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  Félix Peña

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 A conference organized by the Jean Monnet Chair | 8 de abril de 2005

¿Tiene relevancia global y regional el Mercosur?: Lo que se puede aprender de este caso de integración entre naciones soberanas y vecinas.


The European Union and Regional Integration:
A Comparative Perspective and Lessons for the Americas

Friday, April 8, 2005

A conference organized by the Jean Monnet Chair,
under the sponsorship of the European Commission, Action Jean Monnet program,
with the cooperation of the Department of International Studies
and the Center for Latin American Studies of the University of Miami
and the Miami European Union Center,


Dos cuestiones relevantes

El Mercosur es una experiencia incipiente de un esfuerzo multinacional y multidimensional, que tiene como una de sus finalidades principales mejorar las condiciones de participación internacional real (1) de sus países miembros en el escenario global y regional y, de tal forma, facilitar sus procesos de transformación democrática y productiva.

Tras quince años desde su creación, es pertinente plantear algunos interrogantes sobre esta experiencia. En esta oportunidad, tales interrogantes estarán orientados a apreciar el valor que el Mercosur tiene como precedente en relación a dos cuestiones relevantes de la agenda internacional contemporánea y del futuro.

La primera cuestión, se relaciona con la metodología de trabajo conjunto entre países que comparten una misma región geográfica y que presentan, entre ellos, asimetrías de poder relativo, de dimensión económica y de grados de desarrollo que en cierta medida reproducen, en pequeña escala, las que se observan en el sistema internacional global.

Tal metodología implica una concertación dinámica de intereses nacionales. Es por ello que en relación a esta primera cuestión, cobra toda su importancia el hecho que cada país participante tenga una idea clara sobre cuáles son sus objetivos estratégicos en el trabajo conjunto con sus socios.

La segunda cuestión, se vincula con la participación e incidencia que tiene el Mercosur en la construcción de un espacio geográfico sudamericano, en el que predomine la paz y la democracia, y que constituya un entorno regional favorable al desarrollo y a la inserción competitiva de sus países en el escenario de la competencia económica global.

A fin de abordar ambas cuestiones es preciso, sin embargo, comenzar por una apreciación sobre el estado en que actualmente se encuentra el Mercosur y sobre los principales desafíos que enfrenta.

La finalidad que se persigue con este análisis de la experiencia del Mercosur y de su valor relativo en relación a las dos cuestiones antes mencionadas, es además la de facilitar su comparación con otras experiencias de integración regional, que presentan características similares, al menos en dos aspectos (2).

El primero, es que se trata de asociaciones voluntarias entre naciones soberanas, con vocación a la permanencia y que implican poner en común mercados y recursos, a través de diferentes técnicas permitidas por el ámbito global de la Organización Mundial del Comercio (OMC) - sean ellas de las de una zona de libre comercio o de una unión aduanera, en sus distintas modalidades -, y a través de instituciones y reglas de juego que generan disciplinas colectivas para sus países miembros.

El segundo, es que se trata de procesos incrementales en los que participan países con diferencias -a veces pronunciadas - de poder relativo, de dimensión económica y de grados de desarrollo. Son procesos que sólo pueden ser sustentables en el tiempo, precisamente si tienen éxito en desarrollar metodologías de trabajo conjunto, que permitan una administración razonable de fuerzas e intereses contradictorios entre sus países miembros y entre los diferentes sectores sociales que operan en su interior.

Situación actual y principales desafíos de la construcción del Mercosur

Tres rasgos han caracterizado el momento fundacional y la construcción hasta el presente del Mercosur (3).

Ellas son:

  • Una fuerte opción por la democracia, la transformación productiva y la cohesión social, por parte de sus países miembros. Es el hecho que tal opción se efectuara en los años ochenta en el plano interno de esos países, lo que dio lugar a la voluntad común de trabajar juntos, sometiéndose - a veces a regañadientes - a un tejido evolutivo de reglas de juego y de disciplinas libremente consentidas;

  • Un bajo nivel de interdependencia relativa entre sus países miembros, tanto en el momento fundacional como en el actual. Un dato relevante para la comparación con otras experiencias de integración regional -especialmente la europea- es que entre los países del Mercosur no hubo un precedente de guerras previas -al menos en el siglo XX- ni existió una percepción de fuertes amenazas externas que cuestionaran su supervivencia como naciones independientes, pero tampoco había una significativa conectividad entre sus respectivos mercados. En tal sentido, el Mercosur ha implicado, en su momento fundacional, un proceso orientado a crear interdependencia entre los socios y no tanto, a administrar interdependencia. Sólo en los últimos años, como consecuencia del crecimiento del comercio recíproco, la necesidad de administrar la interdependencia entre los respectivos mercados se ha tornado más notoria e, incluso, más difícil;

  • Una significativa asimetría de poder relativo, de dimensión económica y de grado de desarrollo entre los países participantes de este proceso de integración. La distancia existente, en tal sentido, entre los dos socios de mayor dimensión y relativamente más desarrollados - esto es, la Argentina y el Brasil - con respecto a los dos socios de economías más pequeñas e incluso en uno de los casos de menor desarrollo relativo - esto es, el Paraguay y el Uruguay - es muy pronunciada. En cierta forma puede afirmarse que el Mercosur presenta su propia pauta de relación Norte-Sur, sin perjuicio de la que además se observa en el interior de los dos socios principales.

La experiencia acumulada con el Mercosur desde su creación -incluso desde que se lanzara en 1985 el desarrollo de la etapa bilateral del proceso de integración entre la Argentina y el Brasil- y en particular, en estos diez años de vigencia del arancel externo común, puede ser apreciada al menos desde tres perspectivas complementarias.

La primera es la política. Se vincula con el signo de las relaciones que han enhebrado cuatro países que son vecinos y que han acrecentado en las últimas dos décadas la densidad de su conectividad en todos los planos. Son relaciones hoy dominadas por la lógica de la integración, frente a lo que ha sido común en la historia entre naciones vecinas en todo el mundo, esto es el predominio de la lógica de la fragmentación y, en última instancia, la del dominio hegemónico e incluso la absorción de los demás por parte de uno de ellos. Ello ha sido más frecuente en los subsistemas internacionales marcados por profundas asimetrías de poder y dimensión económica entre los vecinos.

Lo cierto es que, más allá de tensiones ocasionales y de conflictos comerciales naturales, se ha ido consolidando entre los socios del Mercosur - y entre ellos y sus principales asociados, Chile y Bolivia - la idea de un "barrio" que aspira a ser de calidad, con confianza recíproca y "buenos modales".

Tal idea nutre la noción de una zona de paz, cuyo valor internacional se acrecienta en la medida que pueda ser concebido como un núcleo duro de la estabilidad política sudamericana. Es un bien público que para ser preservado y cultivado, requiere del ejercicio sutil de una diplomacia de integración - no sólo gubernamental pero también de los actores sociales internos -; de una actitud de cooperación activa por parte de países industrializados con intereses en la región, y del tejido perseverante de una densa red de conectividad en todos los planos - y no sólo en el económico y comercial -ya que la historia universal - e incluso muchas experiencias contemporáneas -, indica que suele ser más fácil retroceder que avanzar en la orientación y la calidad de las relaciones entre países vecinos.

Hasta que punto un eventual colapso del Mercosur o su declinación hacia un plano de marcada irrelevancia económica pudiera tener un efecto de deterioro en este logro político, es una cuestión que merece reflexión por parte de todos los que aprecian la inserción de cada uno de sus países miembros en un subsistema regional dominado por la lógica de la integración y no por la de la fragmentación, es decir, que valoran la inserción en un "barrio de calidad".

La segunda perspectiva para una evaluación del Mercosur es la del intercambio comercial. Se relaciona prioritariamente con los flujos de comercio de bienes entre los socios. En este plano se observan en estos años de experiencia acumulada, fluctuaciones que pueden ser fundamentalmente explicadas por disparidades en los comportamientos de las respectivas economías - especialmente las del Brasil y la Argentina - y, por momentos, también por pronunciadas disparidades cambiarias.

¿Cuánto del comercio recíproco y de sus fluctuaciones en los últimos años, puede deberse a la existencia del Mercosur y de sus reglas de juego, y cuánto es la resultante natural de la contigüidad geográfica de economías que se abrieron al mundo y no sólo a la región en la década de los noventa? Es una pregunta que aún requiere ser respondida con precisión y con evidencia empírica, a fin de poder clarificar efectos comerciales negativos y positivos que se le suelen atribuir al Mercosur.

La tercera perspectiva es la de la inversión productiva. Es probablemente la más importante desde el punto de vista político y no sólo económico. Significa visualizar el Mercosur como un instrumento de transformación productiva de cada país socio y, por ende, de incorporación de progreso técnico y de creación de empleo calificado. Tiene que ver con la capacidad para competir a escala global y no sólo regional. Es lo que le da sentido ante las respectivas ciudadanías, a la idea tan difundida en los momentos fundacionales de abrir para todos el acceso a un mercado de más de doscientos millones de consumidores.

Es en esta última perspectiva, donde el Mercosur plantea -luego de diez años de unión aduanera aún incompleta- más preguntas que respuestas a aquel empresario -especialmente pequeño o mediano- que evalúa la conveniencia de invertir en función del espacio económico prometido. Son preguntas alimentadas por una vivencia de reglas precarias, de debate existencial continuo sobre la conveniencia del Mercosur y sobre sus modalidades - ¿zona de libre comercio o unión aduanera? -, de un campo de juego desnivelado y de escasa transparencia en los mecanismos de negociación.

Lo que enseña el Mercosur en cuanto a metodología de integración entre naciones vecinas y con profundas asimetrías

Desde el origen del proceso de integración, la relación entre la Argentina y el Brasil ha sido un factor central para su vitalidad y credibilidad. En la actualidad, al menos dos tendencias parecen coexistir en tales relaciones con respecto al Mercosur.

Por un lado, se observa la persistencia de una clara voluntad política de continuar construyendo el espacio de integración económica, como parte de las estrategias más amplias de inserción de cada país en el mundo y en la región sudamericana. Los Presidentes Kirchner y Lula así lo han puesto de manifiesto en forma reiterada.

Por otro lado, son notorias las dificultades metodológicas que se han planteado en los últimos años en el desarrollo del proceso de integración.

En nuestra opinión, las deficiencias metodológicas se manifiestan fundamentalmente en el plano de la fabricación de los necesarios consensos a fin de sortear obstáculos y de avanzar en el camino trazado. Ello es más notorio, sobre todo, en la capacidad institucional para administrar desajustes temporales o estructurales que generan conflictos comerciales entre los socios; para articular negociaciones comerciales conjuntas internacionales, y para producir reglas de juego que, a la vez que reflejan los intereses nacionales de los países miembros -asumiendo que ellos están correctamente definidos-, tengan un fuerte potencial de penetrar en la realidad, es decir, de ser cumplidas -criterio de efectividad de las reglas- y de alcanzar, por lo tanto, los objetivos que con ellas se procura lograr -criterio de eficacia- (4).

Tales reglas son esenciales para avanzar en la construcción gradual del Mercosur y, en particular, para introducir las adaptaciones requeridas por los continuos cambios en las realidades externas e internas de los países socios. Su efectividad y eficacia, son por lo demás fundamentales para la aceptación social de los compromisos asumidos, por ser percibidas como generadores de un cuadro de ganancia mutua entre los socios -criterio de legitimidad social-.

Lo cierto es que, en ocasión de recientes conflictos comerciales entre las dos principales economías del área, se ha puesto una vez más de manifiesto que el Mercosur los procesa mal. Podría decirse que tiene un mal "aparato digestivo". Como ya ocurriera en otras oportunidades, en ocasiones recientes ellas también generan tensiones de fuerte impacto social, incluso desproporcionadas a la magnitud de los flujos de comercio involucrados. Desorientan a la opinión pública, que recibe mensajes contradictorios entre una alianza épica llena de virtudes y las peleas, hoy por heladeras, ayer textiles y calzado, luego por electrodomésticos, automóviles y sus auto-partes.

Lo bueno es que las diferencias luego se diluyen y dejan de ser noticia. Lo malo es que contribuyen a una erosión por goteo de la imagen del Mercosur y aumentan su pérdida de credibilidad. Es peor aún si los socios no tienen - y ninguno parece tener - un "plan B" sustentable. Es decir, un plan viable de inserción económica internacional, que a la vez contribuya a la consolidación de una región sudamericana dominada por la lógica de la integración y, por lo tanto, por la paz y la estabilidad política en el marco del predominio de la legitimidad democrática en cada uno de los países que la componen.

Conviene entonces una discusión serena y un diagnóstico preciso. ¿Qué es lo que anda mal en el Mercosur? ¿La idea estratégica o la forma de llevarla adelante?

Si bien en el calor del debate público se efectúan afirmaciones contundentes -tales como que "el Mercosur ha fracasado" y otras de similar tono -, no se observa en ninguno de los socios una posición firme en cuanto al abandono de la idea que encarna el Mercosur. Como se señaló antes, al menos en los gobiernos actuales ello está descartado. Tampoco tiene asidero profundo en las opiniones públicas. Quizás por que todos están conscientes del sabor amargo que tendría un fracaso - además del descrédito internacional y de sus consecuencias en el complicado escenario sudamericano -. Si hubiera que reconocer tal fracaso, difícil sería no hacer luego algo parecido al Mercosur. ¿Y alguien creería en ello?

A pesar de las apariencias, el debate no parece ser entonces de tipo existencial. Parece más bien centrado en el cómo del trabajo conjunto entre los socios, es decir en lo metodológico. El eje de tal debate cruza por una cuestión central en un proceso de integración voluntaria entre naciones vecinas y con desigual poder relativo: cómo distribuir costos y beneficios o, en otros términos, cómo resolver la cuestión de quiénes ganan y quiénes pierden.

La fórmula para esta cuestión es simple de definir y difícil de llevar a la práctica. Se trata por cierto de que todos perciban que ganan más dentro del club que fuera. Y el problema en el Mercosur es que, como consecuencia de asimetrías de tamaños, de competitividades relativas, de situaciones macroeconómicas coyunturales, recurrentemente hay quienes perciben - o creen percibir - que son perdedores sistemáticos. Pueden ser países, como los casos de Paraguay o Uruguay. O sectores industriales o agrícolas sensibles, en cualquiera de los socios.

Se suele sostener que la solución es retrotraer el Mercosur a una zona de libre comercio. Bien en teoría. En la práctica plantea enormes problemas. No hay zona de libre comercio moderna sin reglas de origen específicas. Las zonas de comercio conocidas, que han proliferado en los últimos años en la región y en otras, ponen de manifiesto que es con tales reglas de origen específicas que se discrimina entre socios y no socios.

Al respecto cabe preguntar: ¿sería fácil una negociación de reglas de origen específicas en un clima de fracaso del proceso actual del Mercosur? ¿y es que, acaso, los problemas recurrentes que se observan en los últimos años, no se originan precisamente en el comercio intra-Mercosur de bienes y de servicios, en buena medida como consecuencia de que los supuestos fundacionales - coordinación macro-económica e integración productiva sectorial - y que fueran explicitados al negociarse el Tratado de Asunción, no pudieron ser cumplidos?

Creo que abordar en profundidad el debate metodológico es impostergable. Es conveniente basarlo en un diagnóstico de cuáles son los problemas sensibles; realizarlo a través de un diálogo franco, y colocarlo en la perspectiva de un salto hacia delante. No de un salto a un vacío lleno de ilusiones, un nuevo espejismo. Pero sí de un salto hacia reglas de más calidad y realismo que las actuales.

El debate metodológico ha de requerir mucho liderazgo político e imaginación técnica. Brasil, por ser el país de mayor dimensión económica, tiene una responsabilidad principal. En tal sentido, cabe destacar que se observa una actitud cada vez más escéptica respecto al Mercosur por parte de empresarios y economistas del Brasil. En tiempos recientes, múltiples artículos de especialistas y editoriales de los principales diarios, así lo ponen en evidencia (5).

Estas y otras cuestiones vinculadas con el funcionamiento de las instituciones del Mercosur deberían ser parte necesaria de un intenso debate entre los socios y dentro de cada uno, con respecto al futuro de un proceso de integración regional, concebido como funcional a la transformación productiva conjunta y a la inserción competitiva en la economía global.

¿Cuáles son los principales nudos a desatar desde el punto de vista metodológico en un proceso de integración con las características del Mercosur?

Tres parecen ser los más relevantes:

  • La opción entre un proceso orientado por reglas libremente consentidas -"rule oriented"- por contraposición a un proceso en el que predominen sólo los factores de poder relativo - "power oriented"-. Ello implica responder en la práctica al menos tres preguntas claves. La primera es sobre cómo desarrollar una cultura favorable a la aceptación de disciplinas colectivas, especialmente por parte de los socios de mayor dimensión relativa, lo que implica restringir su natural inclinación a acciones unilaterales discrecionales, muchas veces asumidas en función de la apreciación de una emergencia económica. La segunda es sobre cómo desarrollar una visión de conjunto de los problemas que se enfrentan. Y la tercera es sobre cómo proteger, en función de tal visión de conjunto, los intereses de los socios de menor dimensión y poder relativo.

  • La calidad del proceso de producción normativa. Ello implica responder las siguientes preguntas: ¿cómo producir reglas de juego de calidad, esto es, que sean efectivas, eficaces y, por ende, legítimas?; ¿cómo asegurar la participación democrática de un amplio espectro de actores sociales de todos los países miembros?; ¿cómo obtener un grado razonable de transparencia en los mecanismos de decisión? y ¿cómo lograr una adecuada representación de múltiples sectores y de espacios sub-nacionales, que muchas veces tienen intereses contradictorios?

  • La capacidad de adaptación a la dinámica de cambio que genera el propio proceso de integración o que resultan de modificaciones significativas en los respectivos contextos interno, regional y global. Ello implica responder también en la práctica algunas de las siguientes preguntas: ¿cómo conciliar una preferencia económica entre los socios con estrategias individuales de cada país de inserción económica multipolar, a la vez en el plano global y en el propio plano regional - América del Sur; América Latina y el Hemisferio Occidental -?; ¿cómo coordinar intereses nacionales diferentes - e incluso a veces conflictivos - en relación a las cuestiones no económicas de las respectivas agendas internas, regional y global? y ¿cómo administrar situaciones de emergencia económica que puedan afectar sólo a alguno o algunos de los países miembros?

La importancia de una perspectiva y de una estrategia nacional de cada socio en relación al emprendimiento conjunto.

Un proceso de integración consensual entre naciones soberanas requiere, como señalamos antes una metodología institucional que permita una concertación dinámica de intereses nacionales. Sólo en la medida que se logren equilibrios entre tales intereses, en un cuadro de ganancias mutuas, es posible imaginar que el proceso pueda ser sustentable en el tiempo hasta alcanzar, eventualmente, un punto si no de no retorno, al menos de difícil y costoso retorno.

Pero para ello es esencial que cada país tenga claro, qué es lo que procura obtener al trabajar junto a sus países vecinos en forma sistemática y con vocación de permanencia.

Entendemos que es una cuestión que requiere ser colocada, al menos, en una doble perspectiva de análisis.

En primer lugar, la de los requerimientos internos de cada uno de los socios en el plano de la transformación productiva y del esfuerzo de competitividad internacional, todo ello en un marco de democracia y de crecientes expectativas de los ciudadanos, por mayor bienestar, equidad y cohesión social.

Son estos requerimientos que, al menos en el caso de los socios de mayor dimensión del Mercosur - la Argentina y el Brasil -, presentan similitudes pero también notorias diferencias. Lo mismo ocurre en los otros dos socios. No las abordaremos en esta oportunidad. Pero es preciso tenerlas en cuenta en todo intento orientado a crear bases sólidas, para un trabajo conjunto de ambas sociedades que tenga un contenido económico, pero asimismo, una clara finalidad política y que esté proyectado hacia el futuro. Y, en particular, que sea un trabajo conjunto que produzca ganancias para todos los socios. Como se apuntó antes, de ellas dependerá, en gran medida, su necesaria legitimidad social.

En segundo lugar, el debate debe ser colocado en la perspectiva de los desafíos y oportunidades que plantea a cada uno de los socios, una realidad internacional en la que se observan tendencias profundas que están cambiando, significativamente, el mapa de la competencia económica global, como así también el de las negociaciones comerciales internacionales.

Al respecto, debe tenerse presente que la proyección al mundo de la capacidad de producir bienes y de prestar servicios, es una de las cuestiones prioritarias de la agenda de cada uno de los cuatro socios del Mercosur. Es crecientemente reconocida como una de las cuestiones que requieren de una política de Estado - es decir, que trascienda el período limitado de un mandato Presidencial y de predominio de un sector político -, con los componentes de legitimidad social, eficacia y continuidad que se necesitan para lograrla.

Los cambios que se están operando en la competencia económica global, así como la propia opción de los ciudadanos de los cuatro socios por sociedades abiertas, pluralistas, modernas y democráticas, han contribuido a reinstalar en las respectivas agendas nacionales la cuestión de una inserción internacional de calidad, como una de las condiciones para satisfacer las expectativas de bienestar de toda la población. Se observa lo mismo en casi todos los países que participan de la competencia económica global. Incluso, por cierto, en los países miembros del Mercosur.

Es una cuestión que requerirá en el futuro, a nivel nacional, mucho debate social sobre cómo tener éxito en la inserción competitiva en el mundo y sobre cómo concertar los esfuerzos de toda la sociedad en el objetivo de lograr tal éxito.

Es, en nuestra opinión, un debate social que se enriquecería si se multiplicaran foros y canales de comunicación social, que permitieran enhebrarlo conjuntamente con actores y protagonistas de la sociedad civil de los otros socios del Mercosur -incluyendo por cierto Chile- y en especial, del Brasil, por su mayor dimensión económica relativa. Las instituciones académicas tienen al respecto una función importante que cumplir, junto con los partidos políticos y otras instituciones representativas del amplio espectro de las respectivas sociedades civiles.

Experiencias pasadas de los países miembros del Mercosur, así como las de otros países similares - en la propia región latinoamericana, en el Asia y, más recientemente, en la Europa del Mediterráneo, Central y del Este, así como en países como Australia, Nueva Zelanda, y del África del Mediterráneo y del Sur -, ponen de manifiesto que el modelo de inserción económica en el mundo, es una cuestión que no sólo requiere la movilización de todas las energías sociales, sino que además, puede contribuir a introducir factores positivos de cohesión social.

Incluso la cohesión social - junto con la estabilidad en las políticas públicas y en las condiciones macro-económicas; la calidad de la organización y una visión optimista de las oportunidades que se generan en el entorno internacional -, es reconocida como uno de los factores claves en la capacidad de un país para participar con éxito en la competencia por los mercados mundiales. Es, asimismo, un factor importante para negociar con terceros países y con grandes bloques económicos.

La cultura de la inserción económica internacional y del comercio exterior, aparece entonces como indisociable de la democracia, la competitividad internacional y la equidad en una sociedad abierta. En ambos planos, Chile tiene mucho que aportar a los países del Mercosur. Ello sin dejar de tener en cuenta las diferencias pronunciadas que existen al respecto entre los diferentes países.

Es fundamental tener presente que en cada uno de los países socios del Mercosur se percibe al proceso de integración, a pesar de sus notorias limitaciones y defectos, no sólo como un instrumento para la inserción competitiva en el mercado regional ampliado por los efectos de los compromisos asumidos en el Tratado de Asunción - y en especial por su dimensión relativa, en el mercado brasilero-, sino también como una plataforma importante para facilitar su transformación productiva, y para mejorar su perfil competitivo y negociador en el mundo.

Veamos cuáles son objetivos estratégicos prioritarios que pueden ser definidos en base a las experiencias del pasado y de la de países con rasgos similares a los del Mercosur, y que son exitosos en su inserción económica internacional.

Por lo menos tres objetivos estratégicos aparecen como prioritarios:

  • Articular y desarrollar una estrategia-país orientada a una inserción competitiva exitosa en la economía mundial, con características de política de Estado, que permita superar las discontinuidades y la fragmentación de esfuerzos que han caracterizado por muchas décadas las experiencias en la materia - al menos ello es claro en el caso argentino -, y que a la vez, otorgue una fuerte legitimidad social a las políticas públicas, instituciones y negociaciones comerciales que se requieren;

  • Transitar de una larga etapa de episodios de crecimiento de exportaciones, a una más compleja de desarrollo sustentable de internacionalización de la capacidad de producir bienes y de prestar servicios, lo que implica reconocer al comercio exterior a la vez como un motor y una consecuencia de la transformación productiva de cada uno de los países, y

  • Operar un salto cuantitativo en las exportaciones de bienes y de servicios, a uno cualitativo en la oferta originada en cada uno de los países y en el Mercosur en su conjunto, en base a un mayor valor agregado intelectual, resultante de inversión, organización, educación, innovación, y desarrollo científico y tecnológico.

A la luz de tales objetivos estratégicos, cabe tener presente cuáles son algunos de los factores que pueden considerarse como relevantes, para la estrategia de comercio exterior y de inserción competitiva de los países del Mercosur en la economía mundial y regional.

Sin perjuicio de otros, tres aparecen como más destacables:

  • La calidad del diagnóstico sobre la dinámica de la competencia económica mundial y sobre los principales factores que desplazan ventajas competitivas. En muchas oportunidades a través de su historia, los países del Mercosur al igual que otros países latinoamericanos, han tenido dificultades en captar a tiempo los cambios operados en la competencia económica mundial. Dos momentos pueden citarse como ejemplo. En la década del 30 del siglo pasado, el fin del predominio británico en la economía mundial y su consiguiente impacto en las exportaciones agrícolas, especialmente de la Argentina y del Uruguay. En la década de los 60, también del siglo pasado, la emergencia gradual del protagonismo comercial de los países del Sudeste asiático y la importancia creciente de las redes transnacionales de producción, con su consiguiente impacto en las políticas de sustitución de importaciones de países latinoamericanos, incluyendo los del Mercosur.

    Un punto focal del diagnóstico sobre las fuerzas profundas que operan cambios en la competencia económica global, se relaciona con la apreciación correcta del valor relativo -o grado de prescindibilidad- de un país - o de una región - y su producción, en la perspectiva de las principales potencias del momento. Tal valor relativo o grado de prescindibilidad, puede estar fuertemente influenciado por consideraciones de tipo estratégico, siempre en la perspectiva de la agenda de cuestiones críticas de las principales potencias del sistema internacional. Ello se ha manifestado en varias oportunidades en las últimas décadas, sea en la importancia relativa de países del Sudeste Asiático, de la Cuenca del Caribe y del Oriente Medio en la perspectiva de los Estados Unidos o, más recientemente, en la de Europa Central y del Este, y los países del Mediterráneo africano en la perspectiva de la Unión Europea.

    Además de factores clásicos de desplazamientos de ventajas competitivas de las naciones, como son entre otros, el mencionado valor estratégico de un país para las principales potencias y, en particular, los cambios tecnológicos en la producción, en el transporte y en la transmisión de información, cabe resaltar la importancia que ha adquirido en las últimas décadas el acceso preferencial asegurado a grandes mercados, por medio de la celebración de distintas modalidades de acuerdos regionales, o la extensión del tratamiento de más favor a grandes economías emergentes como consecuencia de su acceso al sistema multilateral global de comercio, institucionalizado a partir de 1994 en la Organización Mundial del Comercio (OMC), como lo pone en evidencia el caso de la China.

  • La incorporación de valor intelectual a procesos productivos y de comercialización. Este factor es más importante en el caso de países, por ejemplo la Argentina, que difícilmente puedan competir en base a abundancia de mano de obra barata o a un alto grado de desarrollo científico y tecnológico. En tal perspectiva cobra toda su importancia la gestión del factor calidad en la oferta de bienes y servicios, y el aprovechamiento de recursos humanos calificados y especialmente con talentos para la creatividad. Ello permite sacar todo el provecho a las ventajas originadas en una excepcional dotación de recursos naturales.

    Competir en base a inteligencia, creatividad y calidad, permite diferenciar productos y obtener ganancias de valor percibido en la oferta de cada país, especialmente en la perspectiva más exigente de los consumidores de mayor poder adquisitivo, tanto en los países altamente industrializados como en países emergentes. Una estrategia de comercio exterior en base a la noción de valor percibido por parte de consumidores exigentes, no sólo implica acreditar marcas y productos, sino también desarrollar la imagen de un país o de un conjunto de países, que por su comportamiento en todos los planos, es capaz de generar productos y servicios de calidad y, por lo tanto, confiables.

  • La densidad de la conectividad global de cada país y del Mercosur en su conjunto, a través de la participación activa y confiable en el marco de las reglas de juego de la OMC, y del tejido de una red de acuerdos regionales y comerciales preferenciales, como es el objetivo del Mercosur y otros acuerdos que negocian en la actualidad sus países miembros. El sentido de una estrategia de conectividad global y regional, es generar un marco de previsibilidad en las reglas de juego y en las condiciones de acceso a los mercados, que tornen a cada país socio del Mercosur, en polo de atracción en la competencia global por las inversiones productivas, que en general se canalizan a través de grandes redes globales de producción y comercio.

    Tal estrategia debe facilitar precisamente la inserción de la producción y los servicios del Mercosur en las redes transnacionales tejidas dentro o entre empresas, así como el desarrollo de redes transnacionales con epicentro en cada país miembro.

En relación a cada uno de estos factores, es posible identificar cuestiones relevantes para una agenda de trabajo conjunto entre la Argentina y el Brasil, y sus socios del Mercosur. Son cuestiones que trascienden el plano gubernamental y que requieren, por lo tanto de un denso tejido de interacciones entre las respectivas sociedades civiles y sus instituciones representativas.

Tal agenda de trabajo conjunto requiere, a su vez, profundizar la lectura compartida entre los países del Mercosur, sobre algunas de las principales tendencias que se observan en la competencia económica global y que pueden tener una incidencia en el desarrollo de una estrategia-país - y en lo posible, una estrategia-región - de inserción competitiva exitosa a escala global.

Al respecto cabe interrogarse sobre la importancia que tienen para una estrategia-país de comercio exterior y de inserción competitiva en la economía mundial, las negociaciones comerciales internacionales en las que participan los países socios del Mercosur. Son interrogantes que también deben ser colocados en la perspectiva de la alianza estratégica que han enhebrado estos países, al decidir encarar el proceso -necesariamente gradual y de largo plazo- de construcción del Mercosur.

La experiencia de los países socios en la OMC y en el Mercosur, así como la de muchos otros países que en los últimos años han participado en negociaciones comerciales internacionales en el ámbito global, regional o bilateral, es que de ellas resultan reglas de juego que al ser aplicadas, producen efectos en al menos tres planos relevantes para la estrategia-país en materia de comercio internacional e inserción competitiva en la economía mundial.

Ellos son:

  • el condicionamiento de las políticas públicas que se pueden aplicar, especialmente en materia del comercio de bienes y de servicios, de inversión extranjera y propiedad intelectual, de compras gubernamentales;

  • el desplazamiento de ventajas competitivas a favor o en contra de las empresas que operan desde el país, como consecuencia de cómo los resultados de las negociaciones pueden afectar las condiciones para acceder a los mercados de terceros países o de operar en ellos. Tal desplazamiento suele producirse "por goteo", esto es, con efectos que se manifiestan en plenitud a través del tiempo. Por ejemplo, recién a fines del 2004 se han observado los plenos efectos de lo acordado en materia de cuotas textiles en el Acuerdo de Textiles y Vestimentas, aprobado en 1994 al concluirse la Rueda Uruguay. Otro ejemplo, es el efecto que producirá sobre productos de origen en el Mercosur, la maduración de los programas de liberación arancelaria acordados por Chile, entre otros, con los Estados Unidos y con la Unión Europea, y

  • el efecto sobre la imagen externa y la credibilidad de cada país socio y del Mercosur en su conjunto, en la perspectiva de las estrategias y decisiones de inversión, tanto de redes transnacionales de producción y de comercio, como de otros inversores, incluso los propios.

Los países del Mercosur participan, en la actualidad, en por lo menos tres frentes negociadores relevantes.

Ellos son:

  • el multilateral global en el marco de la Rueda Doha en la OMC. El plazo originalmente previsto para concluir las negociaciones era diciembre de 2005. Sin embargo, tras el fracaso de la reunión ministerial de Cancún en 2003, se ha producido una dilación en las negociaciones. En julio de 2004 se acordó el marco para el desarrollo de las negociaciones, las que podrían concluir - en un escenario optimista - durante el 2006, como más temprano;

  • el regional, en torno a tres ejes:

    • El del propio Mercosur;

    • El de la ALADI, que incluye una amplia red de acuerdos preferenciales y de libre comercio, el último de los cuales ha sido celebrado entre países de la Comunidad Andina de Naciones y los del Mercosur, y

    • El del espacio sudamericano, que incluye además de la red de acuerdos celebrados en el marco de la ALADI, acciones conjuntas en el campo de la energía, la infraestructura física y el financiamiento.

  • El regional hemisférico y el inter-regional en torno, a su vez, a tres ejes:

    • El del ALCA, especialmente con los Estados Unidos;

    • El del Mercosur con la Unión Europea, y

    • El de los acuerdos preferenciales que los países del Mercosur están desarrollando con países extra-regionales, como la India y Sudáfrica, sin perjuicio de otros que puedan negociarse en el futuro, por ejemplo, con China.

Se observa una interacción muy dinámica entre el proceso de construcción del Mercosur y el desarrollo de las negociaciones comerciales internacionales en las que participan sus países miembros. Puede apreciarse que de la forma en que tal interacción sea administrada en función de los intereses nacionales de los cuatro socios, dependerá en gran medida la consolidación del Mercosur como un área preferencial con identidad propia.

El Mercosur y el espacio sudamericano

La idea de un espacio sudamericano diferenciado tiene raíces profundas. Diferenciado por razones geográficas. Pero también políticas y económicas. No significa ni separado, ni contrapuesto, a otros espacios en los que se insertan, en sus relaciones externas, los países sudamericanos. Tampoco implica que no existan diferenciaciones en el propio espacio sudamericano. Por ejemplo, entre su vertiente andina y atlántica, o entre la del Norte, más vinculada económicamente a los Estados Unidos, o la del Sur, con fuerte vinculación europea.

Hasta años recientes el espacio sudamericano estaba marcado por la lógica de la fragmentación. Robert Burr rastrea en la historia del siglo XIX las razones de las fracturas que conducen incluso a conflictos armados. Su libro "By reason or force", 1965), es un análisis histórico profundo del balance de poder en Sudamérica (6).

En la década del 80 la mayoría de los conflictos territoriales quedan superados. El retorno de la democracia instala la lógica de la integración. El entendimiento creciente en el viejo ABC -triángulo del Sur de las Américas que a su vez se integra en un triángulo histórico con los EEUU y con Europa (7)- genera un embrionario núcleo duro con influencia económica y política en todo el espacio sudamericano.

Un hecho contribuye a la dimensión sudamericana de lo que fueron antes iniciativas referidas al Cono Sur. Es la importancia creciente que Brasil comienza a otorgar a la región, en función de su estrategia de desarrollo. Es por eso que el Mercosur es percibido desde su origen con un alcance sudamericano -incluso al negociarse el Tratado de Asunción, fue el negociador brasilero, el actual Canciller Amorim, quien propuso el nombre de Mercado Común del Sur, y no del Cono Sur como figuraba en los borradores originales-. Ello era natural. Para Brasil, su contexto contiguo -tan importante en la política internacional de cualquier país- es casi toda América del Sur.

De allí que el camino que condujo a la Cumbre de Cusco (8), lo iniciara con la de Brasilia, el Presidente Fernando Henrique Cardoso. Fue desde su origen, un camino con fuerte énfasis en el desarrollo de la conectividad física y energética del espacio sudamericano. En ambos planos y en particular en la visión del Brasil -entre otras, por razones geográficas evidentes- infraestructura física y energía son cuestiones que requieren un enfoque sudamericano.

La idea de institucionalizar el espacio sudamericano responde, además, a una tendencia que se observa en otras grandes regiones. Ejemplos relevantes son los de los espacios conformados por América del Norte y la Cuenca del Caribe, por Europa y la Cuenca del Mediterráneo y, en particular, por el Sudeste Asiático. Particularmente en esta última región se ha acreditado la noción de "regionalismo multipolar", resultante de una red de acuerdos gubernamentales -un ejemplo es el acuerdo de libre comercio entre China y la ASEAN recién firmado en Laos- y de un denso tejido de conexiones empresarias. En un reciente libro, Piero Pennetta (9) brinda un análisis interesante del modelo multi-espacial asiático.

La construcción del espacio sudamericano tiene además de las antes mencionadas, otras dos dimensiones. Por un lado, en el plano del comercio, la de la integración entre los dos procesos que aspiran a la integración profunda en sus respectivos ámbitos: el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones. Recientemente se ha concluido un acuerdo entre ambos procesos de integración, que en realidad configura una red de tratamientos preferenciales en el marco más amplio de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), que se suman a los ya existentes con Bolivia. Por el otro, la de la asociación de los países sudamericanos pertenecientes a la Comunidad Andina de Naciones y Chile, al Mercosur. Si bien el status de "país asociado" no ha sido aún plenamente establecido, de hecho los países asociados participan en las reuniones Cumbres semestrales del Mercosur. Una cuestión que habrá de ser perfilada con más claridad en el futuro, será precisamente el de la relación entre la idea de la Comunidad Sudamericana de Naciones y la del Mercosur ampliado.

Finalmente, las cuestiones de la estabilidad política, el fortalecimiento de la democracia, la cohesión social y la seguridad regional, ocuparán un espacio creciente en la agenda del espacio sudamericano.

Algunas conclusiones sobre la experiencia del Mercosur y su relevancia regional y global

Por la gravitación política y económica de sus socios - especialmente los de mayor dimensión relativa - el Mercosur tiene, en la medida que cumpla con sus objetivos fundacionales y se consolide, el potencial para ser en las próximas décadas, un actor relevante en el plano regional sudamericano y en el global. De ser así, podría efectuar una contribución positiva a la gobernabilidad del sistema internacional global.

Ello implica que pueda:

  • superar su actual problema de credibilidad;

  • afirmar un papel constructivo en América del Sur, en particular por su capacidad para contribuir al desarrollo de un modelo de integración solidaria, que permita mejor encarar los desafíos que se presentan en la compleja agenda política, económica y de seguridad de la región, y

  • ejercer una influencia en el nuevo mapa de la competencia económica global y de las negociaciones comerciales internacionales, contribuyendo al necesario fortalecimiento de la Organización Mundial del Comercio.

Puede apreciarse que tras el entendimiento original entre la Argentina y el Brasil en los años ochenta - a partir del primer encuentro entre el Presidente Raúl Alfonsin de la Argentina y el recién electo Presidente Tancredo Neves del Brasil, a comienzos de 1985 -, se ha generado en el Sur de las Américas lo que podríamos denominar como una "realidad A", caracterizada por una región de países contiguos en la predomina la lógica de la integración - que se fortalece con el restablecimiento de relaciones amistosas entre la Argentina y Chile -. Sustituyó una "realidad B", que marcó a la región por muchas décadas y en la que predominó la lógica de la fragmentación.

El gran desafío hoy es, precisamente, evitar que un deterioro de la lógica de integración produzca un no deseado retorno a lo que denominamos "realidad B". Este punto es importante, ya que en el debate sobre el Mercosur y sobre su eficacia, muchas veces surgen planteos que evocan una especie de "plan B" con respecto a cómo construir la inserción internacional de sus países miembros. Tales planteos suelen tener un marcado énfasis económico. Tienen el defecto de ignorar los límites que las realidades presentan para que un "plan B"sea creíble - incluso para los socios de mayor dimensión -, pero sobre todo subestiman los efectos de deterioro que ello podría producir en la calidad que han adquirido las relaciones políticas en la región.

El Mercosur atraviesa un momento en el que aún no ha alcanzado su punto de no retorno como proceso de integración. Pero a pesar de las dificultades que enfrenta, las que han afectado visiblemente su credibilidad y atractividad, tampoco puede sostenerse que esté en un punto de no retorno en su deterioro. No cabe al respecto una visión triunfalista, pero tampoco una funeraria. La palabra la tienen en tal sentido los actuales gobiernos de los países socios. Pero también la de los países industrializados con fuertes intereses en la región sudamericana.

Uno de los principales desafíos del Mercosur es el de mejorar sustancialmente sus métodos de trabajo - incluso en relación a su participación en complejas negociaciones comerciales internacionales -, sus procesos de creación normativa y sus reglas de juego. Su experiencia pone de manifiesto que una metodología de trabajo conjunto eficaz y sostenible en el tiempo, sólo podrá lograrse en la medida que cada socio tenga su propia estrategia en relación al espacio integrado, reflejo del valor que la respectiva sociedad le atribuye en función de sus objetivos nacionales, incluso en el plano de su inserción internacional (10).

Es posible que en el hecho que ello no parezca que sea así en el caso de todos los socios, que puedan encontrarse hilos conductores para explicar la situación y la imagen de relativo estancamiento que presenta el Mercosur en muchos frentes. Puede extraerse como lección, que también en lo institucional y en los métodos de trabajo, el camino de lo regional comienza a transitarse en el plano interno de cada nación participante. En un proceso de integración consensual, los intereses nacionales pueden concertarse, en la medida que ellos hayan sido correctamente definidos por cada uno de los socios.

En nuestra opinión, la incidencia del Mercosur en la región sudamericana puede ser positiva en términos de demostrar las ventajas políticas - consolidación de la democracia - y económicas - "habitat" favorable a la transformación productiva y a la inserción competitiva en los mercados mundiales - del predominio de la lógica de integración entre naciones vecinas. Lo sería más aún en la medida que el Mercosur se consolide como un proceso de integración profunda.

Quizás sea en tal incidencia que reside su principal valor, tanto regional como global, en la medida que efectivamente pueda consolidarse como un núcleo duro para el predominio de la moderación y la racionalidad en un espacio sudamericano que, por momentos, aparece tentado por factores que pueden inclinarlo hacia el camino de un deterioro de la democracia y de un retorno de viejos conflictos entre algunas de sus naciones. El dilema actual parecería ser si el contagio vendrá del lado de los factores que impulsan hacia la paz y estabilidad política o, por el contrario, del lado de los que evocan el predominio de conflictos e incluso de violencia.

La correcta apreciación de este valor político de un Mercosur que se asiente sobre sólidas bases económicas, podría dar lugar a cursos de acción más efectivos a fin de cooperar con su desarrollo, tanto en el plano hemisférico como en el birregional con la Unión Europea. Ello implicaría el desarrollo por parte de los Estados Unidos y de la Unión Europea, de un enfoque y medidas favorables a la preparación de los países de la región sudamericana, en el marco de sus respectivos esquemas de integración, para afrontar los desafíos de competitividad que implicará el espacio económico ampliado por los futuros acuerdos, hemisférico y birregional.

Para eso parece recomendable aplicar el concepto de "transición asistida" en el cual la Unión Europea ha acumulado valiosa experiencia (11) -, incluyendo incentivos a la transformación productiva conjunta entre países sudamericanos, así como la puesta en práctica de una solidaridad activa con las economías más pequeñas y de menor desarrollo relativo - por ejemplo, con la aplicación del concepto de "cooperación triangular" - (12).

Las experiencias de "cooperación triangular" deberían ser intensificadas y sistematizadas. Ellas consisten en acciones de cooperación con países menos avanzados, en que los recursos que aportan países relativamente más avanzados, se potencian con el aporte de recursos financieros y técnicos provenientes de fuentes de cooperación internacional, sean ellas multilaterales o bilaterales.

Se abre en tal sentido, un amplio campo de cooperación sistemática -efecto "cascada"- especialmente entre el Mercosur y la Unión Europea. Tal idea debería ser explícitamente incorporada, como uno de los componentes más relevantes del futuro acuerdo de asociación estratégica bi-regional entre la Unión Europea y el Mercosur, así como en un futuro acuerdo del Mercosur con los EEUU en el marco del ALCA.

Pero son los propios países del Mercosur - especialmente la Argentina y el Brasil - los que deberían impulsar el concepto e instrumentos de "transición asistida" en sus relaciones con el Paraguay y el Uruguay, e incluso con Bolivia, país contiguo asociado.

Como se señala en un reciente informe del CARI, elaborado con el auspicio de la Fundación Konrad Adenauer (13), el concepto de "transición asistida" -desarrollado en la práctica de la Unión Europea y que reconoce su origen en el Plan Marshall- debería ser incorporado sistemáticamente en las acciones del Mercosur e, incluso, de la propia ALADI, a fin de dotar de eficacia política, económica y social, a las ventajas que se otorgan a los países con economías más pequeñas y menor grado de desarrollo relativo, especialmente en las aperturas preferenciales de los mercados de los países más avanzados. Implica acompañar las aperturas irrestrictas de los respectivos mercados, con medidas orientadas a facilitar su aprovechamiento pleno por los países menos avanzados.

En tal perspectiva, cabe destacar como elemento central del concepto de "transición asistida", el que el país interesado en adaptarse a las nuevas condiciones de competencia económica que resulta de las aperturas irrestrictas de los mercados de países relativamente más avanzados, formule su propio plan nacional de adaptación ("up-grading") gradual de su sociedad y de su economía (empresas y trabajadores). En tales casos, los países más avanzados, sea en el marco del Mercosur o en el de la ALADI, o en ambos simultáneamente, elaboran conjuntamente con el país beneficiado, un conjunto de acciones y medidas orientadas a facilitar la transición en un plazo razonable (efecto "exclusa").

Esta aproximación a una pauta efectiva de integración solidaria, acrecentaría el valor del Mercosur como modelo interesante para encarar problemas de gobernabilidad regional y global.


(1) Sobre la distinción entre participación internacional real y formal, ver PEÑA Félix, "Momentos y Perspectivas: la Argentina en el mundo y en América Latina", capítulo 1, "La participación en el sistema internacional (1968)", Eduntref, Buenos Aires, 2003, ps. 23 a 31.

(2) Sobre la comparación entre procesos de integración económica y de libre comercio, ver ROY Joaquín, DOMINGUEZ RIVERA Roberto y VELÁZQUEZ FLORES Rafael (coord.), "Retos e Interrelaciones de la Integración Regional: Europa y América", Centro de Estudios de la Unión Europea de Miami y Plaza y Valdes Editores, México, 2003.

(3) Ver al respecto el libro citado en la nota 1, capítulo 14, "El Mercosur y los acuerdos de integración en América Latina (1996), ps. 203 a 245. Ver asimismo el artículo del autor en el libro citado en nota 2, ps. 459 y ss. Para un análisis de la experiencia y desafíos del Mercosur, ver HUGUENEY Filho y CARDIM Carlos Henrique, "Grupo de Reflexâo Prospectiva sobre o Mercosul", IPRI/FUNAG-BID, Brasilia 2002.

(4) Ver al respecto, PEÑA Félix, "Concertación de intereses, efectividad de las reglas de juego y calidad institucional en el Mercosur", Red Mercosur-Fundación Konrad Adenauer, Montevideo, 2003 (su texto, junto con otros artículos recientes del autor, pueden ser consultados en www.fpena.fundacionbankboston.edu.ar).

(5) Para un análisis más detenido de la cuestión, ver PEÑA Félix, "Mercosul e relaçôes entre Argentina e Brasil: perspectivas para avaliaçâo e propostas de açâo", en Revista Brasileira de Comércio Exterior, FUNCEX, nº 81, outubro/dezembro de 2004, ps. 3 a 11.

(6) cf. BURR Robert, "By Reason or Force: Chile and the balancing of power in South America, 1830-1905", University of California Press, 1974.

(7) Sobre la idea del triángulo atlántico, ver BODEMER Klaus, GRABENDORFF Wolf, JUNG Winfried y THESING Josef (eds), "El Triángulo Atlántico: América Latina, Europea y los Estados Unidos en el Sistema Internacional Cambiante", ADLAF-KAS, Sankt Augustin, 2002, y, GRANELL Francese, "El ALCA, Estados Unidos y Europa", en el libro citado en nota 2, ps. 543 y ss.

(8) Tres Cumbres Sudamericanas han sido realizadas hasta el presente. La primera en Brasilia en el año 2001; la segunda en Guayaquil, en 2002 y la última en el Cusco, en diciembre de 2004. En ellas participan los 12 países del espacio geográfico sudamericano, incluyendo Surinam y Guyana.

(9) cf. PENNETTA Piero, "Il Regionalismo Multipolare Asiatico", G.Giappichelli Editore, Torino, 2003.

(10) La integración europea ofrece valiosos precedentes en esta materia. Existe abundante bibliografía al respecto. Un libro recientemente traducido al español con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer, presenta una dimensión menos conocida, cual es la de la visión alemana en los momentos fundacionales de la integración europea, cf. SCHWARZ Hans-Peter, "Adenauer", dos volúmenes, Aguilar, Santiago de Chile, 2003.

(11) Ver el libro "El Mercosur y la Unión Europea", conteniendo el informe elaborado por la UNTREF y CEFOP, con el apoyo de la Misión de la Unión Europea en la Argentina, Buenos Aires 2004.

(12) Ver CARI-Fundación Konrad Adenauer, Argentina, "Gobernabilidad y Desarrollo en el Sur de las Américas: Elementos para una Agenda de Cooperación Regional", Buenos Aires 2004.

(13) Ver el informe citado en la nota 11.


Félix Peña es Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group. Ampliar trayectoria.

http://www.felixpena.com.ar | info@felixpena.com.ar


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