aduanera que los países del Mercosur han prometido
completar. Insiste en que si éste no fuera el caso, deberían
replantear el mandato negociador. Ello sólo podría hacerse
luego de la renovación de la actual Comisión Europea. En
la definición del nuevo mandato negociador participarían
entonces los diez países recientemente incorporados a la Unión
Europea. Algunos de ellos, como Hungría y Polonia, podrían
no estar interesados en un acuerdo amplio de integración con el
Mercosur, por tener intereses agrícolas propios que defender.
La próxima Cumbre del Mercosur tendrá en su agenda resolver
algunas de las cuestiones más acuciantes de la formación
de la unión aduanera. Sus resultados serán observados con
atención por los negociadores de la Unión Europea y por
sus empresarios.
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