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  Félix Peña

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  América Economía | 3 de diciembre de 2008

¿Hora de replanteos?


 

El Mercosur puede cumplir una función relevante en la estabilidad política de una región en la que operan fuerzas centrífugas. Pero el bloque requiere combinar preservación y replantearse.

Un denso tejido de instituciones y reglas contribuye a que el comercio mundial sea previsible. Algunas de ellas son multilaterales y globales, como las desarrolladas en los 70 años del sistema GATT-OMC. Otras son regionales o resultan de la creciente red de acuerdos bilaterales.

Son bienes públicos internacionales que facilitan los intercambios de bienes y de servicios, el desarrollo de cadenas transnacionales de valor y la solución de eventuales diferendos.

Las instituciones y reglas existentes distan de ser perfectas. Incluso en algunos casos no han logrado plasmar los ambiciosos objetivos originales. Pero ellas existen y su desarrollo ha costado esfuerzos. Cumplen además una función que en el complejo escenario económico actual tiene un valor significativo. Son escudos protectores frente a la recurrente tentación de cerrar los mercados, como ya ocurriera en la gran depresión de la pasada década del 30. No fue ésa la causa de los desastres que produjo la Segunda Guerra Mundial. Pero sí facilitó que se llegara a ellos.

De allí que una prioridad actual sea la de preservar tales instituciones y reglas. Pero para ello se requiere que sean adaptadas a nuevas realidades. Preservar lo existente no excluye entonces la necesidad de revisar y, eventualmente, replantear sus agendas, instrumentos y métodos de trabajo.

En el caso de la OMC (Organización Mundial del Comercio), el debate sobre un replanteo ya se está instalando. Las dificultades para concluir la Rueda Doha tornan evidente su necesidad. Por un lado, son muchos los países miembros y es difícil lograr equilibrios entre los diversos intereses, a veces muy contrapuestos. Por el otro, no es fácil visualizar los beneficios del deterioro del actual sistema multilateral del comercio mundial, que podría resultar del inmovilismo.

Una de las claves de la OMC es poner techo al proteccionismo de los mercados y a instrumentos que distorsionan las condiciones en que se desarrolla el comercio a nivel mundial. La consolidación de los aranceles máximos que pueden aplicar los países miembros y los topes puestos a los subsidios a la producción agrícola son algunos de los ejemplos de esto. Incluso hay quienes se interrogan, con toda razón, si no hubiera sido conveniente cerrar en julio pasado un acuerdo. Las bases propuestas podían estar lejos de las ambiciones originales y de los necesarios equilibrios, pero, de haber sido aprobadas, hubieran permitido domesticar mejor las tendencias proteccionistas que ahora emergen como resultado de la crisis económica mundial.

Cerrar Doha no significa que concluya la necesidad de seguir negociando condiciones para un sistema más funcional al desarrollo económico de todos los países miembros de la OMC. Por el contrario, permitiría concentrar los esfuerzos futuros en la necesaria reformulación de métodos de las negociaciones comerciales multilaterales, a fin de tornarlos más eficaces y más equilibrados en sus resultados. Ello requiere que la conclusión de la Rueda Doha incluya una agenda de replanteos en la OMC.

También en el Mercosur se observa la necesidad de reformas. Es percibido en sectores de sus propios países miembros como carente de eficacia. Se lo considera insuficiente para orientar decisiones de inversión que tengan el objetivo de proyectar al mundo una capacidad de producir bienes y de prestar servicios que sean competitivos. En un contexto global de múltiples oportunidades y opciones para la inserción de cualquier país que tenga estrategias comerciales ofensivas, se lo visualiza como una especie de camisa de fuerza.

Difícil resulta imaginar una opción creíble para el Mercosur actual. Borrón y cuenta nueva no es un camino recomendable para el bloque, tan pronto se toman en cuenta las múltiples dimensiones de un proceso de integración que trasciende a lo comercial. Renovado, puede cumplir una función relevante en la estabilidad política de una región en la que operan fuerzas centrífugas. Como la OMC, el Mercosur también requiere combinar preservación y replanteos.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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