El 15 de abril era la fecha comprometida por la Unión Europea
y el Mercosur para efectuar la presentación de las respectivas
ofertas negociadas mejoradas. Ello no ha ocurrido así. El Mercosur
hizo su presentación. Hasta el viernes 26 de abril, la Unión
Europea sólo había efectuado presentaciones parciales. La
presentación habría sido completa para bienes industriales,
pero incompleta para productos agrícolas, incluyendo los alimentos
procesados.
Varias interpretaciones pueden efectuarse sobre la dilación.
Ellas incluyen la de tácticas negociadoras; insatisfacción
con la oferta Mercosur en servicios y en compras gubernamentales; necesidad
de terminar de consolidar el frente interno europeo con respecto a las
ofertas negociadoras.
Lo cierto es que al cerrarse esta nota, aún era incierta la fecha
del 3 al 7 de mayo, para la prevista reunión en Bruselas del Comité
de Negociaciones Bi-regionales. En ese ámbito debe efectuarse la
evaluación de las respectivas ofertas negociadoras. La idea sigue
siendo estar en condiciones de poder efectuar anuncios relacionados con
la conclusión del acuerdo de asociación estratégica
bi-regional, en oportunidad de la próxima Cumbre Unión Europea-América
Latina, que se realizará en Guadalajara, México, en la última
semana de mayo. El acuerdo debería firmarse, de acuerdo a lo previsto,
en octubre próximo.
No se cuenta entonces por el momento con suficientes elementos como
para efectuar una apreciación sobre las ofertas negociadoras y
las posibilidades reales de cumplir con el cronograma pactado para concluir
el acuerdo bi-regional.
Un informe técnico concluido este mes de abril, por un grupo de
expertos de la Cátedra Mercosur de Sciences-Po, Paris, coordinado
por Alfredo Valladâo, Félix Peña y Patrick Messerlin,
sobre algunos de los aspectos fundamentales de la negociación de
productos agrícolas, bienes no agrícolas, servicios e inversiones,
podrá encontrarse en los próximos días en la página
www.chairemercosur.sciences-po.fr.
Contiene el análisis de escenarios alternativos para desatar los
principales nudos de la negociación en las principales cuestiones
de la agenda bi-regional.
En el caso de las negociaciones del ALCA, lo que se presentó como
una interrupción de la reunión de febrero en Puebla (ver
Newsletter BKB, febrero 2004), parece finalmente haber sido un fracaso.
A pesar de varios encuentros informales orientados a concretar la segunda
parte de la reunión, ello no se ha podido lograr aún.
Lo cierto es que las negociaciones del ALCA enfrentan un momento difícil.
Pocos creen hoy que ellas puedan concluir a fin de este año, como
estaba originalmente previsto. Como se ha señalado en anteriores
oportunidades, quizás ello estaría reflejando el hecho que
no todos los protagonistas están en condiciones de lograr el suficiente
sustento interno para los compromisos que habría que asumir, si
realmente se quisiera concretar el ALCA en los términos imaginados
en 1994 en Miami. Y quizás también esté poniendo
de manifiesto que la arquitectura imaginada en Miami, en noviembre pasado,
se ha revelado tan difícil de traducir a la realidad como ocurriera
con la original.
Un plazo razonable para concluir las negociaciones, sería ahora
junio de 2005. Tres razones permitir sustentar esta cautelosa expectativa,
que algunos observadores consideran incluso como muy optimista.
La primera razón es que en Ginebra, tras las recientes reuniones
sobre la cuestión agrícola, llegó a percibirse una
cierta sensación de movimiento y no de estancamiento.
Sin embargo, como siempre ocurre en este tipo de negociaciones, el denso
flujo de información que trasciende en la prensa internacional
y en los medios especializados (como por ejemplo el Boletín Semanal
publicado en www.ictsd.org),
reflejan por momentos la sensación de avance y por momentos de
retroceso. Eso es lo que está ocurriendo en Ginebra con las negociaciones
agrícolas.
Lograr avances sustanciales e incluso concluir las negociaciones en la
OMC, si no a fin de año a mitad del próximo, parecería
ser algo posible, aunque muy difícil. Los pasos que den los negociadores
hasta el mes de junio, podrían eventualmente confirmar esta expectativa
relativamente más optimista.
La segunda razón es que pasadas las elecciones de noviembre próximo
en los Estados Unidos, la negociación hemisférica podría
recibir un renovado y necesario impulso político. Tal impulso parece
fundamental si se quiere insertar la negociación en el marco de
la necesaria visión estratégica que por el momento parece
faltar.
Sin embargo, la posibilidad de que finalmente se pueda avanzar, antes
dependerá mucho de las gestiones que el negociador americano, Robert
Zoellick, ha estado desarrollando en los últimos días, tanto
en relación a la OMC -mantuvo una reunión con los Ministros
responsables de las negociaciones de los países con mayor protagonismo
y capacidad de incidir en su evolución- como al ALCA -tuvo un intercambio
de correspondencia con Celso Amorim, el Canciller del Brasil, país
con el cuál los Estados Unidos ejercen la co-presidencia de las
negociaciones hemisféricas, cuyos términos aún no
son conocidos en público, salvo por trascendidos en la prensa brasilera-.
La preparación de la próxima Cumbre de las Américas
-que deberá realizarse en la Argentina en fecha aún no determinada
del próximo año, probablemente hacia mitad del 2005-, podría
brindar una ventana de oportunidad para la inserción de las negociaciones
comerciales en el contexto de una estrategia hemisférica más
amplia, acorde con los profundos desafíos políticos que
se observan hoy, especialmente, en América del Sur.
Y la tercera razón es que, probablemente, todos los principales
protagonistas querrán avanzar antes que concluya, a mitad de 2005,
el actual mandato negociador que el Congreso le diera al Presidente de
los EEUU por medio del Trade Promotion Authority. Una prórroga
sólo sería factible -opinan muchos analistas- si es que
los respectivas negociaciones en la OMC y en el Hemisferio, estuvieran
bien orientadas y muy avanzadas.
Pero tras los recientes fracasos en las negociaciones del ALCA -y sin
perjuicio de los resultados de las mencionadas gestiones de Celso Amorim
y Robert Zoellick- un problema de fondo estaría poniéndose
cada vez más en evidencia. Más que una cuestión de
plazos, parece haber uno de rumbo de las negociaciones. Lo que se creyó
resolver en Miami, primero en 1994 y luego en noviembre pasado, aparece
ahora que no es así. ¿Qué es lo que se quiere lograr
como resultado de las actuales negociaciones? ¿Cuál es la
arquitectura imaginable y posible para el libre comercio hemisférico?
¿Cuáles son los caminos que pueden concretarla en plazos
razonables? ¿Es posible combinar en un solo marco, intereses y
realidades tan diferentes que cubren, por un lado, a la mayor economía
del mundo y por el otro, por ejemplo, a Haití?
Lo cierto es que hay una realidad que no puede desconocerse. De hecho
existe ya una amplia red de acuerdos preferenciales entre casi todos los
países de las Américas. El reciente acuerdo entre el Mercosur
y la Comunidad Andina, y los posibles acuerdos entre los Estados Unidos
y países andinos, prácticamente la completarían.
Con una excepción significativa. Que es precisamente la que habría
que encarar con prioridad: la del Mercosur con los Estados Unidos.
Quizás sea entonces la hora de ir a lo esencial. Y en las negociaciones
hemisféricas, parecería cada vez más claro que lo
esencial será el entendimiento que se pueda enhebrar entre el Mercosur
y los Estados Unidos. Puede considerarse que es la pieza que falta en
el complejo rompecabezas que siempre ha sido el ALCA. El no haberlo reconocido
así desde el inicio, podría indicar una falta de sentido
práctico de los negociadores. Particularmente en el USTR, se ha
observado una cierta resistencia a reconocer al Mercosur como interlocutor
válido. Ello también podría estar reflejando la recurrente
crisis de credibilidad que existe en muchos países y no sólo
en el USTR, con respecto a cuán efectivo es el proceso de creación
de una unión aduanera en el ámbito del Mercosur.
En la concepción original del ALCA, quizás se desconoció
el hecho que en la historia de los acuerdos regionales preferenciales
nunca ha habido un modelo único. Sólo hay precedentes y
la necesidad de encuadrar un acuerdo en el marco muy laxo del artículo
XXIV del GATT-1994 y del artículo V del GAT's. Cada uno se ajusta
a las realidades que cubre. Un ejemplo es el acuerdo de libre comercio
de Estados Unidos y Australia, que no incluye la posibilidad que los inversores
accedan al mecanismo de solución de controversias previsto en materia
de inversiones. Se ha establecido así un precedente que eventualmente
podría facilitar abordar esta sensible cuestión en el ámbito
del ALCA. Las propias experiencias de los Estados Unidos con el capítulo
11 del NAFTA y de la Argentina con la acumulación de recursos arbitrales
en el CIADI, introducen argumentos a favor de una revisión profunda
de este aspecto -el recurso abierto a los inversores- de los mecanismos
orientados a promover y proteger las inversiones externas.
Es posible que abordar frontalmente una negociación "4+1",
como fuera la idea original del Mercosur, permita retomar el rumbo de
la construcción hemisférica. Ello requeriría una
aceptación por parte de los Estados Unidos, del valor político
que puede tener en América del Sur, la consolidación de
la idea estratégica del Mercosur.
Si predominara tal enfoque, se podría recurrir a un formato similar
al que ya se ha señalado, parecería prevalecer en la negociación
del Mercosur con la Unión Europea (ver al respecto el Newsletter
BKB de marzo 2004). Esto es, el de un acuerdo de libre comercio, consistente
con los compromisos asumidos en la OMC, que abra el camino a negociaciones
adicionales que permitan profundizar el stock de preferencias y reglas
de juego, a la luz de los resultados de las de Doha.
Simultáneamente con la conclusión de la primera etapa del
acuerdo "4+1", podrían negociarse otros acuerdos plurilaterales
orientados a la convergencia de las preferencias y reglas de juego incluidas
en la actual red hemisférica de libre comercio. Por ejemplo, una
cuestión -entre otras- que requeriría de una convergencia
hemisférica, sería la de las reglas de origen.
Con esta metodología realista, se podrían lograr gradualmente,
en aproximadamente diez años, los objetivos originalmente previstos
para el ALCA. Si bien no sería el rumbo ideal, parecería
ser uno posible y razonable.
Un fracaso de la idea de avanzar en el libre comercio hemisférico
no parece ser conveniente para nadie. En particular, no sería favorable
a la generación de un entorno de cooperación entre todos
los países de una región que confronta crecientes turbulencias
políticas.
Tampoco sería conveniente para los países del Mercosur,
incluyendo por cierto a la Argentina. En la medida que los Estados Unidos
avancen -como lo están haciendo- en la concreción de acuerdos
comerciales bilaterales con países miembros de la ALADI y otros
países latinoamericanos, se estarían diluyendo las preferencias
que los productos y servicios originarios en la Argentina -y en sus socios
del Mercosur- han obtenido en tales mercados, a través de la red
de acuerdos de alcance parcial celebrados en el marco de la ALADI.
Otro tema que ha quedado instalado recientemente en la agenda de negociaciones
comerciales internacionales de la Argentina, es la idea de una vinculación
formal de México al Mercosur.
Tal idea quedó flotando en ocasión de la reciente visita
del Canciller Derbez a países del Mercosur. No resulta claro aún
exactamente de que tipo de vinculación se trata. Por momentos se
ha señalado -por ejemplo en ocasión de su paso por Montevideo-
que México aspiraría a ser miembro pleno. También
se ha mencionado el status de asociado, al igual que lo son Bolivia, Chile
y Perú. Un dato interesante es que en el largo y detallado comunicado
conjunto resultante de sus entrevistas con el Canciller del Brasil, el
tema no se menciona. A muchos observadores les ha quedado la sensación
de una situación un poco confusa que conviene clarificar. Teniendo
en cuenta el alto nivel de quien instalara tal idea en sus conversaciones
también con personalidades de alto nivel, cuesta imaginar que sea
sólo una confusión casual.
Tres hechos deben ser destacados a fin de obtener una más clara
interpretación del movimiento efectuado por México.
El primero es la importancia que parece atribuirle México a su
vinculación formal con el Mercosur. En principio, ello debería
facilitar la conclusión del demorado acuerdo de libre comercio
con la Argentina, en el que se incluyan si no todos, al menos una parte
sustancial de los productos agrícolas. Ésta ha sido la reacción
que ha trascendido en declaraciones de los negociadores argentinos. La
idea sería que el camino hacia una vinculación más
estrecha de México con el Mercosur, debería comenzar con
la concreción de un acuerdo de libre comercio ambicioso.
Si bien las exportaciones de México al Mercosur son muy marginales
en relación al total -0,4%-, para varias empresas que operan en
México, los mercados de la Argentina y del Brasil, tienen un valor
significativo. Ello es válido tanto en el sector industrial como,
en particular, en el de los servicios y, eventualmente, en las compras
gubernamentales, especialmente del Brasil.
Para México entonces, lograr un acceso preferencial al espacio
económico del Mercosur tiene relevancia comercial. Lo inverso también
es cierto. Muchas empresas que operan en la Argentina y en el Brasil,
están interesadas en mejorar su competitividad relativa en el mercado
mexicano, adquiriendo un acceso preferencial similar al que ya tienen
las empresas que operan desde los varios países con los cuáles
México ha concluido, en los últimos años, distintas
modalidades de acuerdos de libre comercio. La posible participación
del Presidente Fox en la próxima Cumbre del Mercosur, sería
entonces una buena ocasión para dar el primer paso en la dirección
señalada por el Canciller Derbez para la relación recíproca.
Tal paso sería precisamente formalizar acuerdos de libre comercio
con la Argentina y el Brasil. México ya tiene un amplio acuerdo
preferencial con el Uruguay.
El segundo hecho que cabe destacar es que en realidad, México
y el Mercosur ya están asociados en la ALADI. Es quizás
éste el ámbito apropiado para que juntos México,
con el Mercosur, Chile y la Comunidad Andina, avancen en los objetivos
más amplios de un espacio económico integrado que los abarque
a todos. Los instrumentos están necesarios están incluidos
en el Tratado de Montevideo de 1980. Es cuestión de utilizarlos
aprovechando la aparente voluntad política que existiría
al respecto.
Pero por lo demás, se supone que México y los países
del Mercosur estarán pronto asociados en el ALCA. Ello debería
tener como efecto práctico, el permitir que los países del
Mercosur compartan con México las preferencias que ya ha obtenido
en el mercado de los Estados Unidos para sus bienes y servicios.
Por lo demás, en el plano político los foros de asociación
entre México y los países del Mercosur son varios. Entre
otros, comparten su protagonismo en el denominado Grupo de Río.
El tercer hecho a destacar, es que si bien el Tratado de Asunción
está abierto a la adhesión mediante negociación de
cualquier país miembro de la ALADI, desde sus orígenes el
Mercosur fue imaginado con una dimensión sudamericana. De allí
el nombre de Mercado Común del Sur. Algo similar ocurrió
con el NAFTA, cuyo nombre refleja la realidad geográfica de América
del Norte. No se trata sólo de cuestiones semánticas. En
el caso del Mercosur su nombre refleja la idea de un ámbito natural
de integración, basado en la geografía, la historia, y en
realidades económicas y políticas. Por eso su fuerza como
marca, expresión de una identidad compartida que sus socios se
esmeran por preservar y fortalecer aún más, sin espacio
para confusiones.
Si eventualmente México realmente aspirara a ser socio pleno del
Mercosur debería -como cualquier otro país miembro de la
ALADI que también procurara ese objetivo- negociar las condiciones
de su acceso. Ello implicaría aceptar el activo de compromisos
ya asumidos por los socios del Mercosur, incluyendo el arancel externo
común.
Como es difícil imaginar tal escenario, sobre todo por su pertenencia
al NAFTA, puede concluirse que a lo que México realmente aspira
es a ser país asociado. No hay un régimen en el Mercosur
con respecto a la condición de país asociado. Sólo
hay precedentes. Todos ellos son la consecuencia de la celebración
previa de amplios acuerdos de libre comercio.
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