La expectativa sobre 2004 como un "año perdido" en
las negociaciones comerciales en la OMC se había instalado en muchos
gobiernos y analistas luego del fracaso de la Conferencia Ministerial
en Cancún, en septiembre pasado.
Por lo menos tres motivos impulsaban tal expectativa hacia fines de
2003.
El primero se relaciona con el hecho que el proceso que conduce a las
elecciones de noviembre en los EEUU se realizan en un contexto interno
poco favorable para nuevas iniciativas de libre comercio y, menos aún,
las del ámbito multilateral (ver un análisis sobre este
punto en el Financial Times, Tuesday January 13, 2004, página 6,
en la nota titulada "Bush caught in dilemma over jobs and free trade").
Cancún significó en tal sentido un golpe duro a la preservación
del espíritu y del momentum que se requiere en toda negociación
comercial internacional de la envergadura de la rueda Doha. La presencia
en tal ocasión de una fuerte delegación del Congreso americano,
habría contribuido aún más a erosionar la voluntad
negociadora (ver al respecto el excelente análisis de Jeffrey Schott,
del Instituto de Economía Internacional de Washington, en The Economist,
October 30th 2003, en la nota titulada "Unlocking the benefits of
world trade"). Se sabe por lo demás, que el Ejecutivo no tiene
interés en tensionar con cuestiones comerciales su relación
con el Congreso en un año electoral, por el efecto que ello puede
tener en distritos electorales claves.
Un segundo motivo es el que la Comisión Europea concluye su mandato
a fines de 2004. No sólo debe renovarse la Comisión, sino
que la Unión Europea debe aún absorber plenamente el impacto
de la incorporación de los nuevos países miembros.
Y el tercer motivo tiene que ver con la propia complejidad de una agenda
negociadora muy ambiciosa, en la que existen fuertes divergencias de intereses
entre los países miembros -cada vez más numerosos y heterogéneos
en su dimensión económica-especialmente en relación
a la cuestión agrícola.
Una consecuencia de los dos primeros motivos, es el hecho que los negociadores
comerciales de los EEUU y de la UE, Robert Zoellick y Pascal Lamy respectivamente,
concluyen hacia fines de año su actual gestión y se descarta
-hasta este momento- que por lo menos Lamy sea designado nuevamente. En
la opinión de algunos observadores, tal hecho introduciría
un elemento adicional al pronóstico de un "año perdido",
ya que ambos podrían ser percibidos como "lame ducks",
por lo tanto débiles para lograr restablecer el ritmo y la intensidad
necesaria a fin de concluir las negociaciones a fin de este año,
tal como fuera previsto en Doha.
La cuestión del eventual "año perdido" tiene
importancia para la estrategia negociadora de la Argentina y sus socios
del Mercosur, por lo menos por dos razones.
La primera tiene que ver con el vínculo estrecho que existe entre
las agendas negociadoras de la OMC, con las de las otras dos negociaciones
comerciales cruciales que se están desarrollando en el ámbito
hemisférico -el ALCA- y en el birregional atlántico -la
asociación Mercosur-Unión Europea-. Este vínculo
es nítido en la cuestión agrícola, pero condiciona
el equilibrio de compromisos que se pueda articular en relación
al conjunto de todas las otras cuestiones relevantes de la agenda negociadora.
La segunda tiene que ver con el desarrollo de la propia agenda interna
del Mercosur. En efecto, el programa de trabajo 2004-2006 aprobado en
la Cumbre de Montevideo de diciembre último (ver el texto completo
de la Decisión CMC nº 26/03, aquí),
tiene como objetivo implícito colocar al Mercosur en condiciones
de navegar a partir de 2006 los espacios de competitividad global que
se abrirán crecientemente tras la entrada en vigencia de los acuerdos
que se logren en la OMC, el ALCA -en especial con los EEUU- y con la UE.
A su vez la imagen de un Mercosur que se consolida -es decir que puede
ser tomado en serio por quienes adoptan de decisiones de inversión
en las empresas, especialmente en aquellas con capacidad o potencial para
operar como competidores globales-, puede contribuir a acrecentar su credibilidad
y atractividad en las mesas negociadoras. Pascal Lamy, dejó claro
este mensaje en su paso por Montevideo en diciembre último (ver
el artículo de Félix Peña, en la columna Radar Internacional
del Suplemento Comercio Exterior del diario La Nación, titulada
"El mensaje de Pascal Lamy, el martes 30 de diciembre 2003, página
2 y reproducida en un artículo del diario El País de Madrid,
en su edición del 8 de enero 2004).
Qué se entiende por "año perdido" es una cuestión
central en el análisis de las perspectivas negociadoras de 2004.
El uso más corriente de la expresión se refiere a un año
en el que no sólo no se puedan concluir las negociaciones interrumpidas
en Cancún, pero en el que incluso no podría haber progresos
marginales que permitan, en el mejor de los casos, generar la imagen de
que la pelota sigue en movimiento. En tal hipótesis, habría
que prorrogar los plazos fijados en Doha y las negociaciones podrían
concluir en 2006 o 2007, teniendo en cuenta a su vez los plazos de vencimiento
de la actual autorización que el Ejecutivo recibió del Congreso
Americano en julio 2002 (Trade Promotion Authority-TPA). En tal caso,
incluso la suerte futura de la Organización Mundial del Comercio
podría quedar comprometida, y el sistema comercial global quedaría
amenazado por un cuadro anárquico de acuerdos preferenciales regionales
y bilaterales. Sería el cumplimiento de la "pesadilla"
del profesor Bhagwati (ver al respecto el artículo citado en este
Newsletter, en el mes de julio de 2003).
Quienes consideran que tal escenario es evitable, no plantean necesariamente
que las negociaciones puedan concluir en 2004 -a esta altura parecería
poco realista-, pero si estiman que es posible retomarlas en plazos cortos,
definiendo los temas que quedaron pendientes tras el fracaso de Cancún
-en particular en cuanto a modalidades negociadoras- e incluso, concluyendo
en plazos razonables -sin excluir este mismo año- aspectos sustantivos
de las negociaciones -especialmente en relación a la cuestión
agrícola-, sin perjuicio de que el pleno desarrollo de la Agenda
de Doha requiera aún de plazos adicionales para ser concluidos.
Sería un escenario que oportunamente hemos denominado de "desdoblamiento"
de los resultados de las negociaciones (ver este Newsletter en el mes
de julio de 2003). Si así fuere no se podría hablar de "año
perdido", aún cuando los plazos de Doha no se hubieran cumplido
plenamente. ¿Es éste un escenario posible teniendo en cuenta
precisamente que es un año de elecciones en los EEUU y de renovación
de mandatos en una UE ampliada?
Parecería que sí. Al respecto la buena noticia al comienzo
de 2004 es que protagonistas claves entienden que tal escenario es posible.
No sólo sostienen que sea posible, sino que comienzan a manifestar
con relativa nitidez que sería el que más les interesa lograr.
En tal contexto cabe analizar la reciente iniciativa americana y la reacción
de otros protagonistas claves, especialmente de los negociadores de la
UE -Pascal Lamy, comisario a cargo de comercio internacional y Franz Fischler,
comisario a cargo de Agricultura-.
La iniciativa de los EEUU está contenida en una carta que su negociador
comercial, Robert Zoellick, envió el 11 de enero 2004 a sus colegas
-Ministros responsables de las negociaciones- en todos los países
miembros de la OMC (ver
su texto completo aquí para comentarios ver la publicación
semanal "Bridges: Weekly Trade News Digest" del ICTSD
aquí; también ver la entrevista de Robert Zoellick en
el Financial Times, Monday January 12, 2004, ps. 1 y 3, el comentario
editorial en la página 12 y el análisis en la edición
del día 13, página 6).
¿Qué es lo que en esencia plantea Zoellick en su carta?
De su contenido pueden extraerse tres aportes. El primero es político,
el segundo es metodológico y el tercero es sustantivo.
El aporte político indica una clara voluntad de los EEUU de retomar
las negociaciones estancadas en Cancún. Es una señal que
la administración Bush no desea ser responsable del deterioro del
proceso negociador, con sus consiguientes efectos sobre uno de sus objetivos
valiosos, cuál es el impulso del libre comercio a escala global.
Podría estar reflejando, asimismo, un cierto realismo sobre los
límites de la vía bilateral para alcanzar tales objetivos.
Constata Zoellick, en sus planteamientos iniciales, que observa un interés
general en avanzar en la Agenda de Desarrollo de Doha (nombre oficial
de las negociaciones) e incluso una sensación de que los enfrentamientos
de Cancún pueden establecer bases útiles para avanzar. Lo
expresa claramente: "no quiero que 2004 sea un año perdido
para las negociaciones en la OMC". Y concluye su carta señalando
que 2004 debería ser un año de resultados para la Agenda
Doha y para la OMC. No usa la expresión "concluir" con
las negociaciones.
El aporte metodológico lo plantea en la expresión de procurar
una "agenda de sentido común", que implique descargar
las negociaciones de cuestiones controversiales inconvenientes en la actual
coyuntura -lo que puede interpretarse como una referencia a lo que los
respectivos frentes internos pueden tolerar-, focalizando la agenda en
pocas cuestiones sustanciales y operando con criterios de flexibilidad
a fin de lograr articular los necesarios consensos. Refleja así
una de las críticas más comunes al grado de ambición
de la Agenda de Doha, que fuera formulada en más de una oportunidad,
en especial por los países en desarrollo. No menciona el concluir
las negociaciones en 2004, pero sí hace referencia a la posibilidad
de lograr acuerdos en tales cuestiones sustanciales, sin perjuicio que
ellos deban luego profundizarse hacia un futuro previsible. Manifiesta
la firme voluntad de los EEUU de avanzar con tal metodología pragmática.
Señala la necesidad de explorar compromisos que a la vez que mantengan
la ambición en los resultados, aseguren la "necesaria flexibilidad"
y "resultados balanceados para todos".
Una sugerencia que avanza, relacionada con lo metodológico, es
la de contar con una activa Presidencia del Consejo General de la OMC,
a fin de que junto con el Director General y las Presidencias de los Grupos
Negociadores puedan construir -no repetir- a partir de lo debatido en
la última reunión del Consejo General realizada en Ginebra,
el 15 de diciembre 2003. Para ello sugiere que a pesar que tal Presidencia
correspondería por rotación a un país desarrollado
-debería ser Japón-, pudiera ser designado nuevamente un
país en desarrollo -hasta febrero la Presidencia la ejerce el Embajador
Carlos Pérez del Castillo, del Uruguay-. Constata que en Ginebra
hay varios Embajadores de países en desarrollo con experiencia
y con habilidades, y menciona concretamente los del Brasil, Chile, Pakistán,
Singapur y África del Sur. Varios de ellos representan a países
del denominado G.20. También sugiere una participación activa
de los altos funcionarios en las respectivas capitales. Y en función
de los progresos que se logren, adelanta la idea que la próxima
reunión ministerial prevista a realizarse en Hong Kong, pudiera
tener lugar -si hay progresos significativos y así lo consideran
conveniente el Presidente y el Director General- antes de fin de año.
Ello debería permitir concretar resultados productivos en 2004.
El aporte sustantivo se refiere a cuáles son las cuestiones sustanciales
sobre las que se debería concentrar la "agenda de sentido
común". Si bien avanza sus sugerencias con respecto a tales
cuestiones, no efectúa necesariamente propuestas cerradas. En toda
su carta surge la noción de apuntar por donde se puede avanzar
con realismo, a fin de procurar reacciones de sus contrapartes. En una
reunión informal de algunos Ministros a realizarse en Ginebra al
concluir el encuentro anual del World Economic Forum de Davos, podrían
obtenerse primeras reacciones sobre sus sugerencias. En tal sentido se
observa en la carta de Zoellick un enfoque en términos generales
similar al del antes mencionado artículo de Jeffrey Schott -con
clara influencia en el pensamiento de Washington en estos temas- publicado
en The Economist.
¿Cuáles son las cuestiones sustanciales en la opinión
de Bob Zoellick y cuáles son al respecto sus "sugerencias"?
Básicamente sugiere concentrar la negociación en las cuestiones
fundamentales relacionadas con el acceso a los mercados agrícolas,
de bienes y de servicios. Las define como aquellas de mayor interés
para los países en desarrollo, para lo cual menciona la necesidad
de incorporar tratamientos especiales y diferenciales que reconozcan que
tales países enfrentan circunstancias variadas -referencia a que
no todos los países en desarrollo están en la misma situación-,
desafíos adicionales producidos por la competencia global y, en
particular, problemas sensitivos de ajuste a las nuevas condiciones que
resultarán de las aperturas de los respectivos mercados.
Identifica como cuestión central a la agricultura, reconociendo
que la Rueda Uruguay sólo dio comienzo al proceso de disciplinas
y de reducción de barreras al comercio de productos agrícolas.
Es claro al respecto: avanzar en agricultura es condición necesaria
para luego avanzar en los otros planos prioritarios. Plantea la necesidad
de concentrarse en lograr progresos efectivos en tres planos interconectados
entre sí: el de la competencia en materia de exportaciones; el
de los apoyos internos a la producción y el del acceso a los mercados,
sin perjuicio de reconocer que algunos de sus colegas también requieren
incluir cuestiones no vinculadas al comercio, pero -señala- que
ellas no deberían significar nuevas distorsiones en los mercados
ni crear nuevas barreras proteccionistas.
Las principales sugerencias en materia agrícola son:
- la necesidad de tener un acuerdo para eliminar los subsidios a las
exportaciones agrícolas en una fecha cierta y, si bien no la
fija, sostiene que prefiere una fecha temprana; señala su compromiso
de eliminar el componente subsidio de los programas de créditos
a la exportación, pero no menciona la cuestión sensible
de la ayuda alimentaria;
- el concentrarse en los subsidios a la producción con mayores
efectos distorsivos sobre el comercio, sin perjuicio de comprometerse
a avanzar en la fijación del objetivo de eliminación de
todos los subsidios internos distorsivos y de todas las barreras al
acceso a los mercados;
- el definir una fórmula para negociar acceso a los mercados
que sea una mezcla que se pueda aplicar a todos y que provea compromisos
significativos que den lugar a oportunidades reales de exportación.
Una fórmula común puede incorporar asimismo, diferentes
grados de reducción de barreras y plazos más largos para
países que necesiten más tiempo para su ajuste, y
- el lograr compromisos significativos en los tres planos para el algodón
-que fuera una de las causas principales del fracaso en Cancún.
Otras sugerencias se refieren a la utilización de una fórmula
mixta pero ambiciosa para el acceso a mercados en productos no agrícolas
que sea flexible para productos sensitivos -incluso plantea explícitamente
que si no se puede avanzar en la eliminación total de tarifas para
bienes no agrícolas, eventualmente pueda preverse el objetivo de
lograrlo en una segunda etapa, junto con una segunda etapa para la agricultura-;
la posibilidad de avanzar en acuerdos sectoriales; una mayor apertura
en los mercados de los servicios, al menos para una mayoría de
países miembros de la OMC; el tratamiento especial y diferenciado,
y, muy especialmente, el concentrarse en uno sólo de los "temas
de Singapur" -el de facilitación de comercio, por su importancia
para las cadenas globales de suministro-, previendo una aproximación
gradual para el tema de transparencia en compras gubernamentales -eventualmente
comenzando por un acuerdo en el que participen algunos o todos los países
miembros, y dejando de lado o reenviando al desarrollo de un plan de estudios,
el tema de las inversiones y el de la competencia.
Las primeras reacciones a la carta de Robert Zoellick fueron en principio
positivas. Pascal Lamy hablando el 13 de enero ante el Parlamento Europeo
(ver http://europa.eu.int)
rechazó también la noción del "año perdido";
expresó su satisfacción por la iniciativa americana y adelantó
su interés de que para marzo o abril próximo, las negociaciones
en la OMC puedan alcanzar el punto que no se logró en Cancún,
esto es, tener acuerdos en cuanto a las modalidades para agricultura,
bienes no agrícolas y los temas de Singapur -en relación
a los cuáles reiteró la flexibilidad de la posición
europea-. Por su parte, el negociador comercial argentino, Martín
Redrado señaló que la carta de Zoellick era un gesto político
importante, aún cuando faltaría ver cómo se concretaría.
(ver El Cronista Comercial, martes 13 de enero 2004).
La idea de evitar que 2004 sea un año perdido en la OMC contempla
el interés nacional de la Argentina. Es funcional al objetivo de
fortalecer el sistema comercial multilateral global. Según sean
los avances sustanciales que se puedan lograr en materia agrícola,
facilitaría avanzar también en cuestiones sustantivas de
las negociaciones del ALCA y con la UE. Eventualmente permitiría
concluirlas durante el 2004, aún cuando luego fuere necesario profundizar
los acuerdos logrados en una etapa inicial. Sería un estímulo
a concretar la voluntad política existente de fortalecer el Mercosur.
No es excluyente de la exploración de otras vías para incrementar
el acceso a los mercados internacionales de los productos y servicios
originados en el país. Mejoraría en general el clima de
la inversión productiva con sus consiguientes efectos sobre la
generación del empleo. Trabajar sobre la hipótesis de que
es un escenario posible, parecería ser recomendable para las empresas
que producen y prestan servicios en la Argentina. Las reuniones negociadoras
previstas para el primer cuatrimestre del año, tanto en la OMC,
en el ALCA y con la UE, permitirán confirmar o no la verosimilitud
de tal escenario.
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