Tres hechos significativos pueden destacarse en relación a la
evolución reciente de las negociaciones comerciales internacionales.
Los tres merecen la atención de quienes siguen tales negociaciones
desde la perspectiva de empresas que operan en el país y, en particular,
de aquellas que desde la Argentina proyectan o procuran proyectar al mundo,
su capacidad de producir bienes y de prestar servicios.
El primer hecho destacable, es el resultado de la más reciente
reunión negociadora del ALCA que tuviera lugar en Puebla, México,
entre el 2 y 6 de febrero. El segundo es la conclusión del acuerdo
de libre comercio entre los Estados Unidos y Australia, anunciada en Washington
el 8 de febrero. El tercero es el hecho que en la última reunión
trimestral del Consejo General de la OMC, realizada en Ginebra el 12 de
febrero, no se pudo acordar el lugar y fecha de la próxima reunión
ministerial, prevista tentativamente para antes de fin de año en
Hong Kong.
El hecho que la reunión de Puebla no concluyera ha contribuido
a reabrir fuertes interrogantes en cuanto a la posibilidad de lograr un
acuerdo sobre el ALCA a comienzos de 2005, tal como está formalmente
previsto. Los interrogantes son mayores aún con respecto a los
alcances que tendría, en tal caso, el acuerdo que se logre.
¿Intermedio?, ¿impasse? o ¿fracaso? Son distintas
formas de calificar los resultados de la 17ª reunión del Comité
de Negociaciones Comerciales (CNC) del ALCA. Los Vice-Ministros no pudieron
concluir su labor. Abrieron un paréntesis para volver a reunirse
a principios de marzo (ver el comunicado de los co-presidentes al concluir
la reunión en www.ftaa-alca.org).
Para remarcar el que sólo ha sido un intermedio -tesis oficial-
la de marzo continuará siendo la 17ª reunión del CNC.
Será entonces Puebla II.
Tal como ha informado el Embajador Martín Redrado -quien presidió
la delegación argentina y la del Mercosur, por ejercer nuestro
país la Presidencia Pro-tempore- a los miembros del Consejo de
Comercio Internacional de la Cancillería, la reunión tuvo
dos objetivos principales: el definir el conjunto común de derechos
y obligaciones aplicables a los treinta y cuatro países del Hemisferio,
y el definir los procedimientos aplicables a la negociación de
acuerdos plurilaterales, a desarrollarse entre aquellos países
que estuvieran dispuestos a asumir compromisos adicionales a los previstos
en el acuerdo de base.
Este desdoblamiento del ALCA en dos niveles de compromisos, los comunes
y los plurilaterales entre grupos más reducidos de países,
fue la fórmula transaccional resultante de la última reunión
ministerial celebrada en Miami en noviembre pasado (ver este Newsletter,
de noviembre y diciembre 2003). Es lo que se ha denominado la fórmula
del ALCA "light". Es decir un ALCA de un nivel común
a todos y de otro nivel de geometría variable y de múltiples
velocidades.
Se sabía que sería difícil traducir esta fórmula
en modalidades negociadoras que contemplaran los intereses de todas las
partes. Tales modalidades son necesarias para poder encarar luego las
negociaciones que conducirán a las concesiones recíprocas
en los distintos planos y, en particular, en materia de acceso a mercados.
Puebla confirmó los temores sobre la complejidad de la fórmula
-aparentemente destinada a facilitar la articulación de intereses
claramente divergentes- y por ello fue necesario "suspender"
la reunión hasta principios de marzo, a fin de ganar tiempo y espacio
para enhebrar un acuerdo. El gran interrogante es ahora si ello podrá
lograrse en la "continuación" de la reunión. Se
supone que en los días que median entre una fase y la otra de la
17ª reunión del CNC se realizarán consultas informales,
en especial entre los dos países que ejercen la presidencia conjunta,
que son el Brasil y los EEUU. Se sabe que además son los países
cuyas posiciones -por su dimensión económica- polarizan
la atención de los negociadores y de los observadores.
Concretamente, se sabe que mucho de lo que pueda ocurrir en marzo dependerá
precisamente de ambos países. En los días siguientes de
la reunión, voceros calificados de cada uno de estos países,
han tendido a atribuir al otro la responsabilidad de lo que todos se niegan
a calificar como un fracaso. Brasil y la Argentina han expresado los puntos
de vista del Mercosur y en muchos aspectos, han coincidido con Bolivia
y los países del Caribe. Los Estados Unidos, por su lado, han liderado
el grupo de los 14, integrado en su mayor parte por países que
ya tienen o aspiran a tener un acuerdo de libre comercio con la mayor
economía del Hemisferio. Es decir, son países que ya tienen
o aspiran a tener su propio acuerdo de acceso preferencial al mercado
americano. Sus intereses los lleva a intentar preservar lo ya obtenido
o lo que puedan obtener. En este grupo participan dos países asociados
al Mercosur, que son Chile y el Perú. Incluso luego de Puebla,
han dejado trascender su disposición a iniciar de inmediato sus
propias negociaciones plurilaterales en el segundo nivel del ALCA imaginado
en Miami, básicamente referido a reglas a aplicarse en materia
de inversiones, servicios, propiedad intelectual, competencia económica
y compras gubernamentales. La postura de los países latinoamericanos
del G.14 tiende a evitar que el Mercosur pueda lograr amplias aperturas
en su acceso al mercado americano, sin pagar el precio que sus integrantes
ya han pagado o deberán pagar en materia de reglas en las cuestiones
antes mencionadas.
La cuestión agrícola y la extensión de las respectivas
contrapartidas -el necesario "trade-off" de toda negociación
comercial- entre acceso a mercados y reglas, ha sido en Puebla I, la principal
dificultad en la negociación entre el Mercosur y los EEUU. Por
el lado del Mercosur, se aspira a una amplia apertura del mercado americano,
que incluya todos los productos y en particular, los agrícolas;
a la eliminación de los subsidios a las exportaciones agrícolas
-en todas sus modalidades-, y a la adopción de mecanismos regionales
que permitan neutralizar los efectos distorsivos de los denominados programas
de ayuda interna, o sea, los subsidios a la producción agrícola.
Por el lado de los EEUU, se aspira a lograr acuerdos hemisféricos
amplios en materia de reglas, que básicamente significaría
seguir el modelo de los acuerdos de libre comercio ya negociados con,
Canadá, México, Chile y Centroamérica, y en negociación
con otros países del G.14. En materia agrícola, la posición
americana se ha limitado a plantear la eliminación de los subsidios
a las exportaciones agrícolas hacia la región, y al establecimiento
de una salvaguardia agrícola -similar a la incluida en el acuerdo
con Chile- para compensar incrementos sustantivos en las importaciones
durante el período de transición.
Cuánto podrán moverse los negociadores americanos en el
plano agrícola y cuánto podrán hacerlo los del Mercosur
-y en particular el Brasil- especialmente en materia de servicios, inversiones
y compras gubernamentales, es la gran interrogante que queda abierta luego
de Puebla I. Ambas partes aparecen fuertemente condicionadas por sus frentes
internos y por la dificultad de articular los intereses divergentes entre
sus respectivos sectores agrícolas, industriales y de servicios.
En el caso del Mercosur, ello incluye el hecho que parecen existir algunas
diferencias de criterios entre los socios sobre cómo avanzar en
las negociaciones. Ellas podrían eventualmente intensificarse si
no se logra un acuerdo en Puebla II.
Las condicionantes de los frentes internos, explicaría el que
algunos observadores crean percibir una tendencia en ambos lados de la
mesa negociadora, a intentar postergar el plazo de las negociaciones,
pero atribuyendo en tal caso a la otra parte la responsabilidad política.
La incertidumbre con respecto a los resultados de las próximas
elecciones en los EEUU podría explicar, en tal visión, el
interés sobre todo del Brasil en extender las negociaciones para
que concluyan con una eventual nueva administración americana.
Sin embargo, se observan opiniones en el sentido que el riesgo es que
una administración demócrata tienda a ser más proteccionista
que la actual republicana. Por otro lado, crece la impresión que
es difícil que el Presidente Bush quiera comprometer un acuerdo
con contenidos sustantivos en materia agrícola -sobre todo si no
puede presentar al Congreso suficientes contrapartidas en materia de reglas-
antes de las elecciones de noviembre. Dos fechas pueden también
condicionar los enfoques y comportamientos de los respectivos gobiernos
con respecto al desarrollo de las negociaciones. La primera es la Cumbre
de las Américas que deberá realizarse en Buenos Aires -es
decir en el Mercosur- en 2005. El país sede de toda Cumbre normalmente
aspira a un resultado exitoso. La segunda es la de la conclusión
de la autorización que el Congreso americano diera al Presidente
para las negociaciones comerciales. En efecto el plazo incluido en el
Trade Promotion Authority, vence a mediados de 2005. Se entiende que será
difícil su renovación si no hubiera habido progresos sustanciales,
tanto en el ámbito del ALCA como en el de la OMC.
El segundo hecho destacable en la primera quincena de febrero es el
anuncio, el 8 de febrero, de la conclusión en Washington del acuerdo
de libre comercio entre los Estados Unidos y Australia, tras once meses
de negociación. En cierta forma tal anuncio sorprendió a
muchos observadores, pues se estimaba difícil superar las diferencias
existentes en relación al azúcar (finalmente excluida del
libre comercio), los productos lácteos y la carne (ver Bridges
Weekly Trade News Digest, vol. 8, nº 4, del 4 de febrero 2004 en
www.ictsd.org).
Es el primer acuerdo de libre comercio concluido por los EEUU con otro
país industrializado luego del celebrado con Canadá en 1998.
Australia, a su vez, está en curso de negociar acuerdos de libre
comercio con Japón y China. El comercio en ambas direcciones fue
de 28 mil millones de dólares en 2003, con un fuerte superávit
a favor de los EEUU. Las inversiones recíprocas alcanzaron en 2003
unos 60 mil millones de dólares.
En esencia el acuerdo -que tendrá ahora que ser aprobado por los
respectivos parlamentos y simultáneamente deberá instrumentarse
la legislación que los torne operativos en el plano interno- prevé
la liberación total del 97% de las exportaciones de productos industrializados
de Australia al mercado americano (cerca de 6 mil millones de dólares
en el último año, de los cuales unos mil doscientos millones
de productos agroindustriales); la remoción de los aranceles a
los vehículos utilitarios originarios en Australia que los excluía
de la posibilidad de competir en el mercado americano, y también
se eliminan los aranceles sobre las auto-partes; la eliminación
de los aranceles a 66% de las exportaciones agrícolas y la eliminación
en cuatro años de otro 9%; el incremento de 18.5% en 18 años
de la actual cuota de importaciones de carne de origen australiano, cuyo
nivel es hoy de 378 mil toneladas, para luego ser totalmente liberada;
la desgravación arancelaria inmediata de las exportaciones de pescados
y frutos del mar; la eliminación de aranceles para productos ovinos,
con un remanente a eliminarse en cuatro años; la cuota láctea
casi se triplica el primer año y luego se incrementa en 5% por
año, implicando el acceso al mercado americano de productos que
antes quedaban excluidos, como quesos, manteca, leche, crema y helados;
el otorgamiento de una cuota de 4.000 toneladas para paltas, sujeta a
la aplicación de restricciones sanitarias; y ventajas diversas
y crecientes, para productos frutos y hortalizas, lanas, vinos, entre
otros. No se pudo incluir un aumento de la cuota azucarera. Por su lado,
los EEUU obtuvieron, entre otras ventajas, la liberación inmediata
del 99% de sus exportaciones industriales (que significan un 93% del total
exportado hacia Australia), y la apertura del mercado australiano de servicios
(salvo sectores incluidos en una lista negativa. Ambas partes obtuvieron
el acceso a sus respectivos mercados de compras gubernamentales, que en
el caso de los EEUU significa un monto de 250 mil millones de dólares
al año. El acuerdo no incluye disposiciones sobre subsidios a las
exportaciones agrícolas ni a la producción. Tampoco incluye
en su capítulo sobre inversiones, la posibilidad de reclamaciones
de inversores contra los respectivos Estados. Es una innovación
en este tipo de acuerdos que puede sentar un precedente con respecto a
otros acuerdos (para mayor información sobre el alcance del acuerdo
se puede consultar del lado
americano aquí y del lado
australiano aquí; en esta última página Web ver
en particular el discurso del Ministro de Comercio, Mark Vaile, en Canberra
el 12 de febrero; consultar también Bridges Weekly Trade News Digest,
vol. 8, nº 5, del 12 de febrero en www.ictsid.org
y el artículo sobre el anuncio del 8 de febrero, en el Financial
Times, del 9 de febrero, 2004, página 2; para más datos
sobre comercio e inversiones entre Australia y los EEUU, ver el informe
de The American-Australian Free Trade Agreement Coalition, "Partneship
for a Stronger Future", July 2003, en www.aaftac.org/top.htm).
Los eventuales efectos de desplazamientos de ventajas competitivas a
favor de productos australianos en el mercado americano, con respecto
a los provenientes de la Argentina deberán ser cuidadosamente evaluados
por nuestro país. Lo mismo ocurrirá en Brasil (ver al respecto
el artículo de Celso Ming, en el Estado de Sao Paulo, del 13 de
febrero). La perspectiva de la compartimentación de los mercados
mundiales a través de una multiplicación de este tipo de
acuerdos -esencialmente discriminatorios- es un dato que debe incorporarse
en la definición de las estrategias negociadoras de la Argentina
y sus socios del Mercosur.
Finalmente el tercer hecho destacable de la quincena, es que el Consejo
General de la OMC no pudo concluir con la definición del lugar
y fecha de la próxima reunión ministerial. Hong Kong ya
ha informado sobre la dificultad de ser sede de la reunión si la
fecha no es fijada con suficiente anticipación. Ello complica aún
más la posibilidad de que las negociaciones multilaterales originadas
en Doha puedan concluir o, al menos avanzar sustancialmente este año.
Sin embargo el temor a los costos políticos y aún económicos
de que ello así ocurra, puede incentivar a los principales protagonistas
a acortar las actuales distancias en las respectivas posiciones (ver al
respecto el artículo de Guy de Jonquieres.,en el Financial Times
del 11 de febrero 2004, página 13).
Los tres hechos mencionados pueden contribuir a acrecentar el interés
tanto del Mercosur como de la Unión Europea de concluir en los
plazos programados -esto es en octubre próximo- las actuales negociaciones
de un acuerdo de asociación birregional. Sobre este tema volveremos
en la próxima nota.
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