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  Félix Peña

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  Diario La Nación | Marzo de 2016
¿Una estrategia comercial externa a la vez activa, asertiva, diversificada y eficaz?

Las señales emitidas en los tres meses iniciales de la gestión de gobierno del Presidente Macri, permiten efectuar una primera aproximación al análisis de su estrategia comercial externa. En algunos casos son señales con un fuerte contenido simbólico. Tal como las entrevistas del Presidente, ya realizadas o agendadas, con colegas de países claves para la proyección internacional argentina. En otros casos se reflejan en anuncios de medidas concretas, como las cambiarias, y las referidas a restricciones al comercio exterior y a la normalización de la inserción en los mercados financieros internacionales.

Es una estrategia comercial externa que incluye medidas internas, en especial sobre flujos de comercio, financieros y de inversiones, e iniciativas externas, sobre fortalecimiento y actualización del Mercosur, negociaciones con otros espacios regionales, e inserción activa del país en el escenario económico global, con especial referencia a la OMC, el G20 y a disciplinas sobre cambio climático.

En el ámbito interno las primeras medidas del gobierno apuntan, entre otros objetivos destacables con incidencia en el comercio exterior, a generar condiciones sostenibles de estabilidad macroeconómica y de disciplina en el plano fiscal, monetario y financiero; a crear un ambiente de previsibilidad para las inversiones productivas, y a adaptar instrumentos de la política comercial a compromisos asumidos en el ámbito de la OMC. Por lo demás, el objetivo de "pobreza cero" privilegiado por Macri, indica la sensibilidad social que también tendrá que orientar las políticas comerciales que se desarrollen. Entre las medidas ya avanzadas, cabe destacar las destinadas a cumplir con el compromiso asumido por el gobierno anterior, de eliminar restricciones al comercio exterior antes del 31 de diciembre del año pasado, conforme con lo dispuesto por el órgano de solución de diferencias de la OMC en su fallo del 26 de enero de 2015. La Declaración Jurada Anticipada de Importaciones (DJAI), un instrumento cuestionado en ese fallo, fue sustituida por el Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones (SIMI), que prevé licencias automáticas y no automáticas de importaciones compatibles con normas de la OMC.

En el ámbito regional el nuevo gobierno ha dejado clara la importancia estratégica que le atribuye a las relaciones con Brasil, siguiendo el camino iniciado por el Presidente Alfonsín, y continuado desde entonces por los gobiernos que le sucedieron, más allá de matices diferenciadores. Como también ha sido clara la importancia que para el comercio exterior argentino tiene la intensificación de relaciones de cooperación e integración con los otros socios del Mercosur y con los de la Alianza del Pacífico, incluyendo por cierto a México.

Al respecto cabe tener en cuenta que Macri inicia su presidencia cuando el Mercosur está por cumplir veinticinco años desde su creación en marzo de 1991. Es un hecho que en su recorrido, la imagen y su atractivo se han ido deteriorando. De la euforia y hasta un cierto triunfalismo de los momentos fundacionales, se pasó al desencanto. A través de los años hubo momentos de reacción, pero no necesariamente se tradujeron en iniciativas efectivas y eficaces, orientadas a darle un impulso y un sustento real a la construcción del espacio de integración subregional.

Incluso en vísperas de la última Cumbre en Asunción, era difícil hacer un pronóstico optimista sobre la evolución futura del Mercosur. Sin embargo sus resultados reflejan una voluntad política de reciclar el Mercosur. Reciclar entendido en el sentido de darle nuevos impulsos a la construcción del espacio de integración, acordes con la experiencia acumulada y con los cambios profundos que se han producido en relación al contexto predominante en el momento fundacional de hace veinticinco años. En esa oportunidad el Presidente Macri avanzó ideas sobre su visión del Mercosur y sus prioridades. Sin perjuicio de otras, cuatro cuestiones fueron centrales en su presentación: la del valor que tiene el Mercosur como proyecto estratégico de alcance regional y proyección global; la de la necesaria combinación entre flexibilidad y previsibilidad en su desarrollo; la de la importancia en avanzar en las negociaciones y relaciones con la UE y también con los países de la Alianza del Pacífico, y la del respeto a los derechos humanos en países del Mercosur, como está previsto en el Protocolo de Asunción de junio del 2005.

De lo acordado en Asunción, se pueden resaltar tres campos de acción en los que habría voluntad política para reciclar el proyecto regional. Probablemente ellos concentren en este semestre la agenda del Mercosur. Brindarán una oportunidad para observar la capacidad del nuevo gobierno argentino de traducir objetivos en hechos concretos. Se relacionan con puntos centrales de la estrategia argentina de fortalecer y, a la vez, adaptar el Mercosur a las nuevas realidades.

El primero tiene que ver con el fortalecimiento de la calidad jurídica de los compromisos asumidos y de los que se asuman en el futuro. Calidad jurídica apreciada por el efecto político que el cumplimiento de lo pactado tiene como garantía a los intereses de todos los países miembros, cualquiera que sea su dimensión y su poder relativo, como también por el efecto económico que tiene el generar un cuadro de previsibilidad que incentive la inversión productiva en función del mercado ampliado.

El segundo se refiere a la consolidación de condiciones necesarias para construir, a través del tiempo, un espacio de trabajo conjunto entre naciones soberanas que comparten una misma región. Ellas son la conectividad física y de los sistemas productivos nacionales; la compatibilidad entre estrategias de desarrollo y las políticas económicas aplicadas, y la convergencia de estrategias y políticas hacia objetivos comunes. Un ejemplo del valor de tales condiciones, es el de los encadenamientos productivos de alcance regional y, en particular, de aquellos con potencial para proyectar al mundo bienes, servicios y talento de los países del Mercosur.

El tercer campo de acción es el del desarrollo de relaciones económicas y negociaciones comerciales con diversos países y regiones del mundo. Sin perjuicio de otros, los frentes prioritarios de acción externa del Mercosur serán los siguientes: la conclusión de la negociación de un acuerdo bi-regional con la UE en el que los avances dependen ahora de Bruselas, al menos en la visión de los países del Mercosur; el desarrollo de una agenda de convergencias en la diversidad que vincule más intensamente a países del Mercosur y de la Alianza del Pacífico, y la negociación de acuerdos preferenciales con otros grandes espacios económicos regionales, tomando en cuenta lo que podrán significar los mega-acuerdos comerciales interregionales en curso de ser puestos en vigencia o de ser negociados. Cabe recordar, asimismo, que en su momento China (2012) sugirió encarar el estudio de factibilidad de un acuerdo comercial preferencial con el Mercosur.

Finalmente, en el ámbito global, las señales están dirigidas a indicar que la Argentina desarrollará una política de inserción internacional sin condicionamientos ideológicos, orientada a acrecentar su presencia y relaciones con todos los países y regiones. Davos fue una ocasión para reflejar la estrategia del país de profundizar su presencia en el mayor número de mercados posibles. Y, en la perspectiva de su interés de asegurar una razonable gobernanza económica global, se insertarán sus acciones orientadas a fortalecer la OMC; a tener presencia activa en el G20 (Macri participará de la Cumbre de septiembre en Hangzhou - China), y a impulsar disciplinas en materia de cambio climático tras la reciente Cumbre de Paris.

Por los efectos en el comercio y en las inversiones y, en particular, en el desarrollo de encadenamientos productivos transnacionales y en la generación de empleos, de los acuerdos que resulten en los distintos frentes de acción externa dependerá, en gran medida, el que la nueva etapa de inserción comercial externa del país, pueda ser eficaz y sustentable en el tiempo. Sin embargo, no se puede dejar de tener en cuenta que la historia de décadas de comportamientos erráticos en las políticas económicas y sociales, y en las estrategias de inserción comercial externa, tornan razonables las dudas que analistas y protagonistas externos aún tienen sobre el futuro de la Argentina. Ello es más notorio cuando quienes aprecian las señales emitidas por el nuevo gobierno, tienen que encarar decisiones que requieren perspectivas de un largo plazo relativamente previsible. Es el caso, en particular, de quienes se interrogan sobre si les conviene concretar inversiones en función del mercado argentino, especialmente si ellas se prevén en el ámbito de encadenamientos productivos de alcance transnacional.

Es en la articulación que se logre entre las medidas internas y las que se concreten en el frente externo -especialmente en términos de una agenda de negociaciones comerciales que sea, a la vez, activa, asertiva, diversificada y eficaz-, donde residirán razones para sostener que efectivamente se estaría frente al inicio de una nueva etapa en la política comercial externa del país y que ella es sustentable.

 

Preguntas que reflejan desafíos

¿Cómo lograr que, a través del tiempo, sea sustentable una estrategia que apunte a la inserción competitiva de un país en la economía global y a facilitar así la transformación productiva con cohesión social? ¿Cómo ir más allá con tal estrategia, de sólo generar hechos que luego se revelan como circunstanciales y que, por ende, no permean en las tendencias y realidades profundas de un país? ¿Cómo lograr, además, que tal estrategia genere entusiasmo y reacciones positivas de la ciudadanía, por visualizarla como generando un horizonte de futuro y un camino hacia el progreso y el bienestar social? ¿Cómo lograr, a tal efecto, que la estrategia se traduzca en inversiones productivas que generen empleo y oportunidades de realización personal en amplios sectores de la población?

Esas preguntas reflejan desafíos que encaran con frecuencia, países que aspiran -como es el caso de la Argentina- a abrir una nueva etapa en su evolución económica y en su desarrollo. En la actualidad, por lo demás, tales desafíos se suelen insertar en contextos sociales relativamente pesimistas, dados los problemas que confronta la economía global, incluyendo el comercio internacional y, en particular, por la frustración que se observa en las ciudadanías de muchos países, tras las experiencias de años recientes en los que la ilusión de progreso indefinido parecía haberse plasmado en la realidad.

Son esos, concretamente, algunos de los desafíos que confronta el gobierno del Presidente Mauricio Macri en la Argentina. Pondrán a prueba la percepción sobre su capacidad de liderazgo y de gestión que, en gran medida, explican su elección. De hecho, su período de gobierno se ha iniciado en medio de una actitud positiva a su respecto que, por el momento, predomina en la opinión pública y también en muchos sectores externos. En enero, al participar en el World Economic Forum en Davos, Macri y el equipo de altos funcionarios que lo acompañó, pudieron apreciar la expectativa favorable que se ha abierto con respecto al futuro económico del país.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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