En nuestro informe del mes de enero, nos interrogábamos sobre
si se había abierto una nueva etapa en la construcción del
Mercosur, tras el inicio en el Brasil del gobierno del Presidente Lula
-y sus contundentes definiciones sobre el valor que le atribuye a la alianza
estratégica con la Argentina y a la integración regional-
y el encuentro de trabajo que mantuviera ese mes con el Presidente Duhalde
en Brasilia.
Sosteníamos que resultaba prematuro sacar conclusiones contundentes
en el sentido que el Mercosur habría entrado efectivamente en una
nueva etapa. Pero sosteníamos que al menos por tres razones las
conclusiones podrían ser positivas: el alcance de las definiciones
políticas y operativas adoptadas por los Presidentes en el citado
encuentro bilateral; la falta de opciones razonables y viables en el corto
plazo, y el fuerte compromiso con el Mercosur del nuevo gobierno del Brasil,
que tiene delante suyo un horizonte de por lo menos cuatro años.
Tras las elecciones en la Argentina y teniendo en cuenta los pronunciamientos
ya efectuados por el Presidente Kirchner -incluso en su viaje, como candidato,
para entrevistarse con los Presidentes Lula y Lagos-, y la conocida posición
del Ministro Roberto Lavagna sobre el Mercosur -que proviene del período
en que tuvo una clara incidencia en el lanzamiento de la relación
especial con el Brasil durante la Presidencia de Raúl Alfonsin-,
es posible ahora sostener con más firmeza que la construcción
del Mercosur ha entrado en una nueva etapa.
Desde el punto de vista de las empresas que operan en la Argentina -sea
en el sector de producción de bienes o de prestación de
servicios-, ello implica que lo recomendable es introducir en sus planteamientos
estratégicos de mediano y largo plazo, el hecho que el desarrollo
de un espacio económico regional más integrado incidirá
fuertemente en sus competitividades relativas.
Para las empresas expuestas a la competencia económica internacional,
la consecuencia práctica debería ser reforzar en lo inmediato
sus respectivas capacidades -y las de las instituciones empresarias a
las que pertenecen- para seguir los desarrollos del Mercosur con una perspectiva
de inteligencia competitiva (ver al respecto la interesante entrevista
a Riccardo Riccardi en la Sección Económica del diario La
Nación del domingo 18 de mayo, página 16).
Se abre asimismo un amplio espacio para las funciones de asesoramiento
y de capacitación que pueden prestar las instituciones financieras
y académicas y, en nuestro caso en particular, el Instituto de
Comercio Internacional de la Fundación BankBoston. No se trata
sólo de contar con cuadros competentes en operatorias de comercio
exterior. Lo que es importante es contar con cuadros técnicos propios
-o tercerizar los servicios de inteligencia y de asesoramiento necesarios,
o compartirlos con otras empresas de la misma ciudad, región o
sector-, con capacidad para decodificar las negociaciones comerciales
en curso y los propios desarrollos del Mercosur, desde la perspectiva
de cada empresa y sector económico, incluso de cada región
dentro del país. El modelo canadiense, entre otros, puede brindar
elementos de interés para la calidad de la inteligencia competitiva
al alcance de las empresas, que puede resultar de la sinergia empresas-gobiernos
(incluyendo los municipios y las provincias)-mundo académico-instituciones
financieras.
Será necesario, además, conocer cuáles son los
canales más eficaces para influenciar, en función de sus
intereses respectivos, en el proceso de formulación de políticas
públicas y de reglas de juego que incidirán en la futura
construcción del Mercosur y en el aprovechamiento de los resultados
de las negociaciones comerciales en curso. Tales canales son prioritariamente
nacionales -incluyendo los gobiernos provinciales y los locales-. Pero
también se requerirá en el futuro, la creación o
el fortalecimiento de canales de influencia comunes con las respectivas
contrapartes en el Brasil y en los otros socios del Mercosur. Es recomendable
en tal sentido una estrategia agresiva de lobby empresario, a fin de lograr
que políticas y reglas de juego sean funcionales a sus estrategias
de competitividad regional y global.
Es posible prever que una primera consecuencia de escenario planteado
por la convergencia de los nuevos gobiernos de la Argentina y del Brasil
con respecto al proceso de integración, será la superación
del recurrente debate existencial sobre la conveniencia de mantener al
Mercosur y sobre su posible dilución, sea en una zona de libre
comercio que sustituyera la unión aduanera y al propio mercado
común, sea en el espacio de libre comercio hemisférico.
Es un debate que se ha observado muchas veces en la Argentina, pero sobre
todo recientemente, en el propio Brasil. La idea, por ejemplo, de una
negociación bilateral con los Estados Unidos, sigue estando instalada
en el debate interno del Brasil sobre la mejor estrategia a seguir en
las negociaciones comerciales internacionales. Incluso la disminución
de la importancia relativa de la Argentina para las exportaciones brasileras,
se puede reflejar en una pérdida gradual de interés empresario
por el Mercosur. El sector automotriz es un ejemplo, pero no el único.
Como ocurriera en el momento fundacional -al igual que en Europa en los
inicios del proceso de integración en los años 50-, el impulso
actual parece provenir sobre todo del gobierno y por factores políticos.
En cierta forma se observa, entonces, un retorno a los momentos fundacionales
del Mercosur, incluyendo la etapa de integración bilateral iniciada
en 1986. Esto es, al impulso político de la idea estratégica
de configurar un amplio espacio económico común, en torno
a tres ejes metodológicos principales. El primero es el desarrollo
de una preferencia económica resultante de una unión aduanera
como paso inicial hacia un mercado común y, en el largo plazo,
una eventual unión monetaria. El segundo, es la transformación
productiva conjunta en base a la integración de cadenas de valor
sectoriales y al desarrollo de una infraestructura física funcional
a la fluidez de los intercambios de bienes y de servicios. El tercer eje
metodológico, es la apertura al mundo a través de un arancel
externo favorable a la competitividad y de la concertación entre
los socios en sus negociaciones comerciales con terceros países.
Si ello es así, será posible observar un claro desplazamiento
del debate existencial sobre el Mercosur, hacia un necesario debate metodológico
acerca de cómo y con qué ritmos deberá ser ahora
continuada su construcción. En tal caso pesarán además
de los factores y argumentos políticos, los técnicos y los
originados en concretos intereses económicos.
Parecería recomendable colocar el debate metodológico
en las perspectivas que surgen de dos planos que son complementarios.
Uno es el de los requerimientos que cada socio tendrá en función
de sus propias políticas de transformación productiva y
de cohesión social. El otro plano es el de los escenarios que podrán
resultar de la forma en que evolucionen y concluyan -incluyendo los plazos-
las actuales negociaciones comerciales en la OMC; en el ámbito
hemisférico -en particular con los Estados Unidos, tanto en el
formato del ALCA como en un posible formato "4+1", que ha cobrado
recientemente más actualidad-; en el ámbito interregional
con la Unión Europea, y en el ámbito latinoamericano de
la red de acuerdos preferenciales y de libre comercio de la ALADI, especialmente
con México y la Comunidad Andina.
En relación a ambos planos, lo importante será reconocer
que los requerimientos y los intereses de los actuales socios del Mercosur
-e incluso la de sus asociados, en especial Chile- no son necesariamente
similares. Por lo menos dos factores inciden en posibles posiciones divergentes.
Por un lado, las diferencias existentes en cuanto al grado de desarrollo
de sus economías y de sus respectivos sectores productivos. Por
el otro, las asimetrías de dimensión económica y
de poder relativo. Ambos factores son más notorios con respecto
al Paraguay y al Uruguay. Pero tampoco hay que subestimarlos en el caso
de la Argentina y del Brasil.
Son potenciales divergencias que pueden expresarse en relación
a, por lo menos, dos aspectos cruciales de las metodologías a emplear
en la construcción futura del Mercosur.
El primero se relaciona con los ritmos de avance en las negociaciones
comerciales con los Estados Unidos y con la Unión Europea. Hay
países -o sectores dentro de ellos- que pueden necesitar avanzar
más rápido que otros. Las mayores divergencias podrían,
eventualmente, producirse en el ámbito de las negociaciones comerciales
con los Estados Unidos. Se observa al respecto un fuerte debate dentro
del Brasil y la tendencia que parece predominar es la que impulsa a una
dilación de los plazos, al menos para todo lo que no sea acceso
a mercados de bienes. Los resultados de la próxima visita de Robert
Zoellick -el negociador comercial americano- el 27 de mayo al Brasil,
deberán ser observados con atención, dado el hecho que ambos
países comparten la presidencia de las negociaciones hemisféricas.
También será necesario observar la intensidad de las consultas
que al respecto el equipo negociador del Brasil, mantenga con sus pares
de los países socios del Mercosur.
El segundo aspecto se refiere a los requerimientos de financiación
de reconversión productiva que puedan necesitar las empresas -con
diferenciaciones sectoriales- expuestas a las nuevas condiciones de competencia
económica que plantearán, tanto el perfeccionamiento de
la unión aduanera como la apertura que necesariamente resultará
de las negociaciones comerciales en curso -lo que dependerá de
los plazos en que ellas culminen y en que maduren las aperturas comerciales
que se acuerden, y también de la amplitud de sus resultados en
términos de los compromisos que efectivamente se asuman, por ejemplo,
en materia agrícola, de servicios, de defensa comercial, de propiedad
intelectual y de compras gubernamentales-.
En relación a este último aspecto, por lo menos dos fuentes
de información permitirían nutrir la agenda de reconversión
productiva hacia el futuro.
Una es la del historial de conflictos comerciales que se han manifestado,
recurrentemente, en los diferentes ejes bilaterales en la trayectoria
del Mercosur en los últimos doce años. Hay sectores y productos
en los que tal historial ofrece claros elementos para una agenda de transformación
productiva conjunta -tales como por ejemplo, el automotriz y en especial
el de las autopartes; el azúcar; los lácteos; pollos y cerdos;
calzados, y textiles-. En tal sentido un ámbito de trabajo privilegiado
debería ser el de los foros de competitividad, que siguiendo el
modelo brasilero al respecto, han comenzado a desarrollarse en el Mercosur.
En este plano la nueva Secretaría Técnica del Mercosur,
puede cumplir un papel sumamente útil, especialmente si cuenta
con la suficiente cooperación técnica y financiera originada
en fuentes internacionales, como el BID y la propia Comisión Europea.
El hecho que el nuevo Secretario Técnico -Reginaldo Arcuri- haya
sido como Secretario de Industria del Brasil, un impulsor de esta mecánica
de cooperación en las cadenas de valor sectoriales, puede significar
un factor sumamente positivo.
La otra fuente de información, es la de las listas de los productos
que han sido incluidos en las "canastas" que prevén una
liberación arancelaria de diez años o más, sea en
las negociaciones con los Estados Unidos, o en las que se desarrollan
con la Unión Europea. Una mayor precisión resultará
al respecto, de las negociaciones de ofertas finales ya iniciada con la
Unión Europea y que en el caso del ALCA, debería iniciarse
a partir del 15 de julio.
El empresario argentino que se prepara para las nuevas realidades que
surgirán de un Mercosur fortalecido y de sus negociaciones comerciales
internacionales, también se beneficiaría del análisis
detallado de los acuerdos de libre comercio de Chile con la Unión
Europea y con los Estados Unidos -que se puede efectuar consultando las
páginas Web del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile y
del USTR-. Especialmente es recomendable el análisis del capítulo
IV del acuerdo ya inicialado con los Estados Unidos, referido a reglas
de origen específicas, ya que su conocimiento puede ser de suma
utilidad para empresas que operan en la Argentina en sectores que compiten
con los incluidos en ambos acuerdos. También puede ser de utilidad
el análisis de las políticas e instrumentos que el gobierno
de Chile ha puesto al alcance de sus empresas -especialmente las pequeñas
y medianas-, a fin de fortalecerlas en su capacidad para competir en los
nuevos espacios ampliados por los acuerdos de libre comercio.
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