Los hechos están confirmando lo previsto en esta columna. Tras
la aprobación del Trade Promotion Authority (TPA) por el Congreso
americano y el triunfo republicano en las elecciones de noviembre, el
gobierno del Presidente Bush ha asumido una actitud más activa
-incluso agresiva- en la promoción del libre comercio. Lo ha reiterado
Robert Zoellick, su negociador comercial, en un artículo publicado
en la edición del 5 de diciembre del The Economist -cuyo sugestivo
título es: "desatando los vientos del comercio"-, donde
su mensaje central es que hoy la cuestión no es saber si el Presidente
Bush está comprometido a promover el libre comercio, sino cómo
avanzará. Recuerda que los medios han sido planteados con claridad:
se negociará en todos los planos -el global, el regional y el bilateral-
con quien quiera y esté en condiciones de avanzar. Los EEUU se
moverán en múltiples frentes y crearán una nueva
dinámica poniendo el libre comercio a la ofensiva.
En tal perspectiva conviene examinar dos hechos recientes: la conclusión
del acuerdo de libre comercio con Chile, y las visitas del Presidente
electo del Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, a Buenos Aires, Santiago
y Washington. Ambos hechos son relevantes en la perspectiva del Mercosur
y de las negociaciones con los Estados Unidos -en el ALCA y en el "4+1"-,
y también con México y la Comunidad Andina.
El primer hecho destacable, es que el 11 de diciembre se concluyó
la negociación del acuerdo de libre comercio entre los EEUU y Chile.
Debe ahora ser firmado y luego sometido a la aprobación de los
respectivos Congresos. Por el Trade Act 2002, la administración
americana deberá notificar al Congreso al menos 90 días
antes de la firma del acuerdo. Según Zoellick ello ocurrirá
a comienzos del próximo año. Mientras tanto continuarán
las consultas con el Congreso sobre aspectos específicos del acuerdo.
Puede estimarse que entraría en vigencia hacia el segundo semestre
de 2003. Por el tamaño de la economía chilena y la magnitud
relativa de su comercio con los EEUU, no cabe esperar dificultades en
el Congreso americano. Es un acuerdo que no afecta intereses significativos
de los EEUU, especialmente en el sector agrícola.
Fue una negociación larga y compleja. La idea inicial se instaló
hacia 1990, cuando se lanzó la Iniciativa de las Américas
y se inició la negociación que llevaría al NAFTA.
La negociación formal comenzó en diciembre de 2000. Se realizaron
14 ruedas negociadoras con los equipos de ambos lados y la participación
en el "cuarto conjunto", de representantes de los respectivos
sectores empresarios. En la última rueda negociadora, que duró
9 intensos días, participaron cerca de 90 negociadores, expertos
y representantes del sector privado, del lado chileno y 140 del lado americano,
incluyendo representantes de 19 agencias gubernamentales. La fase final
fue dura y el resultado alcanzado no estaba necesariamente asegurado hasta
el mismo día en que se inicialó el acuerdo. En ella participaron
directamente la Ministro de Relaciones de Exteriores y el Ministro de
Finanzas de Chile, además del Embajador Andrés Bianchi -representante
ante la Casa Blanca y prestigioso economista, de larga trayectoria en
la CEPAL y en el gobierno de Chile-, y por el lado americano, Robert Zoellick,
quien dirige el USTR y es el principal interlocutor comercial de Washington
con América Latina y en la OMC, que cuenta con fuerte apoyo del
Presidente Bush. Además participaron los dos negociadores del acuerdo.
Por el lado de Chile, el Embajador Oswaldo Rosales, Director de Relaciones
Económicas Internacionales de la Cancillería y hombre de
confianza del Presidente Lagos, quien se dedicó prácticamente
a tiempo completo a estas negociaciones y por el lado americano, Regina
Vago del USTR. Perseverancia y sentido estratégico, organización
y plena dedicación profesional, fuerte voluntad política,
excelencia técnica y fluido contacto con el sector privado -empresario,
sindical y de la sociedad civil-, fueron componentes destacados de la
acción chilena, que permitió capitalizar la positiva imagen
política y económica del país, y el interés
de Zoellick de demostrar que su estrategia negociadora es en serio. Además
del acuerdo ya concluido con Jordania, los EEUU avanzan ahora en la negociación
con Singapur, y han iniciado negociaciones con Australia, los cinco países
centroamericanos, Marruecos y la Unión Aduanera Sudafricana (Africa
del Sur, Namibia, Lesotho, Swazilandia y Bostwana), a los que deben agregarse
los tratamientos preferenciales otorgados a los países del Caribe
y a los de la Comunidad Andina. Chile, por su parte, ha concluido recientemente
acuerdos de libre comercio con la Unión Europea y con Corea del
Sur, los que se suman a los antes celebrados con México, Canadá
y el propio Mercosur.
La evaluación del acuerdo concluido sólo podrá
efectuarse cuando se conozca en su totalidad su texto. Sin embargo pueden
destacarse ahora sus contenidos principales. Cuando ellos sean plenamente
conocidos, podrán evaluarse con más precisión sus
impactos en las inversiones y el comercio exterior de Chile, incluyendo
sus efectos sobre las exportaciones de la Argentina hacia ese destino
y hacia los EEUU, y su significado en la estrategia de desarrollo del
libre comercio hemisférico y más concretamente, del ALCA.
Una síntesis de los principales contenidos del acuerdo permite
destacar, entre otros, los siguientes:
- más del 85% del comercio bilateral de bienes de consumo e industriales,
estará libre de derechos aduaneros a partir de la entrada en
vigencia del acuerdo y el resto lo estará, en su mayor parte,
dentro de los siguientes cuatro años;
- se consolidan los beneficios del Sistema General de Preferencias para
productos de origen chileno;
- productos textiles y vestimenta tendrán arancel cero de inmediato
si es que cumplen con las reglas de origen del acuerdo, y habrá
un cupo limitado para productos americanos y chilenos que no contengan
tejidos o telas de origen de los dos países;
- en cuatro años se eliminará la tasa al lujo que se aplica
en Chile a los automóviles de origen americano, y de inmediato
se reducirá el número de vehículos a los que se
les aplica la mencionada tasa;
- se eliminarán los aranceles a la importación de la mayor
parte de los productos agrícolas en un plazo de cuatro años
y para el resto de los productos, la eliminación de impuestos
se efectuará dentro de un plazo de 12 años;
- se estableció un plazo para la eliminación completa
de las bandas de precios que Chile aplica a determinados productos agrícolas;
- se eliminan los subsidios a las exportaciones agrícolas en
el comercio bilateral, y se podrán aplicar medidas compensatorias
si se efectúan importaciones con subsidios de un tercer país;
- se establecen además compromisos -muchos muy innovadores- en
relación al comercio de servicios, incluyendo los financieros,
seguros y telecomunicaciones; al comercio electrónico; a las
inversiones; a la propiedad intelectual; a la política de competencia;
a las compras gubernamentales; a las reglas de origen -que serán
específicas por productos- y los procedimientos aduaneros; a
la entrada temporaria de personal profesional; al medio ambiente y al
trabajo, y a la solución de diferendos, asegurándose la
transparencia en los procedimientos previstos.
El acuerdo permitirá a las empresas chilenas invertir en función
del acceso asegurado al mercado americano. También podrán
hacerlo en relación a los otros países con los cuales Chile
ha concluido acuerdos de libre comercio, incluyendo el Mercosur. Pro-Chile
ya tiene programas de apoyo a la internacionalización de pymes,
que planeen aprovechar las oportunidades generadas por la ampliación
asegurada de los mercados externos. Por lo demás el acuerdo tendrá
otros dos efectos. Por un lado, acrecentará la competencia de productos
agrícolas originados en los EEUU, que eventualmente podrán
desplazar la oferta argentina en el mercado chileno y mejorará
la competitividad en el mercado americano de productos similares a los
que puede exportar la Argentina (por ejemplos, frutas y vino). Por el
otro, acrecentará el interés de países hemisféricos
de concluir las negociaciones del ALCA o de concretar negociaciones de
libre comercio con los EEUU. Ya el Perú ha indicado su interés
en tal sentido.
El segundo hecho destacable, resulta de las visitas de Lula a Buenos
Aires y Washington (además de un rápido paso por Santiago
de Chile). Sus pronunciamientos con respecto a la importancia de la alianza
con la Argentina, y de un Mercosur multidimensional y abierto a América
del Sur, han sido nítidos. Pero también lo ha sido su voluntad
de trabajar junto con los EEUU, en torno a una agenda positiva que incluya
el desarrollo de un ALCA equilibrado y de ganancias mutuas. Quizás
el último párrafo de su discurso en el National Press Club,
al culminar su visita a Washington, refleja su idea sobre una nueva era
en la relación del Brasil con los Estados Unidos: "en mi primer
pronunciamiento tras vencer en las elecciones, dije que presentía
el nacimiento de un nuevo Brasil. Vuelvo a mi país convencido de
que tendré en el Presidente George W. Bush un importante aliado
en esa nueva y decisiva etapa que se inaugura para la nación brasilera".
Se entrevistó con Zoellick y aceptó la propuesta de Bush
de tener una reunión bilateral a nivel ministerial coordinada por
los respectivos Presidentes. Las designaciones de un Canciller experimentado
en este tipo de negociaciones (el Embajador Celso Amorim, negoció
el Tratado de Asunción y el acuerdo "4+1" -fue coordinador
nacional del Brasil, junto con el autor de esta columna por la Argentina-,
firmó el Tratado de Ouro Preto, y representó al Brasil,
entre otros destinos, en Ginebra), y de un Ministro de Desarrollo, Industria
y Comercio Exterior, de gran experiencia empresaria y comercial internacional
(Luiz Fernando Furlan, Presidente de Sadia, una de las principales empresas
exportadoras del Brasil, y activo participante en las organizaciones empresarias
de su país y en mecanismos de cooperación empresaria con
los EEUU y con Europa), permiten prever un período de duras negociaciones
comerciales en las que participará activamente el Brasil.
Los dos hechos mencionados confirman la tendencia apuntada en esta columna,
en el sentido que el 2003 será un año de intensas negociaciones
comerciales, simultáneas y complejas, para las cuales nuestro país
deberá afinar sus estrategias y su organización. Lo razonable
es esperar que, a la vez que se avance en el desarrollo del ALCA, de las
negociaciones con la Unión Europea y de las de la OMC, se observará
una intensificación del tejido de una densa red de acuerdos de
libre comercio, bilaterales y plurilaterales, a escala hemisférica
y latinoamericana. El acuerdo entre los EEUU y Chile acelerará
esa tendencia. En tal perspectiva deberá colocarse el debate sobre
la renovación de los métodos de trabajo del Mercosur. La
Cumbre de Brasilia ha dado algunos pasos en la dirección de un
fortalecimiento institucional, con la incorporación de una dimensión
técnica a su Secretaría y con el perfeccionamiento de procedimientos
orientados a lograr una efectiva incorporación de normas a los
ordenamientos jurídicos internos. Las negociaciones con los EEUU
ocuparán un lugar importante en la agenda de los socios del Mercosur.
La hipótesis de una negociación bilateral entre los EEUU
y el Brasil, no debe ser descartada. El acuerdo marco de libre comercio
entre el Mercosur y México, que permite negociaciones comerciales
bilaterales en el marco de disciplinas comunes, podría estar indicando
un camino a seguir también en otros casos, en particular, con los
EEUU.
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