Luego de las reuniones ministeriales celebradas en Bruselas (12 de noviembre)
y en Miami (20 de noviembre), parece razonable trabajar con la hipótesis
de que en los plazos originalmente previstos se concluirán acuerdos
de libre comercio con la Unión Europea y en el Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA).
En el caso de la Organización Mundial del Comercio (OMC), recién
al concluirse el próximo 15 de diciembre la reunión de su
Consejo General, podrá efectuarse una estimación de los
plazos que requerirá el cumplimiento de la agenda acordada en Doha.
Tres conclusiones pueden extraerse de las recientes reuniones ministeriales
de Bruselas
y de Miami.
La primera conclusión es que se ha manifestado por parte de los
principales protagonistas una clara voluntad política de concluir
las negociaciones en los plazos fijados. Las motivaciones para tal voluntad
política pueden variar. Quizás el temor a los costos políticos
internos de un fracaso haya incidido en la relativa flexibilización
de algunas de las posiciones. Los efectos del fracaso de Cancún
pueden haber influenciado en la búsqueda de posturas más
equilibradas. Además los negociadores experimentados dirían
que la sensación de fracaso siempre aflora en vísperas de
los acuerdos. A veces son la antesala del acuerdo final. A veces son parte
de las tácticas negociadoras, particularmente cuando hay en las
agendas cuestiones de fuerte sensibilidad en las respectivas opiniones
públicas.
La segunda conclusión es que es probable que muchas de las cuestiones
más sensitivas incluidas en las agendas negociadoras actuales,
seguirán pendientes una vez firmados los respectivos acuerdos.
Lo que concluiría el año próximo sería entonces
la base de lo que, en el futuro, serán procesos negociadores continuos.
Pero aún así, los textos se firmarán sólo
en la medida en que lo que finalmente se acuerde refleje ganancias mutuas
para todas las partes. De lo contrario no habría acuerdo.
Si este pronóstico es correcto, a partir del 2006, cuando los
respectivos Congresos hayan aprobado lo acordado, tanto en el ámbito
del ALCA como de la Asociación UE-Mercosur se continuará
negociando para desarrollar y completar lo hasta allí logrado.
El hecho que los acuerdos deben ser aprobados por los parlamentos, puede
explicar la cautela que tendrán los negociadores de acordar textos
que puedan ser rechazados por las respectivas opiniones públicas.
Ello puede ser particularmente cierto en el caso del ALCA, donde tanto
el Congreso de los Estados Unidos, como los de los países latinoamericanos
-especialmente en casos como el del Brasil y la Argentina- pueden ser
el ámbito de debates muy intensos y de fuerte repercusión
pública. Ello se ha observado recientemente, por ejemplo, con la
aprobación del acuerdo de libre comercio entre Chile y los Estados
Unidos, por parte del Congreso chileno.
La tercera conclusión es que tanto lo que ocurra en el intenso
y complejo tramo que falta aún recorrer para terminar esta etapa
de las negociaciones, como luego lo que ocurra en el desarrollo de las
etapas siguientes, seguirá fuertemente condicionado por la evolución
de las negociaciones en la OMC.
No hay que excluir la posibilidad de que también en éste
ámbito se desdoblen los resultados en dos o más etapas,
con un formato de pasos incrementales y de compromisos de múltiples
velocidades y de geometría variable.
A partir de ahora ambas negociaciones -las del ALCA y las del Mercosur
con la UE- entran en la etapa más compleja, en la que deberán
articularse los intereses de las partes en materia de accesos a mercados
y deberá definirse la letra fina de los respectivos textos, especialmente
en cuanto a las reglas que se aplicarán a cuestiones muy sensibles
como son las compras gubernamentales, los servicios, las inversiones y
la propiedad intelectual. Se sabe que en materia de negociaciones comerciales
internacionales, es en el detalle donde está el diablo. Para dar
una idea de la complejidad de la etapa final de las negociaciones, sólo
en el caso del texto principal del ALCA -esto es sin los anexos con los
compromisos de desgravación arancelaria, las reglas de origen y
las aperturas comprometidas en servicios- ya tiene unas seiscientas páginas.
El tercer borrador publicado el 21 de noviembre puede obtenerse en la
página web del ALCA (www.ftaa-alca.org).
Para lograr ello se han establecido en ambos casos cronogramas a la vez
apretados y ambiciosos. Por ejemplo en el caso de las negociaciones con
la Unión Europea, la próxima reunión del comité
de negociaciones birregionales está prevista para los días
1º al 5 de diciembre. Y en ambos casos se estima concluir hacia el
próximo mes de octubre.
En el caso del ALCA las negociaciones serán más complejas
por el formato acordado finalmente en Miami. Habrá un acuerdo básico
con compromisos comunes a todos los países en todos los temas.
Y luego quienes así lo consideren conveniente podrán avanzar
más rápido asumiendo compromisos más intensos. Será
entonces un ALCA de geometría variable y de múltiples velocidades.
Es prematuro aún para concluir cómo se insertarán
los países del Mercosur y el Mercosur como conjunto, en la arquitectura
prevista para el ALCA. Con más perspectiva será un tema
a abordar en la próxima nota.
Teniendo en cuenta el panorama resultante tras las reuniones de Bruselas
y de Miami -y reconociendo que tal panorama sólo estará
más completo luego de la reunión del 15 de diciembre en
la OMC- cabe interrogarse sobre la lectura que las empresas pueden efectuar
sobre el impacto -positivo o negativo- que las negociaciones tendrán
en sus futuras ventajas competitivas.
Imaginemos al respecto una empresa que opera en la Argentina -y por lo
tanto en el Mercosur- y que está desarrollando o intenta desarrollar
una estrategia de internacionalización -por tanto no sólo
de exportación ni de comercio exterior, sino también de
inversión productiva y de innovación tecnológica-
en función de los mercados ampliados por las negociaciones en curso.
Es decir una empresa que pueda tener en su perspectiva estratégica
intereses, a la vez ofensivos y defensivos, respecto a los mercados con
los cuáles en adelante se integrarían la Argentina y sus
socios del Mercosur por medio de acuerdos de libre comercio. En realidad,
sería difícil imaginar en el mundo de hoy a una empresa
que aspire a operar en forma sostenida en el comercio exterior de bienes
y servicios sin una perspectiva estratégica.
En la lectura que tal empresa efectúe, lo razonable es asumir
que en el horizonte del mediano plazo las actuales negociaciones se traducirán
en reglas de juego difíciles de modificar, que a la vez que permitirán
un acceso más fluido, previsible y menos costoso a mercados de
países de alto nivel de consumo y de fuerte desarrollo económico
-los Estados Unidos y los países europeos-, significarán
abrir nuestro propio mercado y los de nuestros socios -con la consiguiente
erosión de las actuales preferencias-.
Además ellas introducirán -en grado diverso y con un escalonamiento
temporal variado, según sean los resultados de las negociaciones-
condicionamientos para la elaboración y aplicación de políticas
publicas vinculadas, entre otros campos, al comercio de bienes y de servicios,
a las inversiones, a las compras gubernamentales y a la propiedad intelectual.
En concreto habrá para las empresas desplazamientos de ventajas
competitivas -a veces a favor, a veces en contra- y para los gobiernos
un menor margen de maniobra en el plano de las políticas públicas.
De allí que las negociaciones hayan sido -y serán aún-
tan difíciles y que despiertan tanto interés -e incluso
reacciones fuertes- en las respectivas opiniones públicas y en
los sectores potencialmente afectados. La cuestión de la legitimidad
social de las negociaciones tiene hoy una importancia mayor, ya que ella
condiciona la sustentabilidad de lo que finalmente se acuerde.
Tres recomendaciones parecen apropiadas entonces con respecto a las empresas.
La primera es que imaginar los escenarios post-negociadores en la perspectiva
de las empresas debería ser un capítulo central de su inteligencia
competitiva.
La segunda recomendación es que cuánto más temprano
se ponga en práctica una estrategia de absorción del impacto
de los escenarios post-negociadores, mayores serán las posibilidades
de operar con éxito, sea en el plano ofensivo, sea en el defensivo.
Y la tercera es que en función de su planteamiento estratégico,
las empresas tienen aún tiempo de incidir en los resultados de
las negociaciones, para lo cual deben prestar suma atención a los
próximos pasos que se reflejan en los cronogramas acordados por
los gobiernos.
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