El debate sobre las negociaciones comerciales internacionales en las
que participan la Argentina y sus socios del Mercosur se ha intensificado
en las últimas semanas. Lo pone de manifiesto, entre otros, el
Suplemento Economía y Negocios del Clarín del domingo 24
de agosto. El seguimiento de la prensa brasilera revela que lo mismo ocurre
en el país vecino. Otro tanto ocurre prácticamente en todos
los países de la región.
Es un debate que tiene un creciente perfil político, una profunda
relevancia económica hacia el futuro y una insuficiente transparencia.
El perfil político tiene que ver con la percepción que
tenga cada sociedad sobre los beneficios y costos inmediatos y, sobre
todo, futuros de la respectiva negociación, y sobre su impacto
en el desarrollo del comercio exterior y de la competitividad de sus empresas
en sus propios mercados internos, en una región o a escala global.
Un ejemplo de tal perfil político fue el proceso que condujo al
Congreso de los Estados Unidos a la aprobación de la autorización
al Ejecutivo para negociar. La lectura del Trade Promotion Authority -incluso
su estructura- pone de manifiesto la preocupación política
de los miembros del Congreso por resaltar ante sus electores, el impacto
positivo que las negociaciones comerciales tendrán sobre las exportaciones
americanas de bienes y de servicios, y por destacar los instrumentos y
recursos financieros destinados a facilitar la reconversión que
pudieran requerir trabajadores, agricultores o pequeños empresarios,
como consecuencia del impacto que en la economía americana -y en
la de cada Estado de la Unión- podrán resultar de las negociaciones
autorizadas. Incluso se ha previsto un monitoreo constante del Congreso
sobre la evolución de las negociaciones y en algunos casos específicos,
como por ejemplo en relación a productos agrícolas, el Ejecutivo
deberá volver a consultar a los representantes del pueblo americano.
En otros casos, lo que además preocupa en las negociaciones comerciales
-y en las opciones que un gobierno efectúe sobre con quien desarrollarlas
prioritariamente y sobre cómo encararlas- es su efecto sobre el
modelo de desarrollo económico, la cohesión social y la
inserción internacional del respectivo país. Un intenso
debate político y no sólo económico, se observa por
ejemplo en estos días en Colombia, donde el gobierno ha planteado
tras la visita a Bogotá de Robert Zoellick, el negociador comercial
americano, la idea de la negociación de un acuerdo de libre comercio
con los EEUU, similar al negociado por Chile. A quienes están a
favor de avanzar rápido en tal negociación, se oponen aquellos
que temen por el impacto que podría tener en la Comunidad Andina,
que es en la actualidad el mercado principal para las exportaciones de
manufacturas y que, además, es el marco regional institucionalizado
en el cual se insertan las complejas relaciones entre Colombia y Venezuela.
La relevancia económica deriva, como ya se ha señalado
antes en estas notas, del hecho que de las negociaciones comerciales en
curso, resultarán para cada país participante, reglas de
juego que implicarán fuertes condicionamientos a la elaboración
y aplicación de políticas públicas que inciden, en
particular, en el comercio internacional de bienes y servicios, y en las
decisiones de inversión. Precisamente ese es el objetivo de las
negociaciones: generar disciplinas colectivas que limiten las tendencias
al proteccionismo y a la discriminación unilateral discrecional,
y que faciliten la expansión y liberalización del comercio
global y regional, estimulando de tal forma, el desarrollo económico
del mayor número de países. Las negociaciones comerciales
internacionales producirán reglas de juego que, según ellas
sean, pueden desplazar a favor o en contra ventajas competitivas de empresas
que operan en un país determinado. Si un país negocia y
otro no, puede también tener un efecto económico -a veces
de largo plazo- de desplazamiento de ventajas competitivas a favor de
aquél que sí negoció. De ahí, por ejemplo,
el interés de muchos países de no quedarse marginados del
ALCA, tras los acuerdos ya celebrados por México y Chile con los
EEUU, y de las negociaciones en curso con los países centroamericanos
y, probablemente, con Colombia. Lo mismo se observa en el caso europeo,
tras la reciente incorporación de nuevos países miembros
de la Unión Europea, con aquellos países interesados a incorporarse
en el futuro.
La insuficiente transparencia, se refleja en el hecho que la información
detallada sobre la evolución casi diaria de las negociaciones en
curso, suele ser escasa y de difícil acceso para quien no es negociador,
funcionario o experto. De allí la importancia creciente que tiene
para el sector privado, el que sus propias cámaras empresarias
estén en condiciones de procesar y decodificar en la perspectiva
de cada sector -o región del país- lo que ocurre en los
tres principales tableros negociadores -el de la OMC, el del ALCA y con
la Unión Europea- y de lo que ocurre también en el Mercosur.
En nuestro país, el Centro de Negociaciones Internacionales (CENI)
de la UIA y el Instituto de Negociaciones Agrícolas Internacionales
(INEI) (www.inai.org.ar)
son, en tal sentido, una contribución significativa al necesario
esfuerzo de cada empresa de seguir -casi on-line- la evolución
de las negociaciones comerciales, como un elemento central de su gestión
de inteligencia competitiva.
En el mundo son varias las páginas Web que facilitan -junto con
la prensa especializada- un seguimiento oportuno de las negociaciones
comerciales en la perspectiva, por cierto, de cada país, región
o sector. Un ejemplo de difusión de información relevante
e incluso de consulta a la ciudadanía sobre aspectos importantes
de las negociaciones comerciales, es el de la página Web del Departamento
de Relaciones Exteriores y Comercio Internacional de Australia (www.dfat.gov.au/trade/index.html).
La página Web de Itamaraty permite un seguimiento de las negociaciones
a través del procesamiento que efectúa de la información
y -sobre todo- los análisis de la prensa del país -e incluso
de otros países- (www.mre.gov.br).
Pero además de diseminar en forma oportuna información
relevante, parece necesario un esfuerzo por tornar inteligible tales negociaciones,
o sea "decodificarlas". Ello a fin de que cualquier ciudadano
-y por ciertos los empresarios y trabajadores, y sus respectivas instituciones-
pueda entender qué se está negociando y cuáles son
los efectos de lo que hoy se negocia sobre la competitividad futura de
su empresa, o para preservar o acrecentar las fuentes de empleo.
En tal sentido el mundo académico y la prensa especializada cumplen
una función significativa. En estos días se han multiplicado
seminarios y cursos sobre negociaciones comerciales internacionales. Incluso
se observa, por ejemplo en el Brasil, un esfuerzo destacable de producir
libros ágiles y de fácil lectura -pero sólidos desde
un punto de vista técnico- a fin de orientar a la sociedad civil
en el seguimiento de las negociaciones comerciales desde una perspectiva
brasilera. En tal sentido, tres libros muy recientes pueden ser destacados
como ejemplos a seguir. Uno es el encomendado por un diario -Folha de
Sao Paulo- para su colección "Folha Explica", a uno de
los más destacados intelectuales y negociadores brasileros, el
Embajador Rubens Ricupero, y que se titula: "A ALCA" (PubliFolha,
Sao Paulo, 2003). El otro fue encomendado por una institución de
capacitación, el SENAC de Sao Paulo, a dos especialistas, Tullo
Vigevani y Marcelo Passini Mariano, y se titula "ALCA" (Editora
SENAC, Sâo Paulo, 2003). Y el tercero es coordinado por el profesor
Welter Barral, de la Universidad Federal de Santa Carina, y consiste en
un análisis pormenorizado que un grupo de especialistas efectúa
del Trade Promotion Authority aprobado por el Congreso de los EEUU, desde
la perspectiva de los intereses comerciales del Brasil. Se titula "Negociaçôes
Comerciais Multilaterais" (Fundaçâo Boiteux, Florianópolis,
2003).
Un aspecto de relevancia en el debate político sobre las negociaciones
comerciales internacionales, es el del impacto que ellas puedan tener
en el desarrollo de acuerdos regionales valorados por las respectivas
sociedades. Es el caso del Mercosur, como también lo es el de la
Comunidad Andina.
Con respecto al Mercosur, antes y durante las reuniones ministeriales
del ALCA en Miami y con la Unión Europea en Bruselas, ambas en
noviembre -e incluso en septiembre en Cancún (OMC)-, observadores
y negociadores expertos intentarán apreciar signos claros sobre
si realmente se ha iniciado una nueva etapa en su construcción.
Según sea la calidad de los indicadores de consistencia que el
Mercosur ofrezca, será o no creíble su aspiración
de presentarse como una región organizada, de la misma categoría
-al menos en su proyección futura- que el NAFTA y la UE.
La voluntad política de potenciar el Mercosur parece firme. Cabe
ahora observar cómo ella se traduce en definiciones metodológicas
realistas y sólidas. Algunas tendrán que ser heterodoxas
(por ejemplo, en relación al arancel externo común), pero
consistentes con la racionalidad económica -y política-
y con las reglas de la OMC (cláusula de habilitación y artículo
XXIV del GATT-1994). Brasil ha avanzado su iniciativa "objetivo 2006"
(www.mercosul.gov.br/textos).
Es ahora objeto de discusión entre los gobiernos. Tiene el mérito
de estimular un debate público intenso y participativo, que es
hoy más que necesario. Pero pretende abarcar mucho. Ello induce
a dispersión y pérdida de foco. Incluso cuestiones claves
como la flexibilización en caso de disparidades cambiarias significativas
-de especial interés para sectores industriales de los países
socios, tras las experiencias de las devaluaciones del Real en 1999 y
del peso en 2002- no están mencionadas y otras sólo tienen
una referencia ligera, como la de la calidad y la efectividad de las reglas
de juego acumuladas desde la firma, en 1991, del Tratado de Asunción.
El actual debate sobre el futuro del Mercosur ganaría foco si
se concentrara prioritariamente en dos cuestiones. Ellas permitirían
ganancias de credibilidad en los antes mencionados foros negociadores.
E incluso ante las opiniones públicas de cada país miembro.
La primera es la del alcance y modalidades de la preferencia económica
entre los socios, en bienes y en servicios, como también en compras
gubernamentales. Es una cuestión central a la hora de negociar
en conjunto con terceros países. ¿Podrían incluirse
los servicios y las compras gubernamentales en los acuerdos del ALCA y
con la Unión Europea, y no haberlo hecho antes en forma efectiva
dentro del propio Mercosur? Si así fuere ¿no se estarían
diluyendo los alcances preferenciales del Mercosur y no afectaría
ello su identidad tanto económica como política?
La segunda es la de la calidad institucional. El Mercosur tiene muchas
reglas que no se cumplen y otras que ni siquiera han completado su ciclo
de perfeccionamiento jurídico. Asimismo, el funcionamiento en la
práctica de los actuales mecanismos de adopción de decisiones
y de solución de conflictos, está lejos de garantizar el
carácter "rule-oriented" de las relaciones comerciales
y económicas entre los socios. Muchas decisiones se adoptan con
criterios coyunturales y lo mismo ocurre en la forma en que se encaran
conflictos comerciales bilaterales. Ello afecta la eficacia, la credibilidad
e incluso la legitimidad del proceso de integración. Al ser así,
el Mercosur puede perder relevancia como orientador de decisiones de inversión
productiva -que son las que permiten generar empleos-, que es finalmente
su principal razón de ser en el plano económico. Si el Mercosur
no es sólido en lo económico, difícil será
que alcance relevancia en su dimensión política y social.
Las dos cuestiones sumadas -de ser abordadas en lo inmediato, aprovechando
la alta densidad de voluntad política existente- darían
sustento a iniciativas de transformación productiva conjunta -como
por ejemplo, la del desarrollo de foros de competitividad que permitan
integrar cadenas productivas orientadas a la exportación- y facilitarían
una articulación más profunda con Chile e incluso con la
Comunidad Andina. Harían del Mercosur un interlocutor válido
en las complejas negociaciones comerciales que se desarrollan tanto en
la OMC, como en el ALCA y con la Unión Europea.
También facilitaría el debate público sobre la
construcción futura del Mercosur, si se efectúa en la perspectiva
de los resultados acumulados en los últimos años para las
empresas y el comercio exterior, y no sólo en la de problemas coyunturales.
Dos estudios recientes tienen el mérito de facilitar tal perspectiva.
Uno es del IPEA -instituto de investigaciones económicas aplicadas
del Brasil-, sobre los "Aspectos microeconómicos do Mercosul",
de Sérvulo Moreira, 2003. El otro, también del 2003, es
el realizado por la oficina de la CEPAL en la Argentina, y sus autores
son E.Figueroa y F.Villalpando y se pude descargar desde
este link. Su lectura es recomendable para empresarios, negociadores
y analistas, por los datos que aportan y por sus conclusiones.
|