La agenda de negociaciones comerciales internacionales de la Argentina
es, a la vez, densa e inmediata, compleja y relevante para el país
y las empresas que aquí operan, sea en la producción de
bienes o en la prestación de servicios, sean ellas grandes o pequeñas,
internacionales o locales. De allí la importancia de seguirlas
con atención y de participar en la formación de las posiciones
negociadores nacionales.
Es densa e inmediata, por abarcar simultáneamente diversos frentes
de negociación, con múltiples cuestiones significativas
y con calendarios de corto plazo. En efecto, la Argentina -a través
del equipo negociador que lidera la Cancillería, pero en el que
participan otras instancias gubernamentales, especialmente las del actual
Ministerio de la Producción- está negociando a la vez, el
desarrollo del ALCA -en el que el protagonista central son los Estados
Unidos-, el de un espacio de libre comercio trasatlántico con la
Unión Europea, y el del Programa de Doha en el ámbito de
la OMC. Las negociaciones están programadas para concluir a más
tardar a finales del 2004. Pero los calendarios de negociación
prevén etapas decisivas de ahora hasta julio del 2003. En este
plazo deberán definirse y presentarse, ofertas de negociación
en acceso a los mercados de bienes y de servicios, particularmente en
el ALCA y con la Unión Europea. Asimismo, deberán terminar
de definirse las modalidades concretas de negociación. En la reunión
ministerial del ALCA en Quito, el 1° de noviembre, deberán
avanzarse definiciones al respecto, siendo la posición del Mercosur,
por el momento, diferente a la planteada por los EEUU. La cuestión
central es saber si las ofertas se hacen al conjunto de países
o país por país. En este último caso, el ALCA se
transformaría en una especie de red de acuerdos bilaterales de
libre comercio. Pero, a su vez, cómo nuestro país está
comprometido a realizar tales negociaciones junto con sus socios del Mercosur,
se plantean apremiantes requerimientos en el plano de la definición
del arancel externo común a partir del cual se efectuarán
las ofertas (en tal sentido son importantes los resultados de la última
reunión del Grupo Mercado Común, concluida el viernes 11
de octubre en Brasilia), y de la concreción de otros acuerdos de
libre comercio en el ámbito de la ALADI, en particular, con la
Comunidad Andina (se intenta concluir antes de fin de año) y con
México. Implica además, entre otros aspectos, concluir las
negociaciones de un régimen de compras gubernamentales del Mercosur
(también se adoptaron definiciones al respecto en la reunión
del GMC de Brasilia y la idea es que sea aprobado en la Cumbre del Mercosur,
en diciembre próximo en Brasilia). Implica, finalmente, definir
plataformas negociadoras conjuntas en múltiples cuestiones significativas
de las respectivas agendas del ALCA, con la UE y en la OMC, entre otras
en materia de servicios, defensa comercial, reglas de origen, agricultura,
propiedad intelectual, solución de controversias y eventualmente,
defensa de la competencia, inversiones, medio ambiente y aspectos laborales.
Es además una agenda compleja. Hay una suma de factores técnicos
y políticos que explican la complejidad. Por lo menos dos pueden
ser destacados. El primero es el de la simultaneidad e interconexión
entre los tres principales frentes negociadores. En efecto, las respectivas
agendas y calendarios de negociación están vinculados entre
sí. El ejemplo más claro es el de la cuestión agrícola.
Será muy difícil lograr acuerdos satisfactorios en el ALCA
y en la UE para los intereses nacionales de la agricultura y de la agroindustria
argentina, si no se logran simultáneamente en el ámbito
de la OMC. Y ello depende fuertemente de la posibilidad que los Estados
Unidos y la UE puedan avanzar acuerdos significativos en la OMC en la
cuestión de acceso a los mercados agrícolas y, en particular,
de subsidios a las exportaciones y a la producción. Los Estados
Unidos han dejado claro que éste el núcleo duro de la negociación.
Y han efectuado dos movidas fuertes y vinculadas entre sí: la aprobación
del Farm Bill 2002 y una ambiciosa propuesta de negociación, especialmente
en materia de eliminación de subsidios a la exportación.
La eventual modificación futura del Farm Bill, dependerá
de los resultados que se logren en la OMC. La Unión Europea, a
su vez, está condicionada por la evolución de sus propias
propuestas de modificación de la política agrícola
común y por el impacto de la incorporación de diez nuevos
países miembros, algunos de ellos con fuertes intereses agrícolas.
El segundo factor, es el del contexto de incertidumbre económica
y política que rodea a las respectivas negociaciones. En parte
como consecuencia de la evolución de la "agenda post-11 de
septiembre 2001", y sus inciertos impactos en el plano de la seguridad
internacional (por ejemplo, cuestión Irak) y en el de la economía
global (por ejemplo, ritmo de recuperación de la economía
en los principales países industrializados y la incidencia que
eventuales conflictos pudieran tener sobre el abastecimiento y los precios
del petróleo). En parte, como consecuencia de la elección
del nuevo Presidente del Brasil -quien ha tenido una visión crítica
sobre la forma en que se ha encarado hasta el presente el ALCA, pero no
necesariamente en cuanto a una negociación de libre comercio con
los Estados Unidos que sea funcional a los intereses de su país
y del Mercosur- y del proceso electoral aún no concluido en los
Estados Unidos (renovación parlamentaria). A ello se suman los
interrogantes sobre cómo se desarrollará en la práctica,
la experiencia inédita de la co-presidencia que a partir de noviembre
ejercerán los Estados Unidos y el Brasil en el ALCA.
Es finalmente una agenda relevante para el país y sus empresas.
Lo es para el país por varios motivos. Sus resultados condicionarán
fuertemente sus futuras políticas económicas y comerciales.
Como ocurriera con la Rueda Uruguay, los resultados de las negociaciones
se traducen en reglas de juego multilaterales que restringen el ámbito
de discrecionalidad unilateral en la formulación y aplicación
de políticas públicas. Ejemplos sobran en el plano de la
defensa comercial, de la definición del arancel externo, de la
propiedad intelectual, entre otros. Incluso antes que las negociaciones
culminen -aún cuando los plazos finalmente se extendieran más
allá del 2004-, se requerirá un serio esfuerzo en la calidad
de políticas públicas que permitan a las empresas que operan
en el país competir con éxito en los mercados ampliados
e, incluso, en el propio mercado interno que necesariamente deberá
ser más abierto en todo los sectores de la economía. Pero
también condicionarán fuertemente las estrategias de competitividad,
y las decisiones de inversiones y de localización de las empresas.
La buena noticia será que tendrían un acceso más
fluido y previsible a mercados de alto nivel adquisitivo. La no tan buena
será que se diluirán preferencias hoy existentes en mercados
del Mercosur, especialmente en el Brasil, y en los países de la
ALADI, y que además deberán competir más intensamente
en el propio mercado interno, con productos y servicios provenientes de
otros países.
¿Sería viable la hipótesis de no negociar, sea
en el ALCA, con la UE o en la OMC?. Al menos en teoría, es obvio
que sí. Pero lo fundamental será tener en cuenta los costos
de no negociar. Por varios motivos. El negociador americano, Roberto Zoellick,
ha dejado recientemente bien en claro, una vez más, que los Estados
Unidos de todas formas negociarán con los países dispuestos
a hacerlo ("Globalization, Trade and Economic Security", Remarks
at the National Press Club, october 1, 2002 y "Trading in Freedom:
The New Endeavor of the Americas", Address at Miami Conference on
the Americas, october 15, 2002: www.ustr.gov
y www.usinfo.state.gov).
Sus definiciones se insertan en el contexto de un documento esencial para
entender la posición actual de los EEUU, en particular en la relación
seguridad y comercio, cual es "The National Security Strategy of
the United States of America (September 2002). De hecho ya están
avanzando negociaciones de libre comercio con Singapour, Marruecos, Australia,
Africa del Sur y los países Centroamericanos. O extendiendo ventajas
comerciales, por ejemplo, a los países andinos. A su vez la UE
está ampliando su espacio de preferencias económicas, sea
con la incorporación de nuevos miembros, sea con acuerdos de asociación
con un amplio número de países de distintas regiones del
mundo (http://europa.eu.int).
Japón, China y Corea, están avanzando sus propios proyectos
de libre comercio en el ámbito asiático. Y, sobre todo,
Chile ya ha concluido un acuerdo de libre comercio con la UE (http://europa.eu.int/comm/external_relations/chile/assoc_agr/ip02_841.htm)
y proyecta concluir hacia fin de año su propio acuerdo de libre
comercio con los Estados Unidos.
Si la Argentina no negocia o no negocia bien, podrían sus empresas
perder o diluir ventajas competitivas en mercados codiciados y, en particular,
disminuir aún más su capacidad de atraer inversiones hacia
el país. Los costos de no negociar pueden ser mucho más
altos que los costos de negociar. Y en todo caso habría costos
pero no beneficios.
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